De la Defensoría a la fechoría contra el pueblo
De la Defensoría a la fechoría contra el pueblo
«... Tristemente la Defensoría se va transformando en un botín saqueado por políticos tradicionales para perpetuarse en el Congreso y seguir eligiendo en los entes de control a “uno de los suyos”. Los mismos políticos que no presentan leyes en beneficio de la ciudadanía, que no le hacen control al gobierno, responsables de la miseria y desigualdad que campea en el país...»
Con cada intervención, metida de pata y nueva cantinflada, se confirma lo evidente: el defensor del pueblo, Carlos Camargo, no tiene ni idea de dónde está parado. Algo que sabíamos desde antes de que asumiera en el cargo, al cual llegó con el impulso de la clase política tradicional (y siendo el candidato de Duque) y tras su fracaso personal en su verdadera aspiración, alcanzar la Registraduría Nacional. Porque en eso Camargo si tiene experiencia y mucha cancha, tal vez, sea uno de los mayores conocedores del sistema electoral ya que hizo escuela al lado de Carlos Ariel Sánchez y Juan Carlos Galindo (al que metió en la nómina de Defensoría).
Sobre derechos humanos, protección a líderes sociales o el Sistema de Alertas Tempranas, dudo que tenga si quiera un curso básico. De ahí que no sorprenda su nivel de desconexión y mediocridad. Pues su papel en la Defensoría se reduce a ser un mero agente de la repartija burocrática, un mero enlace de la politiquería tradicional para repartir puestos y contratos. Un capitulo más de la fechoría contra el pueblo.
Un mal de origen
El problema con Camargo se encuentra en su elección. Se la debe a los siguientes partidos: Conservador, Liberal, Cambio Radical, la U, Centro Democrático y los partidos cristianos, es decir, a los mismos de siempre. La clase política tradicional lo eligió con 140 votos de 155 posibles. Fue un apoyo abrumador, similar al que recibió Margarita Cabello en su ascenso a la Procuraduría. Así, se convirtió en la segunda ficha de Duque (tras lograr la elección de Felipe Córdoba en la Contraloría) que pasó la prueba en el Congreso. Una pieza adicional en la estrategia de concentración de poderes y cooptación de los órganos de control, el único “legado” visible de Duque (el presidente más impopular desde que existen registros).
En nada importó su nula experiencia en la defensa de derechos humanos, sus relaciones con cuestionados caciques políticos de la costa (como el corrupto exmagistrado Jorge Pretelt) o la necesidad de resguardar la autonomía de la institución. Los representantes solo vieron la Defensoría como una torta burocrática y a Camargo como un regulador de la repartija de puestos y contratos. De esa forma es como se eligen y reeligen en la Cámara.
Y Camargo viene haciendo muy bien ese trabajo, no necesariamente el que le determina la Constitución, sino el de regular el apetito burocrático de los partidos políticos que lo llevaron al Cargo; por ejemplo, en lo que va del año y según investigación del portal La Silla Vacía ha gastado 540 millones en tres estrategas políticos, Jhon Álvarez, Camilo Rojas y Ángel Becassino, los dos primeros cercanos a César Gaviria y Vargas Lleras. Muy cotizados por la derecha en temporada electoral. La lluvia de contratos ya va por 648 y suman alrededor de 36.400 millones de pesos, según investigación de la W radio, en su gran mayoría, se han adjudicado a personas cercanas a los congresistas que lo eligieron.
Es una muestra más “yo te elijo y tu me favoreces” tan propio de la politiquería que ha saqueado al país y que alcanzó un punto muy alto con el ex-procurador Alejandro Ordoñez. El defensor ni se sonroja porque sabe que está “haciendo bien la tarea” y que no asumirá ningún costo político, total, su juez es la misma Cámara que lo eligió.
Y va de mal en peor
Vuelvo a retomar una idea inicial en relación a la aspiración personal de Camargo, pues su intención inicial era llegar a la Registraduría. Lo precedía la experiencia de haber sido Registrador delegado para el Registro Civil, jefe de la Oficina jurídica y también fue magistrado del Consejo Nacional Electoral (al que llegó como ficha del partido conservador). Su paso en ese cargo es recordado porque fue el magistrado que le archivó a Zuluaga la investigación por la financiación de Odebrecht y de ahí salto a la Federación Nacional de Departamentos. Es claro que siempre ha caminado de la mano de la politiquería más rancia y tradicional, a la que siempre ha favorecido, por eso no resultó extraño cuando en su aspiración a la Defensoría recibió la bendición de Uribe, los Char, César Gaviria y Vargas Lleras.
¿Sorprende la lluvia de contratos y asesores? Para nada, así se advirtió desde el primer momento que se conoció su aspiración y en la Cámara fueron muy pocos los que escucharon.
Un defensor con ese perfil no puede garantizar la más mínima autonomía e independencia. Muy grave que alguien con ese tipo de relaciones ocupe un cargo de tanta responsabilidad, en un país todavía azotado por el conflicto armado, en el cual no cesa el exterminio de líderes sociales y exguerrilleros, y donde la Defensoría se fue ganando una legitimidad y un respaldo construido desde la base en zonas apartadas. Sin tener nada para mostrar, sin asumir un papel activo en medio del estallido social del paro nacional y más reconocido por sus escándalos y “metidas de pata”, el defensor va convirtiendo a la Defensoría en una mera oficina de burocracia. Desnaturalizando su misión y la esencia con la cual fue creada por el constituyente en 1991.
Tristemente la Defensoría se va transformando en un botín saqueado por políticos tradicionales para perpetuarse en el Congreso y seguir eligiendo en los entes de control a “uno de los suyos”. Los mismos políticos que no presentan leyes en beneficio de la ciudadanía, que no le hacen control al gobierno, responsables de la miseria y desigualdad que campea en el país. Algunos llevan décadas en el Congreso y en 2022 buscarán reelegirse. ¿Lo permitiremos?
¿Qué podemos hacer?
Parar la fechoría contra el pueblo es muy fácil y sencillo, es un poder que todos tenemos en el bolsillo o la billetera. Solo se compone de dos movimientos: registrar la cédula y saber votar. Nada más. El próximo año habrá elecciones al Congreso y muchos de los que eligieron a Camargo y que hoy se favorecen con sus movidas clientelares, bucarán volver a la Cámara. A ellos los podemos derrotar, solo es cuestión de saber votar, elegir candidatos realmente comprometidos con el país, con programas serios y responsables, si la elección racional nos lleva a priorizar al que otorga mercados o compra el voto, seguiremos condenando al país a la miseria y la desigualdad. Hay que romper con ese círculo perverso y detener la fechoría.
Y claro que lo podemos lograr, en 2022 tendremos esa oportunidad. ¿Se le miden?
Nota