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Opinión

La pirotecnia, un maltrato animal del humano animal

09/12/2020
Por: César A. Orozco R., profesor titular pensionado, UdeA., pediátra neonatólogo y perinatólogo, especialista en Docencia Investigativa Universitaria.

«... Los animales son seres objeto de derechos. La conservación y la protección de los animales atañe y vincula a todas las personas; y más cuando es una mascota acogida en los hogares en la que es un miembro extendido en la familia. ¡El cuidado y bienestar de los animales es una responsabilidad social!...»

Permanentemente el hombre está buscando estímulos externos e intensos para aumentar las sensaciones y experimentar, más que alegría y goce. Las personas exploran en el mundo diferentes formas de recompensa para liberar en el cerebro el neurotransmisor dopamina, y tras alcanzar el objetivo deseado, aparecen endocannabinoides y endorfinas, encargadas de producir placer y que, en el tiempo, tras su exploración reiterada hace que los estímulos sean cada vez más insaciables.

La mayoría de los seres humanos quieren que todo lo excite y genere placer, poco dolor, mínimo esfuerzo y de resultado inmediato. Este pensamiento mafioso inmediatista, facilista y hedonista, desconoce que el placer es algo pasajero, efímero, y que los medios para alcanzar tal experiencia momentánea incitan a la repetición para volverla una adición desmesurada. Se engaña, cree que la alegría y le placer son felicidad.

La felicidad es más duradera, es como un estado de ánimo que en todo y a cada momento se busca como una de conformidad consigo mismo, que se alcanza con lo más simple y pequeño de la vida. La felicidad es llegar a un profundo sentimiento de serenidad y satisfacción de la vida es si misma, simplemente es sentirla como está, independiente de risas, piruetas, apegos, aversiones y riquezas; a mayor sea el esfuerzo para sentirla mayor será su intensidad.

El hombre moderno occidental va más por el placer que por felicidad, por las sensaciones y experiencias placenteras momentáneas de lo externo con el despertar de los sentidos, más por la dopamina que por la serotonina, ese mediador vinculado a la alegría y la verdadera felicidad.

La avidez que dan los excitantes lleva a que la búsqueda de la sensación sea una costumbre como si fuere una adicción o un vicio para luego integrarse en la cultura y, llegase a un momento tal, que hace que los estímulos naturales palidezcan y se banalicen, revele su distintivo de ingratitud, soslaye la inmensidad, la abundancia, la fertilidad y la biodiversidad de la naturaleza.

Son muchos los ejemplos en los que el hombre busca aumentar las sensaciones y experiencias: En los alimentos, los azúcares o la sal, bebidas carbonatados, colas, energizantes, afrodisíacos. Los vicios sociales: Los licores, el tabaco, los casinos, discotecas, conciertos, marihuana, drogas psicotrópicas, sexo desbordado. Los medios de comunicación: Noticieros sensacionalistas, la prensa amarillista, la publicidad erotizada, los programas de farándula. La tecnología: La realidad aumentada, videojuegos, los cines 4D. La recreación: Parques de diversión, los deportes extremos y entre otros, los fuegos artificiales, tan usados y abusados en épocas decembrinas.

La finalidad primigenia de la pirotecnia conlleva lúdica, espectáculo y placer por sus efectos sonoros y visuales de chispas, llamas y humo; pero también quita la tranquilidad y el sueño de muchos, tiene riesgos de incendios, quemaduras y efectos adversos en la audición en el ser humano y los animales.

El oído humano es un órgano muy sensible debido a la fragilidad de los receptores sensoriales llamadas células ciliadas de la cóclea, ubicadas en el oído medio. La salud auditiva la altera los sonidos o ruidos fuertes prolongados o de presentación súbita al provocar un daño irreversible en la transmisión de señales sonoras, por lo que fácilmente se genera sordera neurosensorial.

Se suele usar la palabra sonido para describir algo agradable y ruido se usa para subrayar algo que crea perturbación o un impacto violento, desagradable; es decir, ruido es un sonido no deseado o perjudicial. La pólvora usada en los fuegos artificiales genera ruido.

