Los complejos rompecabezas que se conservan en el Muua
Los complejos rompecabezas que se conservan en el Muua
La restauración de una urna funeraria del estilo marrón inciso, descubierta en el cerro El Volador, Medellín, en los años 90, se ha convertido en un complejo rompecabezas que desafía a expertos y estudiantes de la Universidad de Antioquia. Fragmentada en cientos de piezas y sometida al paso del tiempo, la urna requiere un minucioso trabajo de ensamblaje que va más allá de una simple afición.
Arriba, de izquierda a derecha: fragmentos dispuestos para ser clasificados y piezas identificadas y numeradas. Abajo, urna en proceso de recuperación. Fotos: Muua / María Ximena Medina
Armar rompecabezas es un pasatiempo de muchas personas y, según la cantidad de piezas, la forma de estas, los colores y la complejidad de la figura a ensamblar, gastan horas, días, semanas o meses para concluirlo.
Pero cuando se trata de elementos de valor patrimonial e histórico que por alguna razón se desarmaron o se fragmentaron, la tarea requiere una intervención de personas más calificadas y exige mucho más tiempo que el que lleva armar un dibujo, una obra de arte o una fotografía sobre una base de cartón.
Este es el caso de una urna funeraria de la cultura Quimbaya o el estilo marrón inciso, descubierta fragmentada en los años 90 del siglo pasado por la arqueóloga Helda Otero de Santos en el cerro El Volador, en Medellín, quien la entregó a la Colección de Antropología del Museo Universitario de la Universidad de Antioquia —Muua—, donde se restaura, como si fuese un complejo rompecabezas, desde hace más de siete años.
Maribel López fue la primera encargada de esta tarea. En 2017, como estudiante de Antropología en la UdeA y auxiliar administrativa en el Museo, ya tenía alguna experiencia en reconstrucción de piezas pequeñas, pero cuando Santiago Ortiz —entonces curador de la Colección de Antropología del Muua— le encargó una nueva tarea, supo que el reto al que se enfrentaba sería uno de los mayores de su vida profesional.
«Me mostró una canasta plástica repleta de polvo, con fragmentos grandes y pequeños, algunos estaban unidos, producto de algún primer intento de conservación preventiva, y me enfatizó que la debía terminar y, cuando yo me comprometí a hacerlo, me señaló que faltaban más canastas», recordó la hoy antropóloga.
En total, de la urna se identificaron y clasificaron 521 fragmentos, que componen una pieza de cuerpo redondo, de unos 60 centímetros de ancho por 70 de alto, la cual procede del cerro El Volador y que, por pasar varios siglos enterrada se fracturó y algunas partes se hicieron polvo, por lo que se perdieron de forma definitiva, aunque los restos de cerámica recuperados dan una idea precisa sobre su forma y su uso.
«Después de un año de trabajo, mis compañeros me hacían bromas sobre mi jubilación con la urna, pero lo cierto, es que la dejé muy avanzada justo antes de mi graduación, luego de tres años de trabajo constante», anotó Maribel López.
María Ximena Medina durante su trabajo con la urna funeraria de la cultura Quimbaya. Foto Dirección de Comunicaciones UdeA / Andrea Vargas
María Ximena Medina, estudiante de séptimo semestre de Antropología y auxiliar en el área de conservación y restauración de cerámica del Muua, se encarga hoy de continuar la tarea. A finales de 2022, por las habilidades mostrada en procesos similares con cerca de una veintena de piezas de diferentes procedencias, fue seleccionada para continuar con este proyecto.
«Esta urna ya estaba en la sala de Antropología, pero no estaba terminada, todavía tenía algunas partes grandes vacías, porque hay unos fragmentos muy desgatados, lo que hace difícil de identificar en cuál parte de la pieza deben ir», dijo María Ximena Medina.
La estudiante señaló que para esta tarea se debe observar con detenimiento cada fragmento, incluso los que ya están ubicados en la pieza, para que la forma del elemento sea lo más fiel posible a cómo la hicieron los habitantes ancestrales del Aburrá. Con este fin se buscan características como tipo de la cerámica, grosor de la pieza en sus diferentes partes —base, cuerpo o boca—, incisos, color o pintura, entre otras.
«Cuando ya tengo la certeza de dónde va un determinado fragmento, visualizo bien cómo va a quedar ensamblado, cuáles son los puntos de contacto con otras piezas, los marco con tiza —que luego se retira con agua destilada— y le pongo un adhesivo especial para este tipo de cerámicas», explicó María Ximena Medina.
Hernán Pimienta, actual curador de la Colección de Antropología del Muua, señaló que cuando un museo recibe piezas se debe establecer si se les va a hacer un proceso de conservación preventiva —mantenimiento en condiciones que garanticen su preservación— , curativa —trata de detener los procesos dañinos a su estructura, para que el objeto vuelva a tener estabilidad— o de restauración —intervenciones tendientes a facilitar la apreciación y comprensión del objeto—.
«No se trata de volver la pieza a una apariencia de estado original, porque eso es engañoso para nosotros y para el público a la hora de presentarla. En casos como los de esta urna lo que hacemos es la unión de los fragmentos mediante el uso de insumos adecuados que nos permitan garantizar una mayor durabilidad y estabilidad de la pieza a lo largo del tiempo», enfatizó Pimienta, quien agregó que a este elemento de valor patrimonial e histórico se le hizo conservación preventiva y curativa.
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