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Opinión

Cibercultura y mediación pedagógica

17/11/2022
Por: Mario Víctor Vázquez, profesor Instituto de Química, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UdeA

«...  tal vez en lugar de ser parte de la población que se lamente su destino y la imposibilidad de luchar contra esos poderes que todo esclavizan, quede el recurso de acabar de luchar contra la incoherencia administrativa y fortalecer valores independientes a cualquier avance tecnológico: el respeto, responsabilidad y pensamiento crítico...»

Leer en un mismo párrafo “capitalismo cognitivo” y “soberanía tecnológica” presagia conflicto sin duda. Es más, cualquier frase que contenga la palabra “capitalismo” inmediatamente nos pone a la defensiva ante algo poderoso que amenaza, si no lo ha conseguido aún, a quitarnos las pocas libertades que nos quedan.

Si bien habrá coincidencias en esa mirada surgen también varias cuestiones que a las que podríamos dedicarle un momento más de reflexión, especialmente cuando se trata de cibercultura, y más aún si está ligada a cuestiones pedagógicas.

Analizando lo que consideramos actualmente cibercultura existe una directa relación con el avance constante de nuevas tecnologías, tanto que dio lugar a la sigla TIC, desconocida varias décadas atrás. Volviendo al ejemplo de ese “maléfico” poder que invade nuestras vidas cotidianamente surge la primera pregunta: ¿Qué podemos hacer para contrarrestar ese poder avasallante?, aunque tememos expresar en voz alta una duda más fundamental, ¿podremos hacer algo?

La idea de buscar mecanismos alternativos al avance tecnológico por supuesto que no es nuevo, esa competencia en la cual de todas maneras siempre somos perdedores, existía seguramente cuando aparecieron las máquinas a vapor, los vehículos “sin caballo”, los periódicos, el cine, la radio, la televisión, etc.

Siempre habrá quienes intentaron que esas nuevas tecnologías no modificaran el estilo de vida que mantenían, en un combate donde eran derrotados con todo éxito, por cierto. Intentar ganar la carrera contra la tecnología es una batalla perdida desde el inicio, podría haber dado alguna esperanza cuando la lucha era contra el fax, la fotocopiadora, o la fotografía; había algo más de tiempo para acomodarnos a estos avances que provocaban algunos cambios en los hábitos de consumo, implicaba la introducción de normas para regular su uso, etc.

Actualmente debemos aceptar que intentar reaccionar a tiempo para contrarrestar los avances tecnológicos excede nuestras posibilidades. En el año 1965 Gordon Moore predijo que los transistores por unidad de superficie se duplicarían cada año, esta variación exponencial podía tomarse como una proyección sobre como avanzarían las nuevas tecnologías digitales, aunque seguramente ocurren actualmente a mayor velocidad de lo que predecía la Ley de Moore.

Muy bien, tenemos un panorama oscuro, no podemos reaccionar a tiempo, pero entonces ¿solo nos queda lamentarnos por el mundo que nos toca vivir señalando con el dedo, lo único que nos queda “análogo”, a aquel sistema económico del cual somos esclavos?, o por el contrario ¿deberíamos iniciar una especie de revolución utilizando alternativas más soberanas, aunque con la certeza de ser algo simbólico y con nula posibilidad de modificar la situación global? Parecería que no tenemos muchas opciones.

Tal vez se pudiera considerar otras alternativas intermedias. Y en este sentido nos podríamos atrever a dar una mirada “evolutiva”, mirar algunos ejemplos en la naturaleza. Sabemos que el ecosistema implica un delicado equilibrio y que cualquier cambio, por pequeño que sea, en algún factor, cambios de temperatura, humedad, presencia o ausencia de depredadores, etc., afectará alguna o algunas poblaciones de especies vivas, pudiendo incluso llevar a la extinción de alguna de ellas.

Siguiendo con esta mirada atrevida, podríamos considerar una población, animal o vegetal, imaginaria, que ante el impacto ambiental se divide en dos grupos, uno que se dedica a deliberar sobre lo injusto de la situación, identificando a él o los culpables de ese cambio que les perjudica y pone en riesgo su existencia. Mientras tanto el otro grupo, se lamenta un lapso de tiempo adecuado hasta hacer el duelo, y reacciona buscando como ambientarse a la nueva situación, transmitiendo esa adaptación a sus hijos. En esta infantil mirada, ¿Cuál de las dos poblaciones tendrá más opciones de sobrevivir?

