Z7_89C21A40L06460A6P4572G3304
Clic aquí para ir a la página gov.co
Z7_89C21A40L06460A6P4572G3305

Periódico Alma Máter

Z7_89C21A40L06460A6P4572G3307
UdeA Noticias
Z7_89C21A40L06460A6P4572G3386
Academia Sociedad Vida

Suicidio: entre la salud mental y la responsabilidad colectiva

27/09/2024
Por: Andrea Carolina Vargas Malagón. Periodista de la Dirección de Comunicaciones UdeA.

Cada año más de 700 000 personas se quitan la vida en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud —OMS—. Solo en Colombia, de acuerdo con el Instituto de Medicina Legal, al año 18 000 intentan suicidarse, cerca de 3 000 lo hacen. Cifras alarmantes de un fenómeno que, por su frecuencia, es catalogado como problema de salud pública. Pero ¿sabemos en realidad qué es el suicidio? ¿Tenemos clara nuestra responsabilidad y deber para mitigar este problema? 


Bogotá y Antioquia tienen la tasa de suicidios más alta de niños, niñas y adolescentes, según investigación realizada por Juan Pablo Zapata, médico psiquiatra UdeA. Ilustración generada con inteligencia artificial: Freepik Pikaso

A finales de julio de 2024, durante por lo menos una semana, la noticia de que una residente de Medicina de una reconocida universidad de Colombia había decidido acabar con su vida, al parecer, por el estrés, la presión y la depresión que le generó atravesar por la etapa final de su carrera fue tema de conversación en medios y puso sobre la mesa un fenómeno del que aún cuesta hablar por el tabú, por prejuicio, por ignorancia o por apatía: el suicidio.  

Para algunos, enfermedad, para otros, la consecuencia de una enfermedad y hay quienes creen que se trata de una decisión de vida y por tanto nadie tendría porqué cuestionarla, pero en realidad ¿qué es el suicidio? ¿cuál es nuestro rol frente a esta problemática? 

«Cuando hablamos de suicidio nos referimos a una acción con la que una persona se provoca la muerte intencionalmente, es decir, hay un conocimiento claro de la consecuencia de ese acto. Sin embargo, se trata de un fenómeno muy complejo donde influyen e interactúan múltiples factores, como el estado del individuo, el contexto en el que se desenvuelve, las personas que lo rodean; por eso hablamos de un fenómeno complejo para no tener una mirada reduccionista a un problema que es tan grave», afirmó Juan Pablo Zapata Ospina, médico psiquiatra, epidemiólogo y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. 

Aunque hay múltiples razones por las que un individuo acaba con su vida, según Zapata, se ha encontrado evidencia que entre el 60 % y 90 % de los casos de suicidio existen problemas mentales de base.  

«A través de una autopsia psicológica se puede reconstruir la historia de la persona que cometió suicidio. Se realiza una entrevista a profundidad con las personas allegadas al individuo para identificar aquello que pudiera haber influido en ese suicidio y lo que se encuentran, generalmente, son indicios de trastornos mentales, es decir, una condición donde los pensamientos, las emociones y las conductas están enfermas», explicó Zapata.

«En Colombia las muertes por suicidio son consideradas como muerte violenta y por ello entran a proceso de evaluación médico legal, ya que, para titularlo como suicidio, se debe establecer que existía intención y conocimiento de las consecuencias de ese acto para provocar la propia muerte», afirmó Zapata.

De acuerdo con el Sistema Nacional de Vigilancia en Salud Pública, entidad adscrita al Ministerio de Salud, entre los diagnósticos más comunes se encuentran el trastorno mixto de ansiedad y depresión, la ansiedad no especificada, la ansiedad generalizada, el episodio depresivo moderado, la perturbación de la actividad y la atención, los trastornos de adaptación y la esquizofrenia paranoide. 

Ante este panorama, es discutible la concepción de que el suicidio es una decisión pues, al existir una alteración profunda, es probable que la determinación de quitarse la vida esté motivada por una perturbación de la realidad causada por ese trastorno mental del que se padece y, en ese sentido, deja de ser una postura realmente consciente.  

«Tomar decisiones vitales como la propia muerte requiere de libertad para hacerlo, pero a veces los trastornos mentales te hacen pensar demasiado en la muerte como el camino para detener el sufrimiento que generan, en ese caso no hay ejercicio de libertad. Estoy tomando decisiones enfermo», explicó Zapata. 

Le puede interesar leer: Preservar el ritual para vivir a pesar de la muerte

En ese mismo orden de ideas, Isabel Cristina Posada Zapata, psicóloga, magíster en Salud Pública y coordinadora del Grupo de Investigación en Salud Mental —Gisame—, adscrito a la Facultad Nacional de Salud Pública de la UdeA, agregó que «el suicidio no es en sí una enfermedad, se trata más de la consecuencia de un trastorno mental o de una crisis momentánea mal manejada de alguien que no tuvo en sus manos las suficientes herramientas para afrontar una situación problemática y crítica», explicó. 

