Oxitocina, la hormona del vínculo entre perros y humanos
Oxitocina, la hormona del vínculo entre perros y humanos
Detrás de la mirada profunda y sostenida de un perro, que genera ternura en su humano compañero, hay una cadena de mecanismos químicos y neurofisiológicos —invisibles— que garantizan la aparición de sensaciones de bienestar y sentimientos de cariño. La oxitocina es la piedra angular de la transmisión de afecto en los mamíferos y hoy tiene aplicaciones clínicas, neurológicas y psiquiátricas para la búsqueda de armonía para humanos.
Una mirada, una caricia, el movimiento de su nariz: gestos sutiles con los que los perros llenan de ternura y bienestar a los humanos. Fotografía: Dirección de Comunicaciones/ Alejandra Uribe Fernández.
Hace cerca de 20 000 años los lobos grises —parientes más cercanos de los perros— corrían cerca de las manadas humanas; en plena Edad del Hielo, mientras más comida o posibilidades de calor tuvieran, más se acercaban estos dos mamíferos. La evolución de ambas especies se dio conjunta, y con ella surgió la domesticación, un fenómeno que determinó la historia de ambos animales. Hoy disciplinas como la etología, la psicología y la antropología examinan las habilidades sociocognitivas de los perros, por ayudar a generar mecanismos que impulsan el bienestar humano sin pedir nada a cambio.
En los mamíferos, la oxitocina, también llamada «hormona del amor», es uno de los facilitadores en situaciones cruciales para el cuerpo, pues sube la sensación de dolor, por ejemplo, en el parto. «Es un péptido —molécula de varios aminoácidos— que se sintetiza en el hipotálamo y se secreta por la glándula pituitaria posterior, que está detrás de los ojos. Como todas las hormonas, se libera como respuesta a estímulos. Esta, en particular, tiene un rol fundamental en la lactancia y el parto, ya que disminuye el dolor y la posibilidad de infecciones. En los nacimientos aumenta su concentración, porque la oxitocina tiene receptores en el útero que amplían la fuerza y frecuencia de las contracciones, y con ellas la disposición de la madre», puntualizó Jaime Alejandro Hincapié García, profesor e investigador en ciencias de la salud de la Facultad de Ciencias Farmacéuticas y Alimentarias —Cifal— de la Universidad de Antioquia.
Esa disposición a regular los vínculos hace que sea un potente neuromodulador del sistema nervioso frente a los estímulos que el hipotálamo asume cuando, por ejemplo, un perro mueve la cola como expresión de afecto o cuando se echa bocarriba como invitación a la caricia o el juego. Estas actividades redundan en bienestar, y determinan desde comportamientos sociales hasta decisiones sentimentales o de vida.
«En tratamientos psicológicos y psiquiátricos hemos encontrado el efecto positivo y de acompañamiento que constituye la compañía de un animal, como un perro o un gato, para personas a las que se les dificulta socializar o que han perdido algún ser de su núcleo familiar. Uno de los factores que disminuye la ansiedad y la depresión es que se crean vínculos, y estas tienen mejor pronóstico ante las enfermedades mentales», afirmó el profesor e investigador Johny Andrey Villada Zapata, profesor del departamento de Psicología de la Universidad de Antioquia y coordinador de la Maestría en Psicología de la misma área.
Un buen ejemplo se da en personas a las que se les dificulta la comunicación. La interacción con animales, al facilitar la liberación de oxitocina, puede mejorar conductas para la integración social y la formación de relaciones de confianza. Junto con la liberación de serotonina y dopamina podría explicar esa facilidad que expresan muchos humanos compañeros de perros con cuadros de depresión o aislamiento social en cuanto al acercamiento a otras personas.
¿Y qué significa para los perros la compañía de los humanos? «Puede ser o no un estímulo de bienestar, dependiendo de la calidad de la interacción. Sin embargo, en situaciones de cuidado y cariño, como una caminata o una sesión de juego o ejercicio, o en actos tan simples como peinarlos, acariciarlos o alimentarlos, se incrementa la sensación de bienestar, lo cual termina siendo un beneficio en doble vía», aseguró Natalia Álvarez Hernández, etóloga e investigadora de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Antioquia. Sin embargo, sostiene que no hay que caer en los excesos de la culturización y la domesticación, justamente por el bienestar del animal.
Un experimento contundente
En mayo de 2003, Johannes Odendaal y Roy Alec Meintjes, profesores e investigadores de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Pretoria en Sudáfrica, aportaron al mundo las conclusiones de su experimento sobre el antes y después de 18 personas en interacciones con 18 perros por más de media hora. El estudio, denominado «Correlatos neurofisiológicos del comportamiento afiliativo entre humanos y perros», midió niveles de cortisol, dopamina, endorfinas, oxitocina, prolactina y ácido fenilacético en muestras de sangre de ambas especies y brindó un panorama sobre su estado emocional.
Entre los hallazgos más relevantes se anotó el incremento de los niveles de todas las hormonas ligadas al bienestar y la reducción del cortisol —principal hormona del estrés— en humanos, mientras que en los perros no fue significativo. La oxitocina particularmente se diferenció de las demás hormonas ligadas al bienestar en tanto fue mucho mayor en las interacciones de dueños con sus propios perros que en el caso de interacciones con perros desconocidos, con lo cual se advierte un afianzamiento del bienestar con relación a la confianza y la filiación.
Apoyo del bienestar mental
En la Universidad de Antioquia se desarrolló una investigación en la que convergen las perspectivas de la etología, la psicología, la antropología y la historia en torno a las relaciones entre humanos y perros. Relación habitante de calle con su perro de compañía en la ciudad de Medellín, Antioquia fue el trabajo de grado de la estudiante Katherine Londoño Arbeláez, con el cual logró su grado de socióloga en 2021. En el trabajo se da un rescate de la dignidad humana que, independientemente de su situación de vulnerabilidad, protege al animal de compañía y, asimismo, muestra cómo la presencia de un perro puede reducir el consumo de sustancias psicoactivas y representar para ellos una alegría.
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