Dejando de lado las analogías atrevidas y volviendo a la situación actual con la cibercultura en la universidad, es común escuchar el siguiente comentario: “los investigadores publican para ganar dinero”, es decir que lo hacen en publicaciones que garanticen el posterior reconocimiento salarial alimentando el perverso sistema capitalista que invade nuestra academia. Tomar al pie de la letra la afirmación anterior deja mal parada sin duda la labor del investigador. Es aquí donde nuevamente se puede hacer una reflexión que incluya una mirada del contexto donde se da esta situación.

Supongamos una imaginaria fábrica donde se les exige a cada uno de los operarios que si desean conservar su trabajo deben afirmar que el sol sale cada día por el este. Si tomamos a cualquiera de estos trabajadores ¿diríamos que lo ha poseído alguna especie de pseudociencia, es ignorante o simplemente desea conservar su trabajo? Este ejemplo podría considerarse un tanto absurdo para el análisis que se propone en este documento sin embargo la situación descrita no se aleja mucho de lo que ocurre al interior de las instituciones educativas donde esos “desconsiderados” investigadores laboran diariamente.

Cotidianamente estas instituciones presentan estudios rigurosos sobre la acción del capitalismo cognitivo al interior de las mismas, se hacen llamados de atención sobre la necesidad de implementar recursos que permitan la soberanía tecnológica a la hora de publicar resultados científicos, ejercer la docencia, etc. Del mismo modo se analizan los distintos recursos que emplean las empresas tecnológicas para conseguir un público cautivo desnudando cada una de las acciones que estas emplean.

Todo lo anterior es de gran valor pero lo sería aún más si no hubiera la característica falta de coherencia en estos centros de generación del conocimiento, ya que al mismo tiempo que se hacen esos llamados de alerta sobre el inescrupuloso accionar de esas empresas tecnológicas se forman profesionales universitarios en las mismas áreas, utilizando los mismos recursos y se los prepara, seguramente, para que se puedan insertar en el mercado laboral global de las TIC.

Peor aún, volviendo al ejemplo de la fábrica imaginaria, se le plantea al investigador que la única opción de mejorar su remuneración es a través de publicaciones en determinadas publicaciones. Esto implica que exceptuando a los profesionales que puedan tener asegurada su calidad de vida por otros medios o tengan una motivación puramente espiritual, deban aceptar las condiciones que se les exige para poder asegurar acciones tan mundanas como mercar.

Lamentablemente la contradicción no termina aquí, se desnuda el implacable mercado que existe detrás de las publicaciones científicas internacionales, al mismo tiempo que dentro de la universidad se tienen revistas científicas que cobran por publicar en las mismas.

Si lo anterior no fuera suficiente, la fresa del pastel, se exalta la importancia del conocimiento libre, del valor de Creative Commons, pero al mismo tiempo la institución educativa les exige a los estudiantes de posgrado que publiquen en esas revistas que critica como requisito para otorgarle el correspondiente título. Posteriormente al momento de vincular a un profesor se le exige, entre otras muchas cosas, que sus publicaciones sean cercanas a las de un Nobel de la especialidad, es decir nuevamente de las que se critican. Si logra superar la anterior exigente prueba posteriormente le valorará las mismas criticadas publicaciones para considerar su ascenso en el escalafón docente.

En definitiva, tal vez en lugar de ser parte de la población que se lamente su destino y la imposibilidad de luchar contra esos poderes que todo esclavizan, quede el recurso de acabar de luchar contra la incoherencia administrativa y fortalecer valores independientes a cualquier avance tecnológico: el respeto, responsabilidad y pensamiento crítico.

Respeto por el trabajo de los demás. Asumir la responsabilidad cuando no se cumpla lo anterior. Pensamiento crítico para comprender en cuál población nos queremos ubicar. Después de todo, tomando una expresión poética y antropocéntrica, a pesar de lo que exigen en aquella fábrica imaginaria, el sol sale todos los días por el este.


Notas:

1. Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

2. Si desea participar en este espacio, envíe sus opiniones y/o reflexiones sobre cualquier tema de actualidad al correo mediosdigitales@udea.edu.co con el asunto «Columna de opinión: Título de la columna». Ver criterios institucionales para publicación.

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