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Opinión

Llegó Lula, pero también la derecha

08/11/2022
Por: Jaime Alberto Bornacelly Castro, profesor en comisión de estudios doctorales en la UFPEL/Brasil. Adscrito a la Escuela Interamericana de Bibliotecología y al grupo de investigación Información, Conocimiento y Sociedad UdeA

«... Libros en vez de armas y más árboles en vez de deforestar la Amazonia, sumados a la lucha contra el racismo y las desigualdades, son dos propósitos que unen al actual gobierno de Petro y Francia con el entrante gobierno Lula y Alckmin...»

Fue una jornada de infarto la segunda vuelta presidencial entre el actual presidente Bolsonaro y el expresidente Lula en Brasil. No sólo por el viagra que Jair Messias Bolsonaro dio a las fuerzas armadas para tratar problemas del corazón en plena pandemia y fue motivo de escándalo, sino por el resultado más ajustado que ha tenido Brasil después de la dictadura. Fue una excitación de tres horas en la que el pueblo brasilero padeció y disfrutó. Primero, Bolsonaro se mantuvo arriba una hora y media -no fue poco- luego Lula lo sobrepasó y allí se quedó hasta las 8:00 p.m y con el 100% de los votos apurados.

Los resultados finales fueron de cincuenta y ocho millones para Bolsonaro y sesenta millones para Lula. Bolsonaro creció siete millones y Lula tres millones en la segunda vuelta. Aunque el presidente actual no alcanzó al expresidente Luiz Inácio en su moto, casi lo mata de un susto. Dos millones de diferencia fue suficiente para no ser considerado un empate técnico, confiar en el sistema electoral y corroborar que Brasil está más dividido que en la primera vuelta.

La gente gritaba desde sus casas Fora Bolsonaro, Fora Genocida y otras palabras de más alto calibre. La lluvia aumentaba en las calles de la ciudad de Pelotas, una ciudad en el estado de Rio Grande del Sur donde ganó Bolsonaro en las dos vueltas. Las personas salieron de sus casas con camisas rojas, banderas del Partido de los Trabajadores PT, instrumentos musicales, neveras portátiles con cerveza y la bandera nacional; símbolo que fue apropiado por el bolsonarismo y la derecha. Las multitudes se concentraron en plazas públicas y avenidas. Música, mucha alegría y cerveza. La gente se abrazaba y se felicitaba. El hit del momento Tá Na Hora do Jair Já Ir Embora (Es hora de Jair, ya irse ahora) fue cantado y bailado por multitudes.

Llegó el llanto. Miles de personas esperando la voz ronca e inconfundible de un Lula de 77 años que habla como un papá, padre y piloto de una inmensa nación. Hasta que por fin habló y la gente lloró. El taco en la garganta que no salía, por fin se desatoró.  Lágrimas que se confundían con la lluvia, lavó más de un alma en vilo. El resultado, un carnaval anticipado de alegría, baile y música.

En el discurso de posesión, Lula leyó un texto breve en un hotel de la ciudad de São Paulo con sus más cercanos colaboradores y aliados, mientras en la enorme Avenida Paulista, vestida de rojo, no cabían ni bolsonaristas, ni indecisos, ni abstencionistas. El petista, con un tono moderado, religioso, civilista y progresista - ¡un sincretismo formidable! - afirmó, entre otros temas, la protección de la selva amazónica y los derechos culturales.

El Brasil que proyecta Lula, es el de un país líder en la lucha contra la crisis climática protegiendo la selva amazónica. Su meta, es reducir a cero la deforestación de este bioma para disminuir la emisión de gases que provocan el calentamiento global. Para ello, promoverá el monitoreo y vigilancia de cualquier actividad ilegal como la extracción de minerales, de madera y la ocupación agropecuaria indebida. A su vez, promoverá la inversión y cooperación de investigación científica para su protección bajo el liderazgo de Brasil, sin renunciar a la soberanía. ¨Un árbol en pie, vale más que toneladas de madera¨

Sobre la cultura, afirmó el expresidente que el pueblo brasilero desea más y no menos democracia. Desea más y no menos inclusión social. El pueblo brasilero quiere vivir bien y comer bien. Quiere más libertad religiosa, quiere más libros en vez de armas, quiere ir al teatro, ver películas y tener acceso a los bienes culturales, porque la cultura alimenta nuestra alma. El brasilero quiere tener de vuelta la esperanza. Que nadie dude de la fuerza de la palabra cuando se trata de buscar el entendimiento y el bien común.

El presidente saliente durmió temprano, no escribió, ni tampoco dijo nada ni el domingo, ni el lunes y sólo el martes hizo una escueta intervención de dos minutos en las horas de la tarde. Mientras reinaba un diciente silencio, las carreteras fueron bloqueadas por camioneros y bolsonaristas en casi todos los estados, llamando a la resistencia civil. En su intervención, aunque no admitió la derrota de manera explícita al mejor estilo de Donald Trump, sí dijo que las acciones y manifestaciones de los movimientos populares -dígase camioneros- son fruto de la indignación y el sentimiento de injusticia de cómo se dio el proceso electoral, sin embargo, condenó los métodos utilizados por estos pues consideran que no pueden ser los mismos utilizados por la izquierda que han perjudicado a la población.

Por otra parte, manifestó que la derecha nació de verdad en Brasil con una robusta representación en el congreso y diversidad de líderes en todo el país, basados en Dios, patria y libertad, en el orden y el progreso que aparecen en la bandera nacional. Para finalizar, manifestó que siempre fue rotulado y acusado como antidemocrático, pero como presidente y como ciudadano, cumplirá los mandamientos de la constitución, pues cree en la libertad económica, libertad religiosa, libertad de opinión, honestidad y en los colores verde y amarillo de la bandera. Con este pronunciamiento, el silencio de 45 horas se rompió, aunque el ruido de la fanática oposición ya muestra cómo será su accionar en el gobierno Lula y Alckmin. Pese a ello, ya inició la transición entre los dos gobiernos como está establecido en un país democrático.

Luiz Inácio Lula Da Silva, es un mandatario distinto al que gobernó entre 2003 y 2010. Y la Brasil que gobernará, también es distinta. Su propósito es poder juntar un Brasil dividido en lo ideológico, político, social, económico, cultural y religioso con aquello que los une. Debe gobernar con opositores, contrarios y con un rechazo de la mitad de la población. Lula no llegó solo, llegó con una derecha y extrema derecha fuerte y organizada.

Reconstruir el alma de un país dividido, como apuntó en su discurso Lula, pasa por interrogar la relación siempre conflictiva entre civilización y barbarie, agroindustria y clasismo, progreso y racismo, corporativismo y fascismo. Más diversidad cultural y más políticas medio ambientales, tal vez sean elementos políticos para construir una subjetividad más allá del propósito justo de un aumento de la capacidad adquisitiva de los y las brasileras más necesitadas.

Libros en vez de armas y más árboles en vez de deforestar la Amazonia, sumados a la lucha contra el racismo y las desigualdades, son dos propósitos que unen al actual gobierno de Petro y Francia con el entrante gobierno Lula y Alckmin. El primero de enero Lula inicia su tercer mandato y, junto a él, un bloque importante de presidentes y presidentas a favor de la integración entre países de América Latina y el Caribe.


Notas:

1. Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

2. Si desea participar en este espacio, envíe sus opiniones y/o reflexiones sobre cualquier tema de actualidad al correo mediosdigitales@udea.edu.co con el asunto «Columna de opinión: Título de la columna». Ver criterios institucionales para publicación.

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