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La UdeA lidera trabajo por la restauración ecológica de cuencas en el Bajo Cauca

08/04/2025
Por: Carlos Olimpo Restrepo S. Periodista de la Dirección de Comunicaciones UdeA

De las más de 120 microcuencas que abastecen acueductos rurales en los seis municipios del Bajo Cauca, 22 fueron priorizadas en el «Proyecto Integrador Transformador. Bosques y Agua». Con este proceso, la UdeA y la Agencia de Renovación del Territorio trabajaron hombro a hombro con habitantes de la región para sentar las bases del plan de restauración ecológica participativa, que contempla alternativas productivas para la oferta y disponibilidad de agua, en cantidad y calidad para las comunidades. 

La participacioón comunitaria fue el eje para la elaboración del diagnóstico de las microcuencas abastecedoras de los acueductos. Foto: cortesía

El agua es fundamental para la vida. Y la vegetación natural, en especial la de los bosques tropicales, es imprescindible para conservar el agua. Entonces, ¿por qué se deforesta para abrir espacios para la ganadería intensiva u otras actividades agropecuarias y por qué se arrasan zonas naturales para extraer unos gramos de oro?

Esta pregunta fue punto de partida en los encuentros entre las comunidades asentadas en las microcuencas de los seis municipios del Bajo Cauca con profesores e investigadores de la Universidad de Antioquia, integrantes del Grupo Ecología Aplicada —adscrito a la Escuela Ambiental—, y del Instituto de Estudios Regionales —Iner— de la Universidad de Antioquia, para avanzar en el diagnóstico sobre las condiciones del abastecimiento del recurso hídrico en esa subregión antioqueña.

Así lo recuerda Emilce Guerrero Meneses, quien, con su familia y otros vecinos del corregimiento Palomar, en Caucasia, participó en varios encuentros que hicieron parte del «Proyecto Integrador Transformador. Bosques y Agua: restaurar lo común para reconciliar la vida», el cual hace parte de las iniciativas que adelanta la Agencia de Renovación del Territorio —ART— en municipios incluidos en los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial —PDET—.

Esta mujer, una de las guardianas del río Cauca —figura creada por sentencia del Tribunal Superior de Antioquia al declarar a ese afluente como sujeto de derechos en 2019— hace parte del consejo comunitario afro Palomar y es una de las voces más respetadas de la zona en lo referente al recurso hídrico. «Cuando llegaron los muchachos —en referencia a los miembros de la Universidad—, fueron a las veredas para preguntar qué era lo que querían allá, cuáles debían ser las comunidades y microcuencas priorizadas, por eso este fue un caso exitoso, porque en otras ocasiones venía gente con proyectos hechos en los escritorios, sin contar con las personas de acá», aseguró la lideresa.

«Este es un convenio interadministrativo cuyo propósito central era formular un proyecto para la restauración ecológica de las 22 microcuencas priorizadas que aportan a sistemas de abastecimiento de acueductos rurales en seis municipios», explicó John Dairo Zapata Ochoa, profesor de la Escuela Ambiental, de la Facultad de Ingeniería, y codirector del proyecto.

La implementación del convenio comenzó en julio de 2024, centrado sobre todo en trabajo de campo, toda vez que la información de base era muy limitada, y aunque el componente técnico era muy importante, el aporte de la comunidad era fundamental y, por eso, se requirió la participación activa de los habitantes de las zonas rurales desde el comienzo, para lograr una construcción transdisciplinar.

«Identificamos aproximadamente 120 acueductos comunitarios en la subregión y para nosotros fue un desafío de cinco meses para tener el panorama completo, hacer la priorización y adelantar el diagnóstico centrado en las 22 microcuencas seleccionadas», explicó el docente Zapata Ochoa.

«Logramos concientizar sobre la necesidad de conservar y restaurar los bosques para el beneficio de todos, mediante ese trabajo conjunto entre distintos grupos específicos de la comunidad —grupos étnicos, víctimas—, el Estado, en cabeza de la ART, las administraciones de los municipios y la Universidad, representada por la Escuela Ambiental».
Juan Camilo Villegas Palacio, director del proyecto y coordinador del grupo de investigación en Ecología Aplicada de la UdeA.
 

Proyecto en una zona con grandes dificultades ambientales

Los asistentes a los talleres recibieron una certificación de su formación en aspectos ambientales. Foto cortesía

El Bajo Cauca antioqueño está conformado por seis municipios, que se extienden entre las estribaciones de la cordillera Central y las cuencas de los ríos Cauca y Nechí como sus principales ejes fluviales, alrededor de los cuales han prosperado las actividades agrícolas, ganadeas y piscícolas, así como la minería del oro.

