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El ELN, una guerrilla con la que es difícil negociar

11/02/2025
Por: Carlos Olimpo Restrepo S. Periodista de la Dirección de Comunicaciones de la UdeA

Desde los años 90, el gobierno nacional ha intentado poner fin al conflicto con esa organización insurgente, pero en casi todas las ocasiones las negociaciones o acercamientos se han acabado de manera abrupta, con acusaciones de responsabilidad desde ambas partes. Analistas de la Universidad de Antioquia dan una mirada a las razones que pueden explicar esta recurrencia histórica.

Hace un año se clausuró la sexto ronda de conversaciones entre el Goberno y el ELN en La Habana, Cuba. Foto: Delegación de Paz del Gobierno de Colombia

Los procesos de negociación con grupos armados y el gobierno colombiano siempre han tenido tropiezos, tensiones y problemas, lo cual ha generado suspensiones o rupturas, pese a lo cual quedan avances y enseñanzas que sirven para posteriores conversaciones con esas organizaciones.

Uno de los casos más repetidos en la historia reciente del país es el del Ejército de Liberación Nacional —ELN—, guerrilla con la que ha habido diálogos tendientes a terminar el conflicto desde los años 90 del siglo pasado, el más reciente iniciado en 2022 y suspendido definitivamente, de manera oficial, el 23 de enero de este año, por los hechos sucedidos desde días antes en la región del Catatumbo, Norte de Santander.

Lo anterior lleva a preguntarse a muchos sectores políticos y de la sociedad las razones por las que es tan difícil alcanzar un acuerdo definitivo que permita el cierre de la confrontación armada con esa organización y desde la academia se buscan explicaciones a esta situación.

Más allá de acciones violentas puntuales, el fin de las conversaciones entre diferentes gobiernos y esa guerrilla se explica por diferencias de fondo, como los modelos  políticos o económicos del país, entre los más destacados, pese a que en la mayoría de los procesos frustrados —ver cronología— se han logrado avances que se retoman en los siguientes.

«El ELN llega a las mesas de negociación con los puntos históricos de su proyecto, en sí difíciles de acordar, agregando exigencias sobre cómo debe discutirse, no solo con el Estado, sino con “la sociedad”, dificultando aún más la posibilidad el llegar a acuerdos concretos», sostuvo Leyder Perdomo, profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UdeA.

El politólogo e integrante de la Unidad Especial de Paz de la UdeA Fredy Chaverra Colorado indicó que, en parte, las dificultades pueden explicarse en que «cada proceso de negociación es diferente, porque obedece a los distintos agendamientos de los gobiernos de turno y a las sucesivas transformaciones del ELN en la manera como se expresa política y socialmente».

Max Yuri Gil, director del Instituto de Estudios Políticos —IEP— de la UdeA, destacó que «el ELN abandonó desde hace varios años la perspectiva de la toma del poder como fin de su proyecto político armado y ha estado más enfocado en afianzar sus proyectos de poder local territorial, no tiene perspectivas de desmovilizarse, convertirse en partido político ni obtener escaños en el Congreso de la República, tiene más interés en la definición de acuerdos específicos territoriales que se puedan verificar». 

Señaló, además, la desconfianza generada por los incumplimientos o los tropiezos y la lentitud en la implementación de los acuerdos por parte del Estado, tras la desmovilización de otros grupos insurgentes, como con las Farc.

Para German Valencia, investigador y docente del Instituto de Estudios Políticos de la UdeA, hay una serie de elementos que pesan en las negociaciones, entre los cuales resaltó una de las consignas de ese grupo: «revolución y resistencia, y esto significa estar siempre en el país, a mantenerse presente en los territorios, algo a lo que difícilmente renunciarán».

Las huellas de las negociaciones

La participación de algunos sectores de la sociedad civil en las negociaciones es un punto que destacan los analistas del concluido proceso entre el actual gobierno y la guerrilla del ELN. Foto: Delegación de Paz del Gobierno de Colombia

A pesar de la rupturas y cierres abruptos, los analistas consideran que las conversaciones con el ELN han dejado enseñanzas y sentado las bases para los procesos siguientes con los sucesivos gobiernos desde los años 90, algo importante con miras al futuro.

Sobre la recién cerrada negociación, German Valencia aseguró que «no creo que lo que sucede hoy sea un fracaso, pese a que no se llegó a un acuerdo final o a una desmovilización armada. Durante los diálogos entre el ELN y este gobierno se lograron muchas cosas positivas: hubo 28 acuerdos parciales, varios protocolos, lo cual lo convierte en el proceso más exitoso en los más de 30 años de negociaciones que se han dado entre diferentes gobiernos y esa organización insurgente». 