Al ser el suicidio, en muchas ocasiones, la consecuencia de un trastorno de salud mental y no en sí una decisión libre y consciente de un individuo, se convierte en un fenómeno prevenible si se atiende a tiempo por profesionales en salud mental y es justamente a esto que apunta la OMS al catalogar el suicidio como problema de salud pública.

Afecta a otros

De acuerdo con la OMS el suicidio es uno de los problemas de salud pública más urgentes a tratar en el mundo, pues cada año son más de 700 000 personas que se quitan la vida, pero ¿por qué esto nos afecta como sociedad? ¿qué hace a este fenómeno un problema de salud pública? 

«Muchas personas resultan lesionadas con los intentos y muchas otras mueren, siendo este un asunto prevenible. Y es que en la salud pública nos ocupamos de las cosas que hacen que las personas estén más sanas o enfermas o, inclusive, las cosas que hacen que la población muera, y en este caso, las altas tasas de suicidio en todo el mundo hacen que, de alguna manera, nos estemos enfrentando a una pandemia, a un número de muertes que es muy importante y que debemos afrontar», explicó Posada.

«En el mundo, más o menos cada 40 segundos se suicida una persona y muchos de esos suicidios, en su gran mayoría son prevenibles»: Isabel Cristina Posada Zapata. 

Más allá de los daños emocionales que nos pueda generar el que las personas se quiten la vida, este fenómeno también acarrea daños económicos y productivos a la sociedad. «Existen unos indicadores conocidos como años de vida perdidos utilizados cuando una persona muere, en especial si esto le ocurre a alguien joven. Se realiza una correlación entre la edad de muerte y los años de vida que se acaban de perder de esa persona con relación la expectativa de vida del país en el que vive. Entonces, si se tiene una expectativa de vida de 70 años y una persona se quita la vida los 20, quiere decir que de esa persona se han perdido 50 años, tiempo en el que ese individuo pudo haber sido productivo para su país», explicó Posada. 

Este es otro de los factores por los que la OMS hace un llamado a los países del mundo a implementar estrategias efectivas de concientización y prevención del suicidio, porque la muerte de un individuo no solo acarrea el dolor por la pérdida de una vida, sino que a gran escala nos perjudica productiva y económicamente como sociedad. 

Hablar, escuchar y validar sin juzgar es el primer paso para prevenir

Prevenir el suicidio es un deber social, no solo por las repercusiones emocionales y productivas que trae consigo la pérdida de una vida, sino porque, en parte, son las personas las responsables de esos trastornos mentales del otro, que generan la base del fenómeno del suicidio. 

De acuerdo con lo que explicó German Porras, sociólogo docente de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la UdeA, «la sociedad educa a la persona para que se comporte individualmente y tome decisiones y se haga cargo de ellas eso sí, enmarcadas en lo que la sociedad define como bueno o malo. Entonces, cuando el individuo “actúa mal” o “se equivoca”, es juzgado; incluso, hasta tal punto, que esa carga le sobrepasa, y cuando siente que no es capaz de soportarla pueda decidir saltar del barco, es decir, quitarse la vida», explicó. 

Podría pensarse que la determinación de quitarse la vida no es una decisión individual en tanto es influenciada por el contexto en el que se vive y el trato que se recibe de la sociedad.  

Al comprender de qué se trata este fenómeno y reconocer esa injerencia que la sociedad tiene sobre él, se hace más sencillo asimilar que prevenir el suicidio es un deber social del que se debe hablar abiertamente para adquirir las herramientas necesarias que permitan prevenir más muertes por esta causa. 

«Así como nos entrenamos en la ruta de evacuación ante un temblor, deberíamos entrenarnos ante emergencias de salud mental como la ideación suicida. Lo primero es no asustarse por hablar del tema y una vez que lo escucho, demostrarle al otro que entendí su sufrimiento, que valido sus sentimientos e intento guiarle hacia la ayuda profesional que seguramente necesita», explicó Zapata.   

Por otra parte, Posada agregó: «Mientras una persona más hable de su querer morir o de su tristeza o de su desesperación respecto a una situación, es menos probable que se suicide —si encuentra en el otro comprensión, empatía e interés por ayudarle a buscar ayuda— porque, cada vez que hablamos de eso que nos está pasando, lo vamos reconfigurando, lo vemos desde otra perspectiva y puede que terminemos tomando una decisión diferente al suicidio». 

Z7_89C21A40L06460A6P4572G3385
Z7_89C21A40L06460A6P4572G3387
Z7_89C21A40L06460A6P4572G33O4
Z7_89C21A40L06460A6P4572G33O6
Lo más popular
Z7_89C21A40L06460A6P4572G3340