Escribir sobre el cuerpo y sus movimientos
Escribir sobre el cuerpo y sus movimientos
¿Cómo es escribir sobre la danza en el contexto local? En Medellín esta tarea ha sido liderada por profesoras de la UdeA que han mezclado la escritura con los movimientos corporales, como si una fuera la continuidad de la otra y trazando narrativas sobre el desarrollo de las danzas en las calles de la ciudad.
Zahira López danza en la obra «Addictus» de la coreógrafa Carolina Petit. Fotografía: Karman Ossa.
En las calles del Valle de Aburrá se ha privilegiado la fiesta, y la danza es el lenguaje que ha servido para marcar ritmos y movimientos en cada época. Cumbia, tango, salsa, break dance, perreo… para todos, el Valle tiene sus templos para bailar cada baile. El periodismo de a pie, el método etnográfico —investigación cualitativa, basada en la observación participante— y la historia del arte han conectado estas apropiaciones culturales en páginas de libros, revistas y periódicos. En la mayoría de los casos no son ritmos nacidos en Medellín, pero se viven en ella, tanto, que hoy es conocida como la capital mundial del reguetón, y la ciudad vuelve a estar en el centro de atención, como lo estuvo en la época dorada de Discos Fuentes y el chucu-chucu a mediados del siglo pasado.
«Una delgada línea conecta al tango y al perreo. Ambas danzas y ritmos están ligados a Medellín, aunque ninguno de los dos haya nacido aquí. Sus movimientos característicos son arrebatados y, a menudo, llevan los cuerpos al éxtasis. Se bailan en arrabales y suburbios, están conectados con lo popular y son lejanos a las danzas de salón. Del reguetón derivó el parlache y del tango, las voces lunfardas. De hecho, el tango es el reggaetón de la época», opinó Zahira López Quintero, escritora, bailarina e investigadora de los ritmos y el cuerpo.
La escritura y la danza tienen más relaciones y semejanzas de las que se creen. La primera se asocia al movimiento del pensamiento y las manos; la segunda, al del cuerpo entero. Ambas requieren dinamismo y capacidad de secuenciación.
López Quintero es egresada de Periodismo y de la Licenciatura en Educación Básica en Danza, pregrados de la Universidad de Antioquia, en donde ha ejercido la docencia desde 2019. Es autora de los libros Poetas del movimiento, 30 años de danza concierto (2020), El cantor parrandero Octavio Mesa (2018) y es una de las cronistas del libro compilatorio Amores que parchan en las esquinas. Recopilación de crónicas sobre Medellín (2024), de la Colección Palabras Rodantes del Metro de Medellín. Además, ha escrito diferentes capítulos de libros y crónicas sobre bailes y danzas en Antioquia, una de ellas, Danzar es vivir. Entrevista a Beatriz Vélez, en donde habla de la coreógrafa, bailarina y maestra dedicada a la danza contemporánea.
«Vemos la escritura como algo cerebral, de la mente, y olvidamos que todo lo que interpretamos y escribimos nos pasa por el cuerpo; ese cerebro es también nuestro cuerpo. Mientras más conectados estamos con el cuerpo, mayor fluidez tenemos en la escritura. Nuestros bloqueos mentales son bloqueos del cuerpo. Todo escritor sabe que hay que mover las ideas, no es bueno que se atoren, ya que tejer las palabras requiere fluidez», López Quintero, periodista, y rememoró la frase del escritor Paul Auster en Diario de invierno (2010): «La escritura es el arte menor de la danza».
El Tíbiri, Perro Negro Club, La Fuerza: Medellín es una ciudad de templos de danza, y en muchos parques, como el de San Ignacio, se reúnen los bailadores dar sus pasos al aire libre. Para López Quintero, otros espacios para desplegar la danza han sido las universidades, en las que ha sido profesora de diferentes cursos que ha aprovechado para borrar los límites que se le imponen a la danza y la escritura.
«Hay algo muy transparente en la escritura de los jóvenes bailarines, les enseño a escribir desde lo que he denominado “Danzar la palabra y apalabrar la danza”. Después de dejar sus miedos, empiezan a ver que el lenguaje y la escritura también les pertenecen. Son jóvenes que al llegar a la escritura son muy particulares, a veces no encuentran las palabras para tejer una idea, pero el método somático, que surge del movimiento del cuerpo, mueve también el pensamiento, y les permite comunicarse con el mundo», sintetizó.
La danza ha estado por siglos
Todos los pueblos humanos han danzado, unos más que otros, cada uno desde sus aproximaciones al cuerpo, al espacio, al ritmo, entre otros factores culturales. De los rituales de fecundidad, caza o guerra, fue adquiriendo cada vez más un tinte social, con adaptaciones en cada una de las grandes civilizaciones —Egipto, Grecia, Roma—, pero solo hasta el Renacimiento italiano comenzó a considerarse la danza como un arte y con ello se dio el nacimiento de la danza moderna, introducida por el apoyo de la reina Catalina de Medici a las historias mitológicas bailadas. Justo en esa misma época —1425—, Domengo di Piacenza escribió De arte saltandi et choreas ducendi, el primer tratado sobre danza, cuyo manuscrito original se conserva hoy en la Biblioteca Nacional de Francia.
Escribir sobre el cuerpo y sus movimientos
De la obra «Addictus» de la coreógrafa Carolina Petit. Fotografía: Karman Ossa.
Juliana Congote Posada es magíster en Historia del arte, doctora en Artes y profesora del departamento de Artes Escénicas de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia. Ha habitado el mundo a partir de la danza, su producción académica está ligada a las escrituras del cuerpo y las dinámicas del movimiento. Como profesora ha asumido el liderazgo del Laboratorio de Investigación en Danza y la coordinación del doctorado en Artes de la UdeA, ha producido cerca de 20 artículos y cinco libros sobre ritmos, historias y personajes de la danza en Antioquia y Colombia.
Para ella, los bailarines danzan para crear, formar, circular y proyectarse, pero tiene más beneficios: «Por el simple placer de bailar, para transformar a la comunidad, para crear memoria, como un discurso político, para hacer un aporte social, para sanar y sanarse, como sustento de vida, y muchas más. Hay que pensar la danza como medio de transformación social, como puerta de entrada hacia imaginarios sociales complejos y como práctica ciudadana democrática y diversa», destacó Congote Posada, quien lideró en 2019 la investigación Lineamientos para la consolidación de una política pública de danza como bien social y cultural de Medellín. En la actualidad trabaja con el colectivo artístico multidisciplinar de investigación, creación y formación Zonasuspendida.
Ambas fuentes señalan que la escritura y la danza confluyen, entre otros puntos, en su función social, en posibilitar el encuentro con el otro, especialmente en los ámbitos recreativo y formativo, lo que lleva a elaborar colectivamente formas de pensar y habitar el mundo. La cantidad de géneros dancísticos es una evidencia de la diversidad de los cuerpos de los que danzan y de los que las observan; además, es un camino al reconocimiento de lo colectivo e interculturalidad desde la experiencia y el sentimiento.
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