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¡Gracias Botero!, maestro «honoris causa» en Artes Plásticas de la UdeA
¡Gracias Botero!, maestro «honoris causa» en Artes Plásticas de la UdeA
En 1994, la UdeA le otorgó al maestro Fernando Botero el título «honoris causa» en Artes Plásticas. Hoy, con la tristeza que genera su partida, exaltamos su talento y nos unimos a ese ¡gracias! colectivo que inspira no solo el artista, sino también, y muy especialmente, el ser humano que con su generosidad le reveló a toda una ciudad, a todo un país, a la sociedad en pleno, el poder transformador que tiene la cultura.
Fotografía: David Estrada L. / Cortesía Museo de Antioquia.
La Universidad de Antioquia se une a las manifestaciones de admiración, reconocimiento y tristeza por la partida del maestro Fernando Botero, un referente del arte nacional e internacional que con su talento y gran generosidad inspiró y consolidó un hito en la historia de Medellín, Antioquia y Colombia: demostrar que la cultura y el arte contienen esa virtud —poderosa e indescifrable— que logra transformar las inequidades en paz, desarrollo humano y apropiación cultural y social.
Con su genialidad artística y su sello único, el maestro Botero despertó la sensibilidad y el interés de millones de personas de todas las latitudes. Su obra, que contiene en cada trazo y moldura una aguda y particular lectura del entramado social de Antioquia, de Colombia y del mundo mismo, trascendió fronteras y generaciones, y se constituye hoy en un legado y patrimonio cultural invaluable.
En 1994, la Alma Máter de los antioqueños le otorgó al maestro Botero el título honoris causa en Artes Plásticas, un reconocimiento merecido por su contribución extraordinaria al mundo del arte. Sus creaciones, marcadas por su estilo inconfundible, están inscritas con irrefutables méritos en los cánones de la pintura y la escultura contemporáneas.
En los archivos del Liceo Antioqueño de la Universidad de Antioquia está consignado el testimonio de que el joven Fernando Botero concluyó sus estudios secundarios en 1950, después de haber llegado del Colegio San José de Marinilla. Esta institución educativa fue testigo de los primeros pasos de un artista prodigioso que, con el tiempo, conquistaría el mundo con su talento.
Hoy, el legado del maestro Botero perdura en cada trazo, en cada curva y en cada volumen de sus obras maestras. Recordaremos siempre su pasión por el arte y su amor por Antioquia, que quedaron plasmados en cada pincelada y en cada escultura que creó.
Acompañamos en su tristeza a su familia y seres queridos. La Universidad de Antioquia rinde homenaje a un hijo ilustre, un maestro inmortal y un tesoro de nuestra cultura. Fernando Botero vivirá por siempre en nuestras memorias y en su maravillosa obra.
Botero, «una invención enorme y mítica»
Los archivos del Liceo Antioqueño de la Universidad de Antioquia dicen que Fernando Botero terminó allí sus estudios secundarios en 1950 después de haber llegado del Colegio San José de Marinilla. En 1994 recibió el título Honoris Causa en Artes Plásticas. Como artista, se expresa en el lienzo y la escultura. Dibujante, muralista e ilustrador —de textos de Gonzalo Arango y Gabriel García Márquez— es reconocido por sus personajes sensuales y voluminosos en pinturas y esculturas monumentales.
La Medellín de sus inicios carecía de museos de arte y academias reconocidas, apenas superaba los cien mil habitantes, y esto como resultado de las migraciones internas que se produjeron con la expectativa de la industrialización a partir de 1910.
Este texto fue publicado en el libro «Espíritus libres. Egresados Universidad de Antioquia» (2012). Perfil escrito por Álvaro Cadavid Marulanda | Fotografía: David Estrada L. Cortesía Museo de Antioquia
De la valoración de su obra existe amplia bibliografía. La crítica argentina Marta Traba nos explicó, a los colombianos, el valor de las búsquedas de Botero en un entorno pacato al que se le dificultaba entender cualquier obra que fuera más allá del romanticismo primario imperante en un lugar de comerciantes y mineros. Traba comentó así la exposición de Botero en el Museo de Arte Moderno de Bogotá en 1964: «El mayor problema que plantea la muestra de Botero es el de la fealdad; es difícil de aceptar porque se refiere a una apariencia; está maltratando únicamente la superficie, el volumen o la dimensión normal de las cosas. No es una fealdad moral, de adentro, de contenidos, que traduciendo la esencia dramática del hombre llega a producir monstruos. Nada de eso: la fealdad de las figuras de Botero es lo que está, ni más hondo ni más lejos de lo que está. Se presenta como una invención enorme y mítica de formas nuevas, tan distintas a las reales que no aceptan con ellas comparación alguna».
La estética de Botero, contemporánea monumental y voluminosa, es una construcción surgida de su acercamiento y apreciación del Renacimiento y el Quattrocento y de su aproximación a los maestros de la historia del arte. En París conoció a los expresionistas. En Madrid e Italia asistió a las academias San Fernando y San Marcos. Estudió a Velásquez, a Goya, a Tiziano, a Tintoretto, a Rubens y a Piero della Francesca. En México aprendió de la obra de Rufino Tamayo, José Luis Cuevas, y de sus grandes muralistas.
Encontró su expresión y construyó un universo estético que identifica sus lienzos y esculturas. Marta Traba reconoció otros rasgos: «En el artista convive también el poco ceremonioso cuentero antioqueño, lleno de sentido del humor... En sus cuadros es fascinante leer un sinnúmero de historias en las que, como en los cuentos, la culebra, la mosca o la manzana están ahí porque se necesitaban para completar la composición». Su obra incorpora temas como la tortura en Iraq, la violencia, el narcotráfico; aparecen animales como el toro, el olor y el color locales. Su obra es punto de encuentro, se convirtió en un referente de ciudad, en un vínculo táctil presente en las plazas públicas, centros culturales y vehículos de transporte público, sin que eso implique que todos comprendan el sentido simbólico de su obra. Esa identidad ciudad-artista se amplía en los colombianos, que la asumen como propia al verla en las vías principales de Madrid, París, Lisboa o Nueva York.
Fernando Botero compartió con Gonzalo Arango en el liceo Antioqueño e hizo parte del círculo de intelectuales y artistas cercanos al maestro Fernando González. Asimismo, se relacionó con la generación alrededor de la revista Mito, de la que hacían parte intelectuales del siglo pasado como Camilo Torres Restrepo, Eduardo Ramírez Villamizar, Gabriel García Márquez, Rogelio Salmona y Jorge Gaitán Durán.
Botero es lo que es, por su talento y disciplina creadora. El entorno de ciudad que le tocó, poco puede ufanarse de esos logros. Quizás acá sus paisanos convivimos con su obra sin la suficiente objetividad y las herramientas necesarias para apreciarla. Quizás por eso nos queda más difícil valorar, más allá del adjetivo gratuito, el potencial universal de su obra.
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