El fantasma del fascismo recorre el mundo
El fantasma del fascismo recorre el mundo
«Los discursos neofascistas del siglo XXI adoptan formas y métodos de comunicación modernos, pero en realidad reproducen las prácticas de exclusión del pasado. Orbán, en Hungría, ha creado la imagen del musulmán como enemigo que amenaza la nación. Israel ha creado en Gaza nuevos campos de exterminio. De la misma forma, el odio al extranjero, es un instrumento movilizador que utiliza hoy la extrema derecha en Alemania, Francia, Italia y España, hablando en términos de invasión de migrantes y de amenaza para Europa. En Estados Unidos, ese miedo inventado por Trump y la ultraderecha republicana, está sirviendo para modificar leyes y políticas y para justificar la expulsión».
Hoy en día se habla sobre las formas nuevas y no tan nuevas del fascismo. Hay inquietud y temor ante este nuevo fenómeno político. ¿Pero qué es?
Hace apenas unos años los temas centrales en las discusiones académicas y políticas eran la globalización, el neoliberalismo y el populismo. Después de tantas discusiones, disputas, artículos y libros sobre sus diferentes variantes e implicaciones, estamos ahora frente a un tema que llena los debates en la prensa y la televisión: el fascismo. Hay nuevas publicaciones de los autores clásicos que analizaron el fascismo y el nazismo de las primeras décadas del siglo XX y perspectivas novedosas de otros autores que advierten los peligros que este representa para la democracia.
¿Qué es propiamente el fascismo? ¿Por qué despierta tanta inquietud, miedo, incertidumbre? ¿Cuáles son las causas que explican el actual auge de la extrema derecha en muchos países del mundo? ¿Lo que está sucediendo en los Estados Unidos, Hungría, Italia, es la reproducción de la misma trayectoria que tomó Europa en las décadas de 1920 y 1930? ¿Hay semejanzas entre las dictaduras de los años setenta en América Latina y las prácticas de graves violaciones de derechos humanos realizadas por Bukele y Novoa, y con las políticas de restricción de los derechos sociales y limitación de las libertades fundamentales, como las está realizando Milei en Argentina?
El fascismo y el nazismo crearon una política de odio y exclusión frente a aquellos que consideraron como enemigos, que generaban miedo al otro, al extranjero, y que desde el poder aprobaron medidas políticas de excepción contra las comunidades definidas como los otros, los extraños. El miedo al otro, al extranjero y los discursos xenófobos fueron los elementos centrales para planificar y ejecutar, como lo hizo el nazismo, la eliminación física de los enemigos —los judíos, los gitanos— previamente señalados y presentados como enemigos desnacionalizados y despojados de sus derechos.
Hanna Arendt mostró que entre las causas que hicieron viable el fascismo estaba el colapso del sistema del Estado-nación en Europa. Esto comenzó cuando millones de seres humanos fueron convertidos en «apátridas» y se les negó el «derecho a tener derechos». El apátrida, o la pérdida del estatus de la nacionalidad equivalía a la pérdida del derecho a la vida, y a la pérdida de todos los derechos. El discurso del odio y del enemigo se trasladó a la legislación y provocó desnacionalizaciones de millones de personas, como sucedió con los judíos.
Lo que hizo posible este cambio fue la transformación del Estado nación moderno como dispositivo que garantizaba los derechos y libertades propios del Estado de derecho para todos sus ciudadanos, en un instrumento sólo de los miembros de una determinada nación. La nación había conquistado al Estado, el interés nacional tenía prioridad sobre el derecho mucho antes de que Hitler pudiera pronunciar, «lo correcto es lo que es bueno para el pueblo alemán», escribió Arendt —1951—.
Los discursos neofascistas del siglo XXI adoptan formas y métodos de comunicación modernos, pero en realidad reproducen las prácticas de exclusión del pasado. Orbán, en Hungría, ha creado la imagen del musulmán como enemigo que amenaza la nación. Israel ha creado en Gaza nuevos campos de exterminio. De la misma forma, el odio al extranjero, es un instrumento movilizador que utiliza hoy la extrema derecha en Alemania, Francia, Italia y España, hablando en términos de invasión de migrantes y de amenaza para Europa. En Estados Unidos, ese miedo inventado por Trump y la ultraderecha republicana, está sirviendo para modificar leyes y políticas y para justificar la expulsión arbitraria de inmigrantes, como las que se están dando mediante el traslado de migrantes, supuestos criminales, a las cárceles de Bukele. El miedo al extraño, la xenofobia y los ataques a extranjeros, están resurgiendo en Europa y en Estados Unidos.
En América Latina el neofascismo se manifiesta como el retorno de una tradición golpista antidemocrática que tuvo sus expresiones más fuertes en las dictaduras de la segunda mitad del siglo pasado en Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. La ultraderecha latinoamericana es una derecha militarizada, que propone la vuelta a la dictadura y es fundamentalmente punitiva, esto es que exalta valores autoritaristas, belicistas y golpistas.
La nueva derecha neofascista —Javier Milei, Jair Bolsonaro, José Antonio Kast, Nayib Bukele, José Raúl Mulino, Daniel Noboa y Álvaro Uribe— plantea la maquinación de una sociedad diferente, más autoritaria, que no pretende conservar el statuo quo sino reconfigurarlo en el sentido de una defensa a ultranza del libre mercado, del capitalismo sin frenos con valores morales reaccionarios, recortes fiscales, desmantelamiento del Estado social e individualismo extremo.
En Colombia, la nueva derecha, que hunde sus raíces en el programa militarista de Turbay Ayala y en el proyecto de un capitalismo paramilitar que produjo cientos de miles de personas desaparecidas, miles de asesinatos sistemáticos, 6402 falsos positivos —que se articuló mediante la relación entre paramilitares, narcotraficantes, políticos y supuestos empresarios honorables— busca frenar el proyecto progresista planteado por el Pacto Histórico de una democracia social y popular.
La propuesta de cambios sociales sobre salud, educación, jubilación, seguridad social, vivienda, viene siendo atacada con mucha fuerza por una oposición —de partidos y movimientos de centro, derecha y ultraderecha— que atrincherada en el Congreso y respaldada por unos medios de comunicación puestos al servicio de la polarización de la sociedad y la difusión de políticas del miedo frente a supuestos cambios estructurales del Estado o de la naturaleza de la propiedad, pretende impedir la realización de uno de los proyectos políticos de la izquierda democrática de América Latina.
Este proyecto, junto con los modelos de gobiernos progresistas de Claudia Sheinbaum, Gabriel Boric, y de Luis Inácio Lula da Silva, representan hoy en América Latina la defensa de un nuevo pacto social que pretende garantizar derechos y políticas públicas para las mayorías excluidas; políticas sociales, ecologistas, feministas. Es necesario que las fuerzas progresistas que han recuperado el Estado y lo han puesto en función de la realización de los derechos de los más desprotegidos de la sociedad, como sucedió en México, Brasil, Colombia y Chile, mantengan este esfuerzo, y que las sociedades que están bajo el dominio de las fuerzas reaccionarias y neofascistas luchen para construir una alternativa que permita consolidar las estructuras básicas de la democracia, la justicia social y la igualdad.
En este momento de destrucción de los valores democráticos, del retorno de las guerras entre los Estados, de desconocimiento de los derechos humanos, del surgimiento de líderes absolutos y autoritarios, en que lo viejo está muriendo y lo nuevo no acaba de nacer, debemos protegernos contra fenómenos inesperados y peligros. En las conocidas palabras de Gramsci: protegernos frente al nacimiento de monstruos.
- Esta columna fue publicada en el sitio web La Silla Vacía.
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