El juicio a Uribe y el paso de la justicia de la venganza a la justicia del derecho
El juicio a Uribe y el paso de la justicia de la venganza a la justicia del derecho
«La sentencia de la jueza Heredia significa un paso histórico de la sociedad colombiana en la senda de la justicia del derecho. Hemos vivido bajo el modelo de la justicia de la venganza desde la guerra de los Mil Días, el asesinato de Gaitán, las guerras de las guerrillas de las Farc, el ELN y los paramilitares. Guerras marcadas por el hecho de que cada parte se ha erigido en juez y ha impartido su concepción de justicia: aniquilar al adversario».
Al iniciar la lectura del fallo en primera instancia del proceso penal contra Álvaro Uribe Vélez, la jueza Sandra Liliana Heredia Aranda hizo una reflexión sobre el sentido de la relación entre la venganza, la justicia y el derecho.
Definió primero qué es actuar en términos del derecho: «La espera ha finalizado. Temis, la diosa de la justicia, permanece con los ojos vendados, no porque ignore, sino porque no prejuzga»... «La justicia, como Temis, no ve nombres, ni cargos, ni estaturas, porque su mirada está enfocada exclusivamente en la verdad jurídica y en el deber ético de resolver conforme a la ley y la conciencia»... «Hoy más que nunca se honra ese principio de que todos somos iguales ante la ley y que el poder judicial existe para recordar que nadie está por encima de ella. Pero también que nadie está por debajo de su amparo».
En la historia de la formación del derecho en la Grecia Antigua fue definitivo el momento en el cual se pasó de la justicia de la venganza a la justicia del derecho, cuando Atenea, que representa la justicia del derecho en la tragedia Las Euménides de Esquilo, sentenció sobre la culpabilidad y responsabilidad del que violó la ley. Esto lo ilustra de forma excelente Christoph Menke en su libro ¿Por qué el derecho es violento?
En la justicia de la venganza, la venganza exige otra venganza, el mal engendra el mal y las injusticias se suman sin destruirse unas a otras. «La legitimidad y el carácter violento de la venganza están enlazados de manera indisoluble: el acto vengativo es una medida por medida y un exceso, que requiere de una nueva acción vengativa para ser puesto en la medida correcta». (Menke).
De acuerdo con la comprensión de la tragedia griega, la venganza sigue la ley de la igualdad; se paga de manera vengativa con la misma moneda. En Agamenón de Esquilo, Clitemnestra y su amante Egisto asesinan a Agamenón, en razón del sacrificio que este ha hecho de su hija Ifigenia; por ello, Orestes asesina a su madre y a su amante y es entonces perseguido por las diosas de la venganza, dado que ya no queda ningún otro miembro de la familia que pueda realizarla. La justicia de la venganza consiste, entonces, en la infinitud del continuo crimen. A la venganza, que es un primer crimen le sigue un segundo crimen, y así sin fin se sigue un crimen de otro.
Menke desarrolla finalmente un modelo del derecho —la justicia del derecho— que surge en contra de la experiencia de la violencia. «El derecho quiere ser un orden normativo de la justicia más allá de la violencia de lo vengativo». En la justicia del derecho quedan atrás la venganza y la violencia y se exige a los adversarios que renuncien, de un lado, a su derecho a juzgar y, de otro lado, a reconocer al otro como juez sobre ambos.
Entrar al derecho exige la sumisión de las dos partes en un conflicto ante el poder de juicio de otro, como lo expresa Orestes en Las Euménides de Esquilo: «Tú, sentencia si obré o no con justicia, pues lo acepto, sea el que sea el fallo que tú emitas». De este modo, el fin de la justicia de la venganza y el ingreso en la justicia del derecho exige de los adversarios renunciar a su derecho a juzgar y reconocer al otro como juez sobre ambos. Atenea, que representa la justicia del derecho, tras oír los argumentos de las partes expone su sentencia: «Este hombre queda absuelto del delito de sangre». De este modo aparece en las tragedias de Esquilo, el juicio, el derecho y el juez que imparte justicia. El derecho inició así su camino en la historia de la cultura occidental.
El conflicto político en Colombia —la guerra— ha sido el resultado de la incesante repetición de la violencia, de la cual Álvaro Uribe ha sido en los últimos años uno de los más importantes determinadores, como quedó establecido en esta sentencia. A la violencia de las Farc, que sometió al país por muchos años al horror, el secuestro, la violación, el terror, Uribe Vélez le opuso, no un modelo de política basado en el derecho, sino una política de violencia y muerte, que se desarrolló con la formación del paramilitarismo y con políticas de muerte, como la de los «falsos positivos». El estado de derecho quedó subyugado a las necesidades de la guerra contra una guerrilla deshumanizada por esa misma guerra y Uribe Vélez terminó mezclado, en aras de alcanzar el triunfo en la guerra, con la peor bazofia de nuestra sociedad, con criminales, bandidos y abogánsters e involucrado en la comisión de conductas criminales, como quedó demostrado en esta sentencia.
En este contexto, la sentencia de la jueza Heredia significa un paso histórico de la sociedad colombiana en la senda de la justicia del derecho. Hemos vivido bajo el modelo de la justicia de la venganza desde la guerra de los Mil Días, el asesinato de Gaitán, las guerras de las guerrillas de las Farc, el ELN y los paramilitares. Guerras marcadas por el hecho de que cada parte se ha erigido en juez y ha impartido su concepción de justicia: aniquilar al adversario.
La ruptura con la justicia de la venganza y el ingreso en la justicia del derecho exigen de los adversarios que se vean a sí mismos como partes, y que renuncien a su derecho a juzgar y que reconozcan al otro como juez sobre ambos. Ingresar al derecho exige la sumisión de ambos lados ante el poder de juicio de otro, como sucedió con Atenea en la tragedia Las Euménides de Esquilo.
Esto precisamente fue lo que afirmó la jueza Heredia: «Este juicio vale decirlo sin rodeos, no es un juicio contra la historia política de Colombia. No es una revancha. No es una conspiración, no es un acto de oposición, ni de política. Es un acto de justicia y solo de justicia». Por eso la sociedad colombiana debe hoy respetar y acatar la institucionalidad y la justicia. Es un paso a la civilidad, el respeto y la dignidad tras décadas de injusticia y guerras.
- Esta columna fue publicada en el sitio web La Silla Vacía.
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