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Opinión

Moisés Wasserman, un epistócrata injusto

25/07/2022
Por: Francisco Cortés Rodas, profesor Instituto de Filosofía UdeA

«... Wasserman piensa que los literatos intelectuales no tienen visión y que él y su banda de científicos neutrales (neoliberales sin conciencia de sí mismos, -a lo Hegel- sí la tienen). Esto último se puede entender, sin embargo, como una injusticia epistémica... »

Es claro que el ex rector Moisés Wasserman no leyó el documento oficial del nuevo Gobierno con los fundamentos para la política de Ciencia, Tecnología e Innovación, que o si lo leyó no lo entendió, y por eso tampoco le gustó. Escogió dos conceptos que le parecieron “profundamente equivocados y peligrosos”: “ciencia hegemónica” y justicia epistémica”, para iniciar una crítica a la visión de educación, ciencia y universidad que será propuesta por el nuevo Gobierno. 

Pero Wasserman, que es un académico, connotado ex rector, entró con esta publicación en el farragoso mundo del populismo, de los influencers, de la justicia que imponen la sociedad civil y la opinión pública por encima del derecho y de toda razón; y al pretender convertirse en el influencer of the science, de la ciencia como “debe ser” —el problema en ciencia es sobre la verdad; sobre un acercamiento a descripciones buenas de la realidad, con poder explicativo y predictivo—, separa dos sistemas que supuestamente no son conciliables: la ciencia de un lado, la política y la justicia, de otro. Y con esto entra en otro campo espinoso: defender la ciencia y la universidad desde la perspectiva del neoliberalismo.

Dice entonces, al estilo muy de influencer, no entiendo que se hable de ciencia hegemónica, y que se diga que la ciencia ha sido logocéntrica, monológica, antropocéntrica, tecnocéntrica y patriarcal. ¡Eso nunca!, “por supuesto que existen hegemonías en la ciencia, continúa, pero no se derivan de acciones de fuerza, de poder o de sometimiento. Se derivan del consenso que logran algunas teorías en las comunidades científicas de todo el mundo (sin distinción política)”. Aquí ya uno no sabe si reírse o llorar. 

Si iniciamos con Thomas Hobbes, que no era influencer , ni un ingenuo teórico de la filosofía política, en el Tratado sobre el cuerpo dice: “La ciencia sirve sólo al poder”, y en El Leviatán: “el poder de un hombre consiste en sus medios presentes para obtener un bien manifiesto en el futuro” El conocimiento es, por tanto, poder, porque permite, por medio del razonamiento elucidar el mecanismo de la naturaleza. Pero esta elucidación, que es conocimiento científico, es también un asunto de poder. ¡por favor profesor Wasserman! Y si la ciencia es un asunto de poder, puede ser el de una confrontación de concepciones diferentes sobre el poder y por lo tanto sobre la ciencia. 

Efectivamente hay una visión anclada en las estructuras y expansión del capitalismo que ha conducido a una transformación de la ciencia y la universidad, en las exitosamente bien ranqueadas universidades de Europa, Estados Unidos y la Sergio. Profesor Wasserman, la universidad neoliberal se consolidó bajo el dominio de presidentes neoliberales, desde Gaviria, pasando por Uribe y Duque, con rectores en su mayoría de ese mismo corte, (o que están en la categoría de “neoliberales sin saberlo”). 

