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Inteligencias artificiales y educación: herramientas y márgenes   

01/11/2024
Por: Natalia Piedrahita Tamayo. Periodista de la Dirección de Comunicaciones UdeA. 

Muchos ven las inteligencias artificiales como enemigas de los procesos educativos, por la facilidad que estas dan a docentes y estudiantes de llegar a respuestas, omitiendo el proceso de pensamiento y reflexión, inherente a la academia. Pero esta mirada se queda corta ante las posibilidades que ofrecen las aplicaciones de chatbot —programas entrenados para mantener una conversación—, diseño y programación. ¿Qué posibilidades, dificultades y retos se abren con estas nuevas tecnologías en los entornos educativos? 

Cada vez más se están utilizando inteligencias artificiales como herramienta para fortalecer procesos de enseñanza y aprendizaje. Foto y montaje: Alejandra Uribe Fernández / Dirección de Comunicaciones. 

Cada época y cada civilización se sienten apabulladas por los adelantos tecnológicos. En esta era, por la capacidad de síntesis de los robots y los computadores, una de sus habilidades. Máxime en el caso de las denominadas «inteligencias artificiales» —IA— que han dispuesto de plataformas como ChatGPT y Gemini, que le entregan a los internautas información que antes solo se podía obtener a partir de métodos tradicionales —y menos veloces y eficaces—, como la docencia y los libros. Es como si las máquinas estuvieran pensando y, con ello, el temor hacia los sistemas o sus aplicaciones, que pueden llegar a reemplazar a profesores y académicos. ¿Qué tanto es el riesgo de que esto realmente suceda? 

«Hago un llamado al sentido común. Las máquinas de cualquier época asombran, pero, por muy sofisticadas que nos parezcan, no generan propósito ni toman decisiones; son instrumentos para las personas. Estas IA no son inteligentes, ni tontas, ni toman decisiones; la inteligencia humana es mucho más compleja y tiene mayor alcance. La tecnología evoluciona y los trabajos cambian, ya que quienes no se adapten al uso de las nuevas tecnologías quedan obsoletos, pero no porque esa tecnología reemplace a alguien porque sí, sino porque otras personas que sí la saben usar pueden generar mejores desarrollos con ellas», comentó Raúl Ramos Pollán, profesor e investigador de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia. 

La ciencia ficción ha cumplido un papel determinante en la introducción de ideas, estereotipos, miedos, esperanzas, relacionadas con las tecnologías y sus alcances. La imagen de Hal 9000, la computadora de la novela 2001: Una odisea en el espacio de Arthur C. Clarke, y de la posterior y homónima película de 1968 de Stanley Kubrick, es un ejemplo de cómo se derivan paradigmas que predisponen a los espectadores a la idea de la rebelión o supremacía de las máquinas.   

«Aplicar inteligencias artificiales en docencia, sobre todo ahora con los avances de ChatGPT, alerta a los profesores sobre cómo manejan su eficiencia y sus procesos evaluativos. En mi caso, los estudiantes tienen que generar algorítmica, y estos sistemas — Gemini, ChatGPT— les ayudan a hacerlo, y ahí surge el interrogante de ¿cómo me afecta como profe que ellos tengan esa posibilidad y como puedo usarla yo en mis clases? La mayoría de los estudiantes van a ir a ellos en algún momento, y esa es una constante sobre la que debemos trabajar», señaló Ramos Pollán, quien analiza imágenes satelitales para interpretar y entender la ubicación y estado de ciertos cultivos, así como la evolución de la huella humana en el terreno y para estimar la cantidad de biomasa y vegetación. 

En cada área del saber existen aplicaciones que constituyen ayudas porque agilizan el procesamiento de la información. Una de ellas es Lorca, un corrector gramatical que hace sugerencias editoriales, pero no redacta ningún texto. Para la profesora y coordinadora de Prácticas del Instituto de Filosofía, Yésica Morales Marín, esta IA es una ayuda didáctica que comparte con sus estudiantes, ya que realiza textos de gran calidad, pero cada palabra es revisada y organizada por ellos mismos.  

En el lapso de la pandemia, Morales Marín estuvo operada de su antebrazo derecho, el cual no pudo mover durante un tiempo. Se ayudó de las IA para apoyarse en su trabajo: «Desde el programa, que escuchaba mis apreciaciones y se las enviaba a los estudiantes, hasta el procesador de las notas que debía organizar en el sistema; debo decir que fue a partir de IA que pude ejercer mi docencia exitosamente. El ahorro en términos de aprendizajes y tiempos es incalculable», destacó.  

Ambas fuentes recomiendan no caer en el prohibicionismo. El aprovechamiento de estos recursos puede ser retador, y en ese sentido, los docentes pueden incluir plataformas —por ejemplo, Turnitin— que garanticen que así los estudiantes usen ChatGPT, lo que hacen no es una copia, sino que aportan con su conocimiento. También puede ser un llamado a la honestidad, de modo que los estudiantes hablen explícitamente de los casos en los que se apoyan con IA. 

«Les digo que si quieren usar inteligencias artificiales lo hagan, pero les hago pensar en que estos modelos de lenguaje les dan un refrito de internet en un texto muy bien compuesto, pero —en cuanto a la veracidad de la información— solo un 46 % confiable. No les proporciona elementos de incertidumbre, esa te la tienes que hacer tú y validar bien; entonces hay que ayudarle a los estudiantes a usar bien las herramientas y a no confiarse en cualquier información», recomendó Ramos Pollán.  

El origen de la IA  

No existe un consenso sobre la invención de modelos de inteligencia artificial, sin embargo, el artículo Computing Machinery and Intelligence del matemático Alan Turing se considera un primer referente que aborda cómo las máquinas pueden acudir a sus propios recursos para resolver problemas.  

¿Realmente son inteligentes? 

«Hay mucha subjetividad en llamar a estos modelos, inteligencias. En estos días vi un video de un cuervo que se las ingeniaba para beber un agua que no alcanzaba de un tubo hondo. Su método fue echarle piedras para que estas le subieran el nivel del agua hasta que su pico alcanzara. Me hice varias preguntas: ¿es inteligente?, ¿logró hacerlo por habilidades genéticas o fue producto de un aprendizaje? Tenemos claro que el cerebro humano es plástico y, con ello, podemos aprender muchas cosas; pero ignoramos muchos mecanismos de las habilidades de otras especies», aseveró Ramos Pollán.  

El profesor Ramos Pollán, señaló, sin embargo, que algunos autores han abordado la cuestión de cómo, ante la popular aceptación de las inteligencias de herramientas consideradas «artificiales», pocos autores han cuestionado profundamente esta denominación, lo que revela una falta de análisis sobre un tema que coloca a la humanidad en una posición revolucionaria en cuanto a sus métodos de transmisión y organización del conocimiento. 

La tecnología nos sorprende

 La expresión «inteligencias artificiales» fue usada por primera vez en 1956 en la conferencia «Dartmouth Summer Research Project on Artificial Intelligence» de John McCarthy, informático y matemático estadounidense. En ese momento los computadores eran un sistema mecánico de cuatrocientas ruedas y la prensa local de la época decía que era un cerebro mecánico. Todo esto habla de los miedos y esperanzas con los que las personas miramos la tecnología, que cuando no se cuestionan, deriva en ceguera. El sentido común y la lectura crítica pueden ser útiles para medir los reales alcances de los procesos académicos.  

Este contenido cuenta con traducción en Lengua de Señas Colombia

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