Un corazón que latió en el siglo XIX pervive en el Museo Universitario
Un corazón que latió en el siglo XIX pervive en el Museo Universitario
En la Colección de Historia del Museo Universitario pervive un corazón que en vida latió en el cuerpo de un amante acérrimo de la Alma Máter: Marco Antonio Ochoa, quien fue vicerrector hasta que murió en 1891 y que dejó escrito en su epitafio: «Mi alma a Dios y mi corazón a la Alma Máter». Su familia cumplió literalmente con su voluntad. La celebración de los 220 años de la Universidad de Antioquia es la ocasión para revisitar este legado.
Foto:Dirección de Comunicaciones UdeA / Alejandra Uribe F.
Un corazón es una aparición inusual en el Museo Universitario de la Universidad de Antioquia —Muua—, y es clasificado como una pieza perteneciente a «otras disciplinas». Este que nos ocupa se encuentra disecado y tiene una consistencia similar a las de las piezas de yeso propias de las colecciones de arte. Reposa en una urna de madera y vidrio, y su soporte es una flor, también de vidrio. La estructura completa hace parte de la Colección de Historia que se conserva en el sótano de la pinacoteca.
Llegó allí por voluntad de su portador, quien en vida le pidió a su familia que fuera la Universidad la depositaria de su órgano primario: «Mi alma a Dios y mi corazón a la Alma Máter», se lee en el epitafio de Marco Antonio Ochoa, profesor y vicerrector de la Universidad —cuando no había divisiones administrativas universitarias, como existen hoy—. Marco Antonio desplegó su misión en la institución en el siglo XIX.
Esta época determinó lo que ahora conocemos como el patrimonio cultural y arquitectónico de la UdeA; después de ser cuartel de guerra —eran los días de la guerra de la Regeneración—, la Alma Máter había abierto nuevamente sus puertas, en 1886, con programas de las facultades de Filosofía y Letras, Jurisprudencia y Medicina, así como de las escuelas de Artes y Oficios, y de Minas.
Según la segunda edición de la Monografía de Envigado —1964—, de Sacramento Garcés Escobar, Marco Antonio, hijo de don Eusebio Ochoa y doña Nicolasa Escobar, nació el 10 de enero de 1852 en una casa situada en la plaza principal de Envigado. Durante su lapso de vida se dedicó a la docencia, la filología y el pensamiento crítico. Hasta 1879 fue profesor del Colegio de La Unión en Medellín y, posteriormente, y durante 14 años, se dedicó a la docencia y labores administrativas en la Universidad de Antioquia.
Su amor por la Universidad quedó consignado en la herencia de su órgano vital, que ha sido conservado por más de 130 años, no con fines científicos, sino patrimoniales, como pieza de museo: «Desde la Colección de Historia disponemos de las herramientas y los recursos necesarios para que cada objeto preservado perdure en el tiempo. En el caso de este corazón, ha sido clave su almacenamiento: una urna de 44 centímetros de largo por 31 de ancho en la que permanece embalsamada esta huella que, sin duda, es una de las más especiales que tenemos en nuestros registros», comentó Liliana Correa Rodríguez, curadora de la Colección de Historia del Museo Universitario.
La madera de esta urna es de laurel comino, árbol endémico de la familia de las lauráceas, que crece en diferentes departamentos de Colombia. Su simbología está asociada a la resistencia y la longevidad y se dice que su madera es incorruptible, es decir, que resiste a las plagas y los hongos. Esta urna ha sido un hogar seguro para que las nuevas generaciones puedan observar ese corazón que permanece en ella, inmóvil, pero protegido ante los avatares del tiempo.
Registros de la historia oficial
Aunque la bibliografía de la época es escasa, en el libro del centenario Universidad de Antioquia: 1822-1922 —1923—, escrito por Emilio Robledo, aparece este relato: «En ese mismo año fue nombrado Vicerrector el Dr. Tomás Bernal, por haber fallecido el distinguido Institutor D. Marco Antonio Ochoa E., quien dejó en los anales de la Universidad honda huella, no solo por su rectitud y por sus excelentes dotes de Profesor, sino por el legado que hizo al Alma Máter en su única disposición testamentaria: “Mi alma a Dios y mi corazón a la Universidad de Antioquia”».
Se conoce, por libros y relatos, que esta declaración de amor a la Universidad la recibió el entonces rector Marceliano Vélez —1891-1892—, quien había sido nombrado por el gobernador Baltasar María Atanacio Botero Uribe mediante el Decreto 174 del 30 de agosto. Eran épocas de guerra en las que la educación significaba, más que hoy, un privilegio de pocos.
Este vestigio, patrimonio de la Universidad, y con ello de la humanidad, puede ser visitado en la Colección de Historia del Museo Universitario.
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