La guerra arancelaria de Trump
La guerra arancelaria de Trump
«El mundo enfrenta una guerra comercial, iniciada por Estados Unidos, quien, usando el poder de mercado, está instrumentalizando la política arancelaria como elemento de poder. En esta lógica, lo más probable es que esta guerra se profundice y sea una batalla larga y dura entre Estados Unidos y China, eso si no se dan situaciones que mejoren la economía norteamericana».
El presidente norteamericano Donald Trump ha decidido, en sus primeros meses de mandato, como lo hizo en 2018, entablar una guerra económica contra el mundo. Una guerra que inició en enero de 2025 con un bombardeo directo a varios países —entre ellos, a Canadá, México y China—, imponiendo un porcentaje arancelario a todos los bienes que exportan hacia Estados Unidos. Y luego complementando esta estrategia con otros aranceles a bienes específicos, como el acero y el aluminio.
La explicación a esta guerra arancelaria se ubica en el intento del gobierno americano por frenar la importación masiva de bienes a su país y equilibrar la balanza comercial, que en estos momentos es deficitaria —en 2024 el déficit comercial se situó en los 1,212 billones de dólares—. El recién nombrado presidente considera que los dólares que salen de su país fortalecen a sus adversarios económicos y debilitan la economía interna. De allí que busque, con el incremento arancelario, proteger la industria nacional y debilitar comercialmente a los países competidores.
Además, esgrime el presidente Trump que está buscando que los países, a los que le pone los aranceles, reaccionen positivamente, por un lado, con el control efectivo a la producción y comercialización de drogas ilícitas y de químicos que sirvan para la producción de estupefacientes como el fentanilo; y, por el otro, presionar a los gobiernos para que tomen acciones que permitan reducir el tráfico de migrantes hacia Estados Unidos.
Y es que los aranceles son un instrumento económico para castigar el precio y la competitividad de los productos extranjeros que entran al mercado local. Estos se comportan como una especie de impuestos, que se cobran a los productos importados; lo que genera que los precios de los bienes que entran al país suban y se vuelvan menos competitivos frente a los nacionales. El objetivo es que, ante precios de los bienes importados más altos, la industria nacional pueda tener mayores opciones de fabricación y venta de productos. Además, aumentar los ingresos fiscales y posibilitar un gasto público focalizado.
Como se dijo, la estrategia del gobierno Trump ha sido doble: primero anunció, a menos de una semana de haberse posesionado, que les impondría aranceles generalizados a varios países, entre ellos a sus vecinos norteamericanos —México y Canadá—, a los latinos y a China. Lo que se leyó como una decisión agresiva que tuvo como detonante la queja de los países por recibir a sus connacionales deportados y que luego se dejó ver en su plenitud con el anuncio de los aranceles a toda importación.
Sin duda, este anuncio ha resultado muy fuerte para países como México o Colombia, cuyo socio principal comercial es Estados Unidos. Para México resultó muy sorprendente y desastroso que su vecino inmediato, con quien tiene tratados de libre comercio, le imponga un tributo de 25% a los intercambios comerciales. Dado que el 80% de las exportaciones de México son al país gringo y representa cerca del 66% de la producción interna (PIB), lo que hará que la economía se vea seriamente afectada por estos impuestos.
La segunda estrategia que está usando Estados Unidos, para configurar su guerra comercial, es imponiendo aranceles a productos específicos. Esta estrategia es más potente y puede tener mayores efectos en el mercado mundial. El hecho de que se anuncie poner un impuesto a la importación de productos de acero y aluminio tiene la ventaja de que incide de manera directa en un sector y la decisión golpea a múltiples países, sin estigmatizar a alguno.
En este caso, el impuesto de acero golpea de manera fuerte a Canadá, Brasil y México, que son los tres mayores países a los que Estados Unidos les compra acero. O a Canadá, Emiratos Árabes Unidos y China, que son a los que el país norteamericano les compra más aluminio. Resultando una estrategia ganadora para Estados Unidos, pues ataca a su principal amenaza económica que es China, con un impuesto generalizado del 10% y uno específico de 25% que sin duda afectará a su economía.
Frente a esta agresión externa los países afectados han actuado de manera similar. Varios países han decidido actuar de la misma manera: aumentando los impuestos o aranceles a los bienes procedentes de Estados Unidos. Además, de forma específica, han aumentado los aranceles para algunos productos norteamericanos. China, por ejemplo, ha colocado un impuesto del 15% al carbón y gas natural licuado proveniente de Norteamérica, también un 10% al crudo y maquinaria agropecuaria.
Además, los países afectados están moviéndose, buscando establecer nuevas relaciones comerciales. Lo que significa, de seguir con esta tendencia, a que, en los próximos meses o años, se asista a la firma de nuevos tratados comerciales, lo que transformará la economía mundial. Serán otras alianzas, uniones y tratados de comercio los que irán apareciendo, todo ello con el objetivo de buscar otras opciones y hacerle quite a la agresión de Estados Unidos.
Para el mismo Estados Unidos esta guerra tiene muchos efectos, tanto positivos como negativos. Entre los pros está impulsar sectores específicos como el metalmecánico que llevará un impulso de la producción minera, la manufactura y la automovilística. La economía podrá ver como a los sectores que se les protegen aumentarán los empleos, la producción y la demanda.
Sin embargo, los aranceles perjudicarán a los consumidores, tal como ocurrió durante el primer gobierno de Donald Trump. El principal efecto es que los productos que comprarán los consumidores nacionales y que provengan del mercado externo tendrán un precio alto, debido al aumento del precio de insumos, afectando la inflación y perjudicando a los hogares pobres, que no tendrán el mismo poder de compra.
En conclusión, el mundo enfrenta una guerra comercial, iniciada por Estados Unidos, quien, usando el poder de mercado, está instrumentalizando la política arancelaria como elemento de poder. En esta lógica, lo más probable es que esta guerra se profundice y sea una batalla larga y dura entre Estados Unidos y China, eso si no se dan situaciones que mejoren la economía norteamericana. Además, que la guerra se extienda, próximamente, con otros bienes como los automóviles, los productos farmacéuticos y los chips informáticos.
En todo caso no hay que perder de vista lo que sucedió durante el primer mandato de Trump, donde ocurrió algo similar y se siguió el mismo modus operandi: primero se puso un arancel del 25% a las importaciones de acero y otro de 10% a las importaciones de aluminio de Canadá, México y la Unión Europea, y luego, se llega a un acuerdo con algunos países para poner fin a esos aranceles.
Todo ello en medio de presiones internas y externas de grupos de interés que ven perjudicada sus ventas y ganancias. Entre estos grupos de presión están los consumidores que observan cómo su poder de compra y bienestar se reduce. Resultados y presiones que, finalmente, obligan al Gobierno a ceder y buscar un equilibrio, relajando la agresiva política y permitiendo que nuevamente la economía tienda a la senda que se tenía..
- Esta columna es resultado de las dinámicas académicas del Grupo de Investigación Hegemonía, Guerras y Conflicto del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia.
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