En este contexto, la subregión se convirtió desde hace varias décadas en un territorio en disputa por los grupos armados, que buscan controlar los recursos de la zona, tanto los de las economías lícitas como los de las ilícitas, entre ellos los cultivos de hoja de coca y la minería ilegal. Por eso, tras los acuerdos de paz entre el Estado y la guerrilla de las Farc, en 2016, los municipios de esta zona fueron incluidos dentro de los «pedet».

«Esta es una de las zonas más complejas del país en cuanto a problemas ambientales, sobre todo por la actividad minera», dijo Julián Cerón Figueroa, de la subdirección de Ordenamiento y Desarrollo Sostenible de la ART. De acuerdo con el funcionario, fue una tarea bastante compleja llegar a la región y enfrentar este reto. «Por eso, en nuestra búsqueda de un aliado dentro de la academia, encontramos que la experiencia de la Universidad de Antioquia, en específico de la Escuela Ambiental, con unos profesores muy capacitados y una gran calidad humana, era la ideal para llevar a cabo el proyecto».

Para responder a esta expectativa, los docentes y estudiantes de la Escuela Ambiental diseñaron una metodología para elaborar un diagnóstico general, pero que también se adaptara a cada una de las 22 microcuencas y se ofreció formación ambiental a los habitantes de las veredas, con quienes se hizo esta primera fase del trabajo.

«Hubo claridad en el mensaje, cuál era el propósito y hacia dónde iba el ejercicio, por eso entramos desde un principio con talleres en cada comunidad, en una fase que nos llevó por ahí tres meses, desde agosto a noviembre de 2024. Fue muy bonito porque logramos integrar a la gente y dejar algo de capacidad instalada, lo que hizo que sintieran como propio este proyecto», recalcó Zapata Ochoa.

Por su parte, Julián Cerón Figueroa resaltó la satisfacción que deja el proyecto por cómo las comunidades reconocen su la importancia, «pero lo más importante —enfatizó— es que sentimos el cariño de las personas y generamos la confianza con ellas».

Lo anterior es algo fundamental para la continuidad de esta iniciativa, toda vez que luego del diagnóstico debe continuar la ejecución, para que en el corto y mediano plazo se empiece a mejorar el entorno de estas 22 cuencas que abastecen de agua a miles de habitantes y soportan una alta biodiversidad en el Bajo Cauca. Este es un primer paso, según los profesores Villegas y Zapata, para conseguir una verdadera reconciliación en el territorio.

«Este trabajo fue tan transparente que incluso las comunidades que no fueron priorizadas estuvieron de acuerdo con él, continuaron participando y apoyaron la formulación del diagnóstico, porque entendieron que está enfocado en el bien común, algo muy importante en contextos de cambios sociales, económicos y ambientales», afirmó Juan Camilo Villegas. 

Por su parte, John Dairo Zapata puntualizó que «dado el contexto en que se llevó a cabo este proyecto, es importante pensar que la paz no es solo entre humanos, la paz también es una construcción que tiene una manifestación concreta en nuestras formas de habitar el territorio».
 

El diagnóstico traza el camino a seguir

En los casi seis meses de trabajo conjunto, los investigadores de la Universidad de Antioquia y las comunidades asentadas en las cuencas del Bajo Cauca identificaron los aspectos sobre los que se deben realizar acciones para garantizar la restauración ecológica de las fuentes de agua.

En términos generales, se encontró que en toda la subregión hay una alteración significativa de los ecosistemas, particularmente de los abastecedores de acueductos, pero hay unas experiencias comunitarias de trabajo con los acueductos, que muestran que la restauración ecológica es viable en el tiempo y una notoria voluntad de las organizaciones sociales para participar en la ejecución de las iniciativas necesarias para mejorar su entorno.

«Nuestros análisis de cambio climático y el clima en la región, nos muestran que trabajar por la restauración ecológica y el mantenimiento de las fuentes de agua es urgente, porque hay evidencias generales de disminución de la disponibilidad de este recurso», enfatizó Juan Camilo Villegas.

Según el docente, durante la ejecución del proyecto se deberá hacer un monitoreo y una medición continua de todas las características ecológicas —clima, caudales, temperatura, biodiversidad— que aportan datos evidentes sobre el proceso de restauración, y también un monitoreo de la gestión de los acueductos y .de los procesos comunitarios, así como de la diversificación productiva
 

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