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Periódico Alma Máter

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Del campo a la mesa: un viaje de pérdida de alimentos

26/02/2025
Por: Andrea Carolina Vargas Malagón. Periodista de la Dirección de Comunicaciones

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura —FAO—, más de 700 millones de personas en el mundo sufren por hambre mientras que una quinta parte de todos los alimentos que se producen a nivel global terminan en la basura. La pérdida y desperdicio de alimento es una problemática que intensifica la inseguridad alimentaria, impacta negativamente el medio ambiente y aleja cada vez más a las naciones de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 correspondientes al fin de la pobreza, cero hambre y la producción y consumo responsable. 


En promedio, cada persona desperdicia 79 kilogramos de alimentos al año. El equivalente a 1,3 comidas diarias para todas las personas hambrientas del mundo. Foto: Freepik

«Tantos niños sin comer y usted botando la comida», es una frase de cajón de las abuelas, o se trata de una realidad que en ocasiones se convierte en paisaje. 

1000 millones de raciones de comida es el equivalente a la cantidad de alimentos que se desperdician alrededor del mundo año tras año, así lo reveló el más reciente informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente —PNUMA—, publicado en marzo de 2024. De acuerdo con el documento, en América Latina se generan más de 130 millones de toneladas de residuos orgánicos al año, cifra que la entidad equipara con 130 millones de toneladas de alimentos —solo en Colombia, la pérdida y el desperdicio anual asciende a 9.7 millones de toneladas—.  

Si a esta realidad se le suma que, según datos de la FAO, en el mundo más de 733 millones de personas padecen hambre y otras 2330 millones se enfrentan a inseguridad alimentaria y nutricional, surge el cuestionamiento: ¿Por qué se pierde y desperdicia tanto alimento y al mismo tiempo tantas personas pasan hambre?

Una persona padece inseguridad alimentaria cuando no tiene acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos que contribuyan a su normal crecimiento y desarrollo, lo que impide tener una vida activa y saludable. 

De acuerdo con Alejandro Franco Aguilar, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Farmacéuticas y Alimentarias de la UdeA —Cifal—, para afrontar esta problemática el primer paso es entender la diferencia entre pérdida y desperdicio para así mismo saber qué posibles soluciones se pueden aplicar con el fin de mitigar cada fenómeno.  

«La pérdida de alimentos se refiere a la disminución de los alimentos disponibles para consumo humano por ineficiencias en la cosecha, almacenamiento, empaquetado, transporte, infraestructura y mercado, mientras que el desperdicio de alimentos está relacionado con los hábitos de compra y consumo de los consumidores finales», explicó el profesor Franco. 

Por otro lado, Gigliola Agudelo Bolívar, magister en Ciencias de la Alimentación y Nutrición Humana y docente de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia, explicó que en el momento que la comida se produce hasta que llega al consumidor final, esta pasa por una cadena de suministros y en cada eslabón, diversos factores influyen en la pérdida y desperdicio de alimentos: «En Colombia, por ejemplo, la pérdida de alimentos está relacionada con las condiciones climáticas y geográficas. Ahora, con la crisis climática, si tenemos heladas, granizo o inundaciones en zonas de cultivo, se pierde el alimento incluso antes de llegar al punto en que está disponible para el consumo humano», comentó Según el Banco Interamericano de Desarrollo —BID— el 28 % de alimentos que se producen se pierden en la cosecha, el 21 % en el transporte y el 6 % en el procesamiento, mientras que en la distribución y la comercialización se desperdicia el 17 % y el 28 % en el consumo final.

Según la Organización de las Naciones Unidas —ONU—, en Colombia, 1 de cada 3 toneladas de comida termina en la basura. Frutas, verduras y raíces son los alimentos más afectados, y el desperdicio en hogares es enorme.

En el caso específico de Colombia, de acuerdo con datos del Departamento Nacional de Planeación —DNP—, cuyos registros están actualizados hasta el 2016, la pérdida de alimentos se concentra en la producción agropecuaria y el desperdicio en la distribución.  

