«Timanco»: un doctor con sello UdeA nacido del fuego
«Timanco»: un doctor con sello UdeA nacido del fuego
Arnulfo Hurtado Cerón, «Timanco», es el primer indígena en graduarse del Doctorado en Ciencias Sociales de la UdeA. Proveniente del pueblo Nasa, en el Cauca, llegó hace más de una década a la Alma Máter, donde se gradúo como licenciado y magíster, es docente e investigador, y ha mantenido la que llama una «resistencia permanente». Por su investigación sobre la enseñanza intercultural de los pueblos originarios y la «intercultunaturalidad», recibió reconocimiento a tesis meritoria.
En Colombia, actualmente existen 115 pueblos originarios ubicados en todo el país. Además, según la Constitución Política de 1991, el Estado debe garantizar a los pueblos originarios una educación acorde a sus cosmovisiones. Foto: Dirección de Comunicaciones UdeA / Alejandra Uribe Fernández.
«Nuestro ombligo está sembrado en el fogón», dice Arnulfo Hurtado Cerón mientras está sentado en un tronco de árbol, alrededor de una fogata, en el espacio del cabildo indígena, ubicado cerca del bloque 9 de Ciudad Universitaria —Campus Medellín—. En sus palabras, el fuego es más que una representación alegórica, para el pueblo Nasa el fogón es el centro espiritual, educativo y cultural de la vida en comunidad.
De allí proviene Arnulfo, aunque él se nombra también «Timanco», en honor al hijo de la cacica La Gaitana, la mujer que lideró la resistencia contra los colonizadores españoles en lo que hoy es el departamento del Cauca, al sur de Colombia. Su nombre ancestral lo hace sentir conectado con su comunidad y con sus antepasados.
Recientemente, este profesor del Instituto Universitario de Educación Física de la Universidad de Antioquia, se convirtió en el primer egresado indígena del Doctorado en Ciencias Sociales, posgrado de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la misma institución, desde el que Timanco planteó un aporte al reconocimiento de los pueblos originarios, a partir de sus formas de enseñanza y aprendizaje.
Arnulfo no transitó solo este camino, lo hizo con su comunidad, de la mano de sus mayores, con la fuerza viva de sus ancestros y con una historia de resistencia que se aparta de los márgenes de la investigación convencional. Su tesis doctoral lo llevó a recorrer los caminos del pueblo Nasa, especialmente los de su lugar de origen Sa´th Tama Kiwe —territorio ancestral ubicado en el municipio de Caldono, Cauca —, cuyo nombre significa en español: «Tierra de los ancestros».
Su infancia fue entre la montaña, los cultivos, la niebla y las conversaciones al rededor del fogón comunitario donde aprendió el eje de su cultura. «El fuego, además de abrigarnos, posibilita el encuentro, la palabra, la vida misma. Es nuestra primera escuela». Sin embargo, aquella herencia milenaria de su pueblo ha sido invisibilizada o, como él mismo lo dice, «ninguneada», incluso desde la escuela o la educación convencional colombiana, a la que asistió por unos años, pero se retiró.
Sus padres, castigados en su infancia por hablar en «nasa yuwe» —lengua considerada «del diablo» por los evangelizadores— decidieron no enseñársela a él ni a sus hermanos. «No querían que sufriéramos la misma humillación», recuerda. Así, Arnulfo vivió un silenciamiento doloroso que con el pasar del tiempo ha intentado revertir.
Todo cambiaría cuando conoció el Programa de Educación Bilingüe Intercultural —Pebi— del Consejo Regional Indígena del Cauca —Cric —, una apuesta colectiva de los pueblos originarios por una educación propia, tejida desde la oralidad, la minga y los saberes ancestrales. Allí logró terminar su etapa escolar, gracias al reconocimiento del programa por parte de la Secretaría de Educación del Cauca.
A los 22 años llegó a Medellín por invitación de un tío, quien había llegado a la ciudad apenas siendo un niño para formarse con otros niños indígenas en un internado dirigido por sacerdotes. Siguiendo los consejos de su tío para que continuara su formación en la universidad decidió presentarse, aunque con dudar, al pregrado en Historia de la UdeA, pero el choque académico y el lenguaje teórico lo hicieron desertar a los pocos meses de su ingreso.
Sin embargo, el camino de Arnulfo en la UdeA estaba apenas por comenzar. Ingresó a la Licenciatura en Educación Física, donde encontró una conexión vital entre la pedagogía, el cuerpo, el juego y la cultura. Durante su pregrado conoció al profesor Saúl Franco, quien marcó su camino al impulsar saberes originarios. «Me pedía que no llevara a clase ejemplos de juegos o deportes eurocéntricos, sino juegos propios, autóctonos. Decía que era un espacio para aprender desde nuestras culturas», recuerda.
Con el tiempo, y de la mano del profesor Víctor Molina, se vinculó al grupo de investigación Ocio, Expresiones Motrices y Sociedad —Gocemos—, adscrito al Instituto Universitario de Educación Física y Deporte, donde encontró un lugar para cultivar e investigar aquello que lo inquietaba desde niño, a partir de las epistemologías del sur, las pedagogías críticas y la educación popular. Desde allí, se abrió el camino hacia la investigación y, más adelante, hacia la maestría y el doctorado. Además, es el actual coordinador de este grupo de investigación.