Y entre estos destacó que se empezó a discutir y se diseñó la metodología sobre los mecanismos para la participación de la sociedad civil en un proceso de paz, acuerdos sobre zonas humanitarias, dos ceses al fuego bilaterales de 180 días y la reducción de los homicidios y desplazamientos en las zonas controladas por esa guerrilla, mientras duraron las conversaciones.

Max Yuri Gil coincidió en esta apreciación y resaltó «el punto sobre la participación política de la sociedad civil en las negociaciones y las medidas logradas para desescalar el conflicto, así como los ceses el fuego territoriales verificables, y queda una agenda maximalista con una guerrilla que no ha querido abandonar la lucha armada y con un alto nivel de escepticismo».

Leyder Perdomo resaltó que tanto el gobierno de Gustavo Petro como el Comando Central del ELN coincidieron en llevar a la mesa temas como el modelo económico y el extractivismo, que no habían admitido administraciones anteriores. Sin embargo, no hubo avances en este aspecto, por las posiciones muy diferentes en la manera que cada uno plantea tratarlos: una transformación radical profunda, revolucionaria, por parte de la guerrilla, una consigna a lo largo de su historia, y un modelo de capitalismo progresista, menos agresivo, por parte del Ejecutivo.

Fredy Chaverra recordó que han sido más de tres décadas de esfuerzo continuo para buscar un acuerdo de fin del conflicto con el ELN y, en el caso más reciente, la administración Petro retomó los diálogos con base en algunos elementos que ya se habían tratado durante el gobierno de Juan Manuel Santos —2010-2018— y «se amplió el acuerdo de México, la hoja de ruta, lo cual permitió incluir temas como el régimen político y el modelo económico, algo que los gobiernos anteriores habían bloqueado para hablar con esa insurgencia».

Si las negociaciones no se reanudan en esta administración, ya queda en manos de los próximos gobiernos nacionales y de la dirigencia del ELN decidir si retoman los diálogos a partir de estas bases o si, definitivamente, por la evolución de los diferentes conflictos armados del país —cada vez más degradados desde el punto de vista humanitario—, se alejan de la posibilidad de una paz negociada.


Amplia experiencia en diálogos con pocos avances concretos

Carlos Velandia, coordinador del Observatorio de Paz y Conflictos del Grupo de Investigación de Seguridad y Defensa —Gisde—- de la Universidad Nacional de Colombia, señaló que «el ELN es una de las organizaciones guerrilleras que en el mundo han acumulado mayor experiencia en diálogos de paz. Con el actual gobierno suma 8 administraciones y 6 presidentes, dos de ellos reelectos —Uribe y Santos— y repitieron diálogo con ese grupo».

Este investigador y promotor de paz, afirmó que «antes se decía que la culpa de los fracasos había que buscarla en los gobiernos, que no lograban descifrar al ELN, y que solo buscaban el desarme de las guerrillas, pero con Gustavo Petro, el ELN fracasa de nuevo, a pesar de que la propuesta del presidente es realmente transformacional, tal como lo ha pedido y exigido esta guerrilla, al poner el acento en la paz territorial y con participación directa de la sociedad».

Velandia recordó que el actual ejecutivo accedió a iniciar las conversaciones con ELN con las mismas condiciones que venían desde la administración de Juan Manuel Santos. «Aceptó la agenda, la arquitectura del proceso, la metodología de la negociación, con el fin de ahorrar tiempo, de dar valor a los esfuerzos de negociación anteriores y llevar el proceso hacia el cierre definitivo del conflicto armado en Colombia, para así conducir el país por una senda de construcción de paz con democracia ampliada y de calidad», sostuvo.

El académico aseveró que «el ELN ha ahogado en sangre el proceso de paz, ha optado por despreciar la generosidad y paciencia del gobierno, ha forzado la ruptura para aventurarse a las sin salidas de la guerra contra todos: el Estado y todos los demás grupos armados organizados, en una disputa por el control territorial, con el propósito de ejercer allí un poder emanado de la fuerza, más no de la legitimidad ni la voluntad popular», sin importarle los costos humanitarios, como sucede en la región del Catatumbo y otras zonas del país.

Y añadíó que «el ELN pretende quedarse con poderes territoriales locales fronterizos, contando con algunas fortalezas para este propósito: la debilidad del Estado por el abandono secular de estas zonas, la lejanía y la poca importancia política que se les da a comunidades de regiones apartadas, y aprovecha la ventaja de la transfrontera, donde ha podido construir retaguardias estratégicas, como ocurre en Venezuela. Hoy el 79% de la fuerza global del ELN ocupa territorios de frontera y transfrontera, es allí donde tiene sus acumulados reales, y donde hace materialidad su ambición de poder».

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