En cuanto a la producción agropecuaria la pérdida asciende a un 40 % del total de lo que se produce debido a plagas, pérdida de las cosechas debido a factores climáticos, poca rentabilidad para los agricultores al momento de cosechar, hacinamiento del ganado durante el transporte y el mal estado de las carreteras, lo que dificulta el traslado de los alimentos a sus destinos finales. 

Por otro lado, el desperdicio en la distribución representa un 20.6 % debido a los altos estándares exigidos por los grandes supermercados. «Los alimentos que se comercializan para el consumo humano deben cumplir con ciertos estándares de calidad que además de la inocuidad —es decir, que no dañen la salud de las personas tras su consumo— y su valor nutricional, también deben cumplir con apariencia estética, tanto así que los supermercados de cadena rechazan algunos productos alimenticos que no cumplan con el peso, tamaño y apariencia. Alimentos que terminan siendo desechados o desviados a otros usos diferentes al consumo humano», explicó Franco.

No se trata solo de inseguridad alimentaria

Este despilfarro de alimentos alrededor del mundo también impacta de manera negativa la economía y el medio ambiente, así lo afirma el Panel Intergubernamental del Cambio Climático —IPCC— que estima que la pérdida y desperdicio de comestibles a nivel mundial tiene un coste de más de 440 000 millones de dólares cada año y la producción perdida representa entre 8 y 10 % de los gases de efecto invernadero, ya que , al convertirse en un residuo orgánico, en su proceso de descomposición produce gas metano. 

«Reducir el desperdicio de alimentos es esencial para luchar contra la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación, y también para enfrentar los desafíos de la desertificación y la degradación de suelos de tierras productivas. El 28 % de la superficie agrícola mundial se está usando para producir alimentos que se pierden o se desperdician», afirmó Juan Bello, director regional del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, durante la conmemoración del Día Internacional de la Concienciación sobre la Pérdida y Desperdicio de Alimentos celebrado el 29 de septiembre de 2024.

El consumo responsable es tu aporte a la solución

Si bien la solución a esta problemática apunta a colaboraciones público-privadas entre empresas, ONG y los diferentes actores en la cadena de suministros, junto a la implementación de políticas públicas, en los hogares y los comercios minoristas es posible contribuir a disminuir el desperdicio y pérdida de alimentos.    

Los alimentos que se dañan en la nevera, los que no se consumen porque ya estás satisfecho y los productos que se vencieron, todos terminan en la basura y contribuyen a agudizar esta problemática que nos afecta a todos. Según cifras del IPCC, cada año los hogares en todo el mundo desperdician 631 millones de toneladas de comida, el equivalente a más de 1000 millones de comidas, es decir, más de una comida diaria por cada persona padeciendo hambre. 

«Se pierden alimentos en el hogar por falta de organización y planificación. Cuando se compran más alimentos de los que se necesitan y cuando las condiciones de almacenamiento en casa no son las adecuadas. Nosotros tenemos una cultura alimentaria muy particular en la que primero compramos alimentos y después decidimos qué preparar, y la línea correcta es pensar qué voy a preparar durante la semana para saber qué tengo que comprar. Incluso, antes de eso, sería ideal ir a la alacena y mirar qué ingredientes tengo y revisar a conciencia si necesito comprar más», explicó Gigliola Agudelo. 

La manera más rápida y eficiente de contribuir a en la reducción de la pérdida y desperdicio de comestibles es cambiar de hábitos de consumo, desde planificar qué comprar, ser consciente de qué es lo que realmente se necesita en casa, comprar lo necesario a corto plazo y tratar de consumir todos los alimentos antes de reemplazarlos, aprender a almacenar las verduras y hortalizas para prolongar su vida útil y preparar y servir porciones que tenga la seguridad de que se van a consumir y así evitar la generación de sobras que terminarán en el basura. 

«Cuando las personas reordenan sus pensamientos, su planificación y su cocina, ahorran dinero, evitan muchos desperdicios de alimentos y contribuyen a fortalecer un consumo consciente, responsable y sostenible», agregó Agudelo.

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