Los juegos artificiales, tras el placer deseado e intenciones, se vuelven cuasieróticos o, tal vez, una manía o filia que puede ir desde lo normal hasta volverse una actividad obsesiva y patológico de la pirofilia, una afición, atracción, simpatía o inclinación apasionada surgida frente a una realidad construida y enraizada desde la niñez por la familia y amigos pares.

El hedonismo establece el placer como fin y fundamento de la vida y en una actitud vital basada en la búsqueda del placer sensorial e inmediato, narcotiza, idiotizan, como si viviere en un mundo ajeno, en una realidad de ciencia ficción, sin importar el entorno, aislado o ensimismado, como si los otros personas y seres no existieren el equilibrio.

Los sonidos aceptables en el ser humano están en un rango de presión acústica, intensidad o volumen de 30-50 decibelios (dB) que corresponde a una conversación normal. La OMS recomienda no superar los 55-60 dB durante el día. El sonido se vuelve dañino para el oído humano a partir de los 75-80 dB. El límite humano por 8 horas es de 85 dB y a los120 dB el oído alcanza el umbral del dolor.

Muchos hechos de la vida cotidiana, laborales o culturales afectan la audición. Un taladro genera 120 dB, los audífonos de 75-135 dB por más de una hora, los clubes nocturnos de 104-110 dB.

Los truenos en las tormentas son de 110 dB; los terroríficos disparos 140 Db, los petardos y las explosiones de los fuegos artificiales de diciembre, que atemorizan a la aves y mascotas, son hasta 190 dB, que con sus estruendos y destellos pareciere condensar el ruido primitivo de la creación y la energía sonora máxima y esencial de la naturaleza, ¡qué excitante!

Por tanto, tienen mayor riesgo de sordera durante los días de celebraciones de la alborada a media noche el 30 de noviembre por la bienvenida del mes de diciembre, y los días de este mes, el 7 de las velitas, el 25 de navidad y el 31 de fin de año.

La situación es más delicada aún en los animales. El oído de muchos animales es ampliamente más sensible que el humano, posiblemente como una ventaja evolutiva frente a sus depredadores naturales, pero aun así no se escapa al placer maldadoso del hombre con la pirotecnia.

La agudeza auditiva más desarrollada la poseen las polillas, reconoce sonidos muy agudos mayor a los 300 kilohercios (KHz); luego siguen los murciélagos de 212 KHz, los búhos entre 12-200 KHz, los delfines hasta 160 KHz, los elefantes 75-150 KHz. Entre los animales domésticos, un caballo entre 33 75 KHz, los gatos están en un rango de 48-85 kHz, en los perros es hasta 60Kz; generalmente los animales tienen una sensibilidad auditiva mayor que los humanos que sólo alcanza una frecuencia entre 2-5 KHz, incluso hasta 20 KHz, similar al de las aves.

Por la mayor sensibilidad sensorial de los animales perciben sonidos que el hombre no escucha y son más vulnerables a la alteración auditiva. El hecho de tener sentidos más agudos que en los humanos, sienten desorientación, miedo, fobias y estrés postraumático con los ruidos de la pólvora usada en sus festejos.

Los animales no entienden la irracionalidad, las malas costumbres, los hábitos de obrar mal, las excesivas aficiones perjudiciales, la bulla ni los vicios absurdos, estrepitosos y peligrosos del comportamiento del hombre. Las celebraciones del hombre no guardan la Interdependencia que debe existir entre el hombre y la naturaleza.

Los animales son seres objeto de derechos. La conservación y la protección de los animales atañe y vincula a todas las personas; y más cuando es una mascota acogida en los hogares en la que es un miembro extendido en la familia. ¡El cuidado y bienestar de los animales es una responsabilidad social!

A la nueva realidad llega el concepto de sintiencia en los animales, esa capacidad de sentir, percibir o experimentar sensaciones y, por tanto, de la capacidad de sufrir o disfrutar, de sentir dolor o placer, de tener experiencias positivas o negativas.

Los animales son seres no humanos, pero si son seres sintientes, y al llegar diciembre con los fuegos pirotécnicos es como si les arribara la hecatombe, el cataclismo; la urbanización los ha despojado del campo y con los fuegos pirotécnicos los maltrata el hombre animal. 


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia. 

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