No hay en las rectorías de las universidades públicas de los últimos años, salvo dos excepcionales casos, un humanista, liberal, crítico de las estructuras de poder. Hemos tenido a un grupo de acomodados con el sistema y solamente influencers del déficit presupuestal. Los únicos temas de los grandes congresos y simposios que organizan los funcionarios y burócratas de la ciencia y la investigación es el déficit presupuestal de la universidad pública y cómo insertar la ciencia colombiana en las grandes redes globales del conocimiento. No discuten sobre la violencia en las universidades, las precarias condiciones de los profesores para ejercer la docencia y para trabajar en los espacios universitarios, las inestables condiciones de contratación de los profesores de cátedra, los problemas de pedagogía y educación, las consecuencias negativas que produjo la pandemia en los procesos de formación, no hablan de reformas de la educación y sus vetustas normas. Y si discuten sobre esto simplemente no hacen nada. Los funcionarios de la ciencia, que no son más que burócratas de la educación, han reducido su acción a repetir las orientaciones impuestas por la OCDE e incorporadas en los misales de COLCIENCIAS y MINCIENCIAS.

Lo que dictó el neoliberalismo, incorporado y consolidado en muchas universidades públicas del país, es que la universidad debe actuar, entonces, como una empresa manejada estratégicamente buscando el éxito en la competencia por fondos, profesores y estudiantes y debe abandonar la idea de la comunidad científica como una institución básica de la producción colaborativa del conocimiento como un bien público global, y avanzar hacia la producción de un conocimiento competitivo como un bien privado para obtener rentas monopólicas en la competencia global para la innovación económica, escribió Richard Münch. (ver: https://bit.ly/3crvpKL).

En la época del despliegue de la cultura de la sociedad neoliberal, la universidad se ha orientado básicamente por el valor de mercado del conocimiento y se distancia de la formación de los ciudadanos en las disciplinas humanísticas. “Actualmente, el estado de la educación humanista se ve deteriorado por todos sus flancos: los valores culturales la desdeñan, el capital no está interesado en ella, las familias llenas de deudas y ansiosas por el futuro no la exigen, la racionalidad neoliberal no la indexa y, por supuesto, los Estados ya no invierten en ella”, dice Wendy Brown. (ver: https://issuu.com/anthropos-editorial/docs/conflicto_facultades_issuu).

Lo que dijo Wasserman, que algunos han dicho que es una gran bobada, es repetir una idea que propuso el escritor y científico inglés C. P. Snow sobre la división entre dos concepciones de ciencia, universidad y cultura. Esta se planteó en la época de la Ilustración y de la reacción que produjo el movimiento romántico contra la revolución industrial, y se ha repetido en Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Rusia etc. Para C. P. Snow, la vida intelectual de la sociedad occidental entera se está polarizando: en un extremo están los literatos intelectuales, y en el otro, los científicos. “Y entre ambos un abismo de mutua incomprensión —a veces (especialmente entre los jóvenes) de hostilidad y desagrado, pero ante todo falta de comprensión—. Cada cual tiene una imagen curiosa y deformada del otro. […] Los no científicos tienen la impresión de que los científicos son falsamente optimistas, sin conciencia de la condición humana. Por otra parte, los científicos creen que los intelectuales literarios carecen totalmente de visión”. 

Así pues, todo se resume en que Wasserman piensa que los literatos intelectuales no tienen visión y que él y su banda de científicos neutrales (neoliberales sin conciencia de sí mismos, -a lo Hegel- sí la tienen). Esto último se puede entender, sin embargo, como una injusticia epistémica. Qué terminacho más raro dice el ex rector, que tampoco lo entiende. Para él es claro que la justicia es una cosa y la ciencia no tiene que ver con esta. Por esto, los científicos literatos no pueden, porque no es propio de la ciencia, cuestionar las injusticias que se producen en la esfera específica de la actividad epistémica, como, por ejemplo, la estructuración de un sistema de indexación de revistas, libros etc., que favorece determinadas prácticas del hacer científico y perjudica otras. Esto de no entender las injusticias es propio de la visión neoliberal de la ciencia y la universidad, que llegó a su fin, por lo menos en Colombia. Se está abriendo un horizonte nuevo en nuestro país, que es recomendable no atacar mediante la modalidad influencer epistócrata. Hay que ir, como decía Kant, a las cosas mismas.

Este texto fue publicado en Al Poniente el jueves 21 de julio de 2022


Notas:

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