Ciencia

Durante la expedición los investigadores pudieron ver la anidación y eclosión de tortugas carey y la visita de aves migratorias. Además, avistaron el tiburón gato. Fotos cortesía de Mario Londoño y Paula Quiceno.

Entre el 9 de septiembre y el 6 de octubre de 2015 se realizó esta expedición liderada por la Vicepresidencia de la República y la Comisión Colombiana del Océano –CCO– y que contó con la participación de 12 entidades y 14 investigadores de todo el país. El propósito fue levantar un inventario en biodiversidad de especies y monitorear los recursos marino-costeros e hidrobiológicos de la isla Cayo Roncador.

Cuatro investigadores de la Universidad de Antioquia hicieron parte de esta expedición: Lizette Quan y Jairo Zapata, en calidad de investigadores en tierra, y Mario Londoño y Paula Quiceno, quienes estuvieron en la isla Cayo Roncador realizando el trabajo de campo. 

“Lo primero que nos sorprende es el buen estado arrecifal”. Con esta frase cargada de entusiasmo comienza a narrar el investigador del Instituto de Biología, Mario Londoño, su experiencia en la expedición: “Decimos que Colombia es megadiverso porque tenemos en cuenta las mariposas, los anfibios, los reptiles, los mamíferos y las aves; sin embargo, podemos ser super hiper mega diversos si estimamos y tenemos en cuenta estos invertebrados marinos que hemos encontrado”. 

La Expedición Seaflower constó de dos etapas, en la primera un grupo de investigadores trabajó con aves migratorias,  tortugas y vegetación de la parte emergida del Cayo Roncador. En la segunda estuvieron tres estudiantes de la Universidad de los Andes quienes analizaron la estructura y enfermedades de los corales, un docente de la Universidad Nacional de Colombia quien realizó un inventario íctico del cayo, funcionarios de la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina -Coralina- dedicados a observar la anidación de la tortuga carey y los investigadores de la Universidad de Antioquia quienes trabajaron la biodiversidad asociada a rocas sumergidas en los bentos marinos.

Fue así como Mario Londoño y Paula Quiceno realizaron muestreos en tres zonas del Cayo Roncador en niveles distales, medios y sumergidos. “El primer día realizamos muestreo en la zona distal, tomamos seis rocas que se encontraban entre dos y cuatro metros de profundidad, luego tomábamos fotografías y videos de la composición circundante de las rocas, las cuales debían estar cubiertas por algas. Así mismo tomábamos muestras de núcleos de sedimentos, asociados a esas zonas”, relata la investigadora Quiceno.

El material recolectado por los investigadores de la Universidad de Antioquia era llevado a la base ubicada en la isla Cayo Roncador donde contaban con un esteromicrosopio y herramientas para picar las piedras y convertirlas en partículas más pequeñas. De allí extraían la fauna incrustada en las rocas y las algas. El material se separaba y se adormecía para ser fijado en formol o en alcohol de análisis, ya que en una etapa posterior se realizarán trabajos genéticos con él. Las muestras de núcleos de sedimentos se ponían a secar y se sellaban, pues con ellas se hará granulometría para ver la conformación en tamaños de granos que tiene el material circundante.

El último día de la expedición lo dedicaron a realizar un muestreo de crustáceos en la parte emergida del Cayo y a las rocas se les media el volumen, el peso y se analizaban los macroinvertebrados que habían en las rocas.

Este trabajo permitirá conocer el estado de biodiversidad del Cayo Roncador: “Haremos estudios de composición de la fauna, las algas e invertebrados y de las columnas de agua, todo lo referido al plancton, zooplancton y fitoplancton. Al analizar los organismos presentes en las galerías de las rocas representativas de origen coralino, pero sin coral o con coral muerto para no ocasionar daño, podemos estimar la riqueza de un arrecife y lo que pudimos encontrar a grandes rasgos es que existen grupos mayores de animales como moluscos, crustáceos y esponjas de mar. Los animales están distribuidos alrededor de unos 34 grupos, a simple vista observamos cinco de estos grupos, pero cuando se hace el acercamiento con el microscopio se encuentra una diversidad muy alta”, relata Londoño. Gusanos marinos, pulpos, caracoles, cangrejos miméticos (llamados así por mimetizarse bajo algas o esponjas de mar) fueron recolectados como parte del estudio científico.

“Estamos ávidos por recibir las muestras, estimamos que lleguen a mediados de noviembre a la Universidad de Antioquia; lo que sigue es un proceso largo, podemos tardarnos alrededor de un año analizándolas e identificándolas”, comenta el docente Londoño. Para este proceso se contará con egresados y estudiantes tanto de la Corporación Académica Ambiental como del Instituto de Biología de la Universidad, se espera para el 2016 tener el mismo rigor de muestreo en Cayo Serrana para realizar estudios comparativos y poder estimar la real diversidad de este ecosistema.

La taxonomía es una rama de la biología que permite descubrir nuevos registros o especies. Para el profesor Londoño existe una hipótesis que conlleva a pensar que de esta expedición se obtendrán nuevos registros e incluso nuevas especies marinas: “Siempre hemos tenido una hipótesis: en un área poco estudiada al menos un tercio de los organismos encontrados podrían obedecer a nuevos registros y puede ser que éstos no se habían encontrado en nuestro país o sean nuevas especies para nuestros mares y eso aumenta el potencial de biodiversidad, por eso decimos que nuestros mares son más ricos de lo que pensábamos, siempre hemos subestimado esa biodiversidad marina”.  

Para el año 2016 se espera tener datos sólidos que permitan comparar los estudios con otras zonas del Caribe: “Tendremos información más valiosa para nuestros mares en 2016, 2017 y 2018 visitaremos otros cayos como Serrana y Seranilla, esto nos permitirá  entandarizar los métodos y analizar las especies que van migrando de una isla a otra. Así podremos evaluar e hipotetizar las dinámicas de todas las especies y apuntar a su conservación”, concluye Londoño.