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Dame una palabra

 

Dame una palabra

 

Poesía para hoy. Selección

Jaime Jaramillo Escobar

Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 2019, 334 pp.

 

Con una hermosa cubierta color guayaba y con un título que desde el comienzo le apuesta a la vigencia del contenido que nombra, la editorial de la Universidad de Antioquia nos regala una selección de poemas de la obra del escritor colombiano Jaime Jaramillo Escobar. Selección que incluye todas las etapas de su trabajo, definidas principalmente por la publicación de libros que fueron galardonados con importantes distinciones en el ámbito nacional: Poemas de la ofensa, Premio Cassius Clay en 1967; Sombrero de ahogado, Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus en 1984 y Poemas de tierra caliente, Premio Nacional de poesía Universidad de Antioquia en 1985. En 2014, casi treinta años después, publica Poesía de uso. A partir de entonces se han dado a conocer múltiples reediciones de su obra, entre ellas Poesía para hoy 

Es tan representativa esta selección que en ella encontramos poemas que hunden sus raíces en los lugares que habitó el poeta en su niñez y juventud.  Pueblorrico, en donde nació en 1932. Andes y Altamira, pueblos en los que vivió durante su juventud.  Pero en sus poemas no hace referencia a un pueblo o al otro. Sino a la región que los cobija: el Suroeste antioqueño. Que dibuja, no por los adioses de quienes partían, sino por la ausencia de despedidas de quienes salían para Medellín. O para otro pueblo. O para la tierra caliente.  (Despedidas, 99) Es así como se va esbozando la geografía que habita poéticamente Jaime Jaramillo Escobar.

Como Jaramillo, hay en Colombia otros poetas que nacen en la primera mitad del siglo XX, que también tornan su mirada hacia el paisaje de su niñez. Aurelio Arturo, en su “Morada al sur”. Álvaro Mutis, en el “Nocturno”. El tema del río, de las aguas que crecen llevándose a su paso todo lo que encuentran, en la tierra caliente: Mutis en el poema “La creciente” y  Jaramillo, en el poema “Andanza del río Cauca”.  El tema de la vegetación: Aurelio Arturo, Jaramillo, Mutis. Pero Jaime Jaramillo no sólo gira su mirada hacia el paisaje de su niñez sino a hacia la gran cantidad de citadinos que tienen sus raíces en el campo, como lo señala  “La gente de la ciudad, no solamente vino del campo, sino que todavía no ha terminado de llegar”[1].

Para ellos, para nosotros, encarna el lenguaje y los ademanes del campo. Tal como podemos ver en el poema “Perorata”. (274) Se trata de un personaje que no falta en los pueblos paisas: el culebrero.  En este caso pretende sacar de una pequeña caja, el poema:

¡Señoras y señores, oh señores!

Mirad esta caja roja. ¿La veis? En ella traigo mi poema, que se irá desenrollando ante vosotros, aquí frente a vuestras miradas. (274)

Creemos entonces que va a salir un poema como una guirnalda de palabras a la manera de una culebra. Pero no. Sigue hablando, convocando el espectáculo…Visualizando la coreografía:  

Los de más cerca, apártense un poco. Los de más allá, acérquense más. Hagan un círculo perfecto, tómense de las manos, aquí está saliendo esta cosa verde que es el poema. (275)

Y estamos esperando. Se dilata la espera una vez, y otra vez…Cuando nos damos cuenta, el poema con una extensión de cuatro páginas se convierte en la concepción de una poética:

La poesía es todo eso que os han dicho, y también esta cajita roja vacía en la que, como podéis verlo, no hay nada, absolutamente nada, sino ella misma sola por dentro. (278)

 

Este poema no está escrito en prosa, ni en prosa poética, ni en versos de metros precisos y rimas: está escrito en versículos, tal como define Jaramillo este lenguaje libre, sin rimas ni metros. Pero sobre todo con un fluir que tuvo que haberlo aprendido de las palabras de los culebreros, dichas a diestra y siniestra, siempre tratando de captar la atención del espectador. Y esta máxima libertad del poeta contrasta con los sonetos que también encontramos en el libro: poemas de catorce versos endecasílabos, distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos. En la mayoría de ocasiones, compartiendo rimas. ¿Qué hace Jaramillo Escobar con tanta rigidez? Primero, entrenarse hasta domar el lenguaje. Para luego, subvertirlo de alguna manera. En el primer poema del libro que reseñamos escribe por ejemplo un soneto con todos los requisitos formales. Pero el título es todo un gesto de libertad. Porque funde la dedicatoria con el título del poema, que al mismo tiempo es una sentencia coloquial: “A Eduardo Mendoza que me ha mandado a hacer un soneto” (27) 

 

La geografía que habita poéticamente Jaime Jaramillo, además del suroeste y de la tierra caliente, es otra tierra más caliente: la de las poblaciones a la orilla del mar. O casi a la orilla, donde se encuentra “La casa de Bob” (158) Poema que es un puro acto de magia. La casa de su amigo ya no está: se encuentra en todas partes. O ese otro lugar, en su poema “Ruego a Nzamé”, 302)

 

Dame una palabra antigua para ir a Angbala,

con mi atado de ideas sobre la cabeza.

Quiero echarlas a ahogar al agua.

 

Una palabra que me sirva para volverme negro,

quedarme el día entero debajo de una palma, 

y olvidarme de todo a la orilla del agua.

 

Dame una palabra antigua para volver a Angbala,

la más vieja de todas, la palabra más sabia.

Una que sea tan honda como el pez en el agua

 

¡Quiero volver a Angbala!

 

Se trata de una súplica por una palabra, que ha estado presente desde que el poema fuera publicado en 1967, en el libro Poemas de la ofensa. Y ahora perdura su eco gracias a esta edición de su obra que posibilitará nuevas lecturas.

Encuentra este libro aquí: https://link.udea.edu.co/libro?q=2-15-1-1082-1


[1] Jaramillo Escobar, Jaime. “El pipiripao y el gran turmequé. En La ciudad y la literatura. Bogotá: ICFES, 1986. P. 11

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