Su recorrido por la Universidad también lo ha llevado a eso que él denomina como una «resistencia permanente», pues como docente indígena siente que a muchos de sus colegas universitarios les hace falta comprender que Colombia es un país pluricultural. «La Universidad nos asume a todos como iguales, pero no lo somos en términos culturales», dice Hurtado Cerón.
Una tesis que «corazonó»
Arnulfo Hurtado Cerón llegó a Medellín en 2005 y su primer trámite fue resolver la libreta militar. Aunque no estaba obligado a prestar servicio por ser indígena, lo hizo «por vivir la experiencia» y se encontró como lo que él describe «una disciplina adoctrinante» que más tarde cuestionaría desde la academia. Foto: Dirección de Comunicaciones UdeA / Alejandra Uribe Fernández.
Llegó al doctorado en Ciencias Sociales, luego de haber cursado la Maestría en Motricidad y Desarrollo Humano —para lo que contó con el beneficio económico que otorga la UdeA a profesores de cátedra para la formación posgradual de docentes de la institución—. En su recorrido académico han permanecido las temáticas del ocio, la pedagogía decolonial y la educación intercultural, a partir del análisis crítico de experiencias significativas como la del Cric.
Buscando respuestas a esa inquietud vital sobre los procesos de enseñanza y educación de los pueblos originarios desarrolló su tesis titulada «Entretejidos de la educación propia intercultunatural con el Pebi, para el posicionamiento político y social de los pueblos originarios en el Cric, Cauca».
A través del «corazonar o catear» se desenvolvió este trabajo en medio de una metodología Üus kipx tandxi´na —investigación en espiral, basada en el pensamiento de vida del pueblo Nasa que comprende el tiempo como una espiral, ligada a diversas dimensiones de la existencia—, mediante un proceso experiencial y comunitario.
Por eso el fogón ha sido el escenario principal de estos hallazgos, allí logró reunir a mayores, mayoras, dinamizadores educativos y miembros de la comunidad de los diez pueblos que integran el Cric para encontrar, principalmente, un eje epistémico y político del conocimiento ancestral. Todo esto mediante la propuesta del concepto de «intercultunaturalidad», con el que no solo se pretende abordar el diálogo entre culturas humanas, sino que se extiende al vínculo entre las personas, la Madre Tierra y la espiritualidad.
«Hablé de intercultunaturalidad, no como una cuestión antropocéntrica, sino desde una postura más biocéntrica, donde la centralidad de la vida no es de los humanos, sino que está en todos los que habitamos esta gran casa que es Uma Kiwe, nuestra madre tierra. Todos somos iguales ante ella y con ella convivimos. La educación propia no solo dialoga entre pueblos, también lo hace con los seres espirituales y con la sabiduría de la naturaleza».
Durante su proceso no todo fue impulso y claridad, estuvo cerca de abandonar este viaje académico, debido a los retos que implicaba la recolección de información por motivos económicos, de desplazamiento, entre otros. Entonces, volvió a su raíz y, a través del Thê´ Wala —médico tradicional Nasa— recibió un mensaje en un baño espiritual que le decía que iba por buen camino y que recibiría ayuda para concluir su investigación.
Meses después aquella ayuda llegó. Según Arnulfo ese impulso para concluir su trabajo se dio a través de que su propuesta fuera seleccionada por el Comité para el Desarrollo de Investigación —Codi —, que apoya estudiantes e investigadores de la Alma Máter. Gracias a este recurso, pudo sortear los recorridos y culminar su trabajo de campo en territorio Nasa. «El apoyo fue vital —asegura—, porque realmente solucionó asuntos logísticos importantes para poder estar más tiempo y moverme entre comunidades».
Como resultado de este proceso de investigación surgieron unas cartillas educativas denominadas «La madre Tierra sabia enseña cómo convivir y ser en el territorio», una serie de guías con cuentos y textos para el fortalecimiento de la identidad cultural de los pueblos indígenas, que serán utilizados en los pueblos pertenecientes al Cric.
Actualmente, avanza en procesos de devolución del conocimiento y en el fortalecimiento de procesos de investigación y colaboración con la Universidad Autónoma Indígena Intercultural —UAIIN—, primera universidad indígena de Colombia. También, sueña en un futuro con realizar un documental en su comunidad para darle fuerza a la voz de sus mayores, a través de los medios modernos.
«Buscamos esas alternativas para divulgar y también para seguir deliberando, construyendo y dándole más potencia a nuestros procesos organizativos, que la educación propia ha sido un pilar fundamental para ese descubrimiento de resistencia, y re-existencia de los pueblos».
Desde el concepto de la intercultunaturalidad este maestro busca que el saber se convierta en un elemento para encender el camino de otros, a través de la conexión integran, pues como él dice: «No hay educación sin territorio, ni pensamiento sin espiritualidad». Más allá de una tesis doctoral, Arnulfo recorre con un proyecto de vida compartido con su comunidad que no se apaga y sigue vivo en el fogón.
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