Z7_89C21A40L06460A6P4572G3304

Teclas de Ayuda de acceso Rápido

ALT + 1 Inicio

ALT + 2 Noticias

ALT + 3 Mapa de sitio

ALT + 4 Búsqueda

ALT + 5 Preguntas frecuentes

ALT + 6 Atención al ciudadano

ALT + 7 Quejas y reclamos

ALT + 8 Iniciar Sesión

ALT + 9 Directorio telefónico

Letra:

Contraste:

Clic aquí para ir a la página gov.co
viernes, 29 de marzo 2024
29/03/2024
Síguenos
Z7_89C21A40L06460A6P4572G3305

Ciencia

Z7_89C21A40L06460A6P4572G3307
UdeA Noticias
Z7_89C21A40L06460A6P4572G3386
Ciencia

Una pequeña joya en peligro

30/10/2017
Por: Sergio A. Urquijo Morales - Vicerrectoría de Investigación

Mesamphiagrion gaudiimontanum es una hermosa libélula que solo ha sido registrada en los páramos de Antioquia. El veloz deterioro de estos ecosistemas hace que peligren no solo ella sino muchas otras especies, como alerta Cornelio Bota Sierra, entomólogo de la UdeA.

Libélula - Gaudiimontanum

Foto: Cornelio Bota Sierra

Gaudiimontanum. En latín, “la alegría de las montañas”. Un nombre inmejorable para una deslumbrante libélula azul, elegante y delicada. Mesamphiagrion gaudiimontanum es la denominación científica que acertadamente le dio Cornelio Bota Sierra, investigador del grupo de Entomología de la Alma Máter, bajo la orientación de Martha Wolf Echeverry. 

Esta libélula es una especialista de los humedales altoandinos de la Cordillera Central; sus larvas se camuflan y refugian en musgos del género Sphagnum, que suele ser abundante en estos lugares. 

En todas las etapas de su vida, esta y las demás libélulas, conocidas por los entomólogos como orden Odonata, son una pieza esencial en el equilibrio del ecosistema, pues según explica Bota Sierra, “como son cazadoras, son muy buenas controladoras de plagas; sin libélulas la cantidad de zancudos sería insoportable”.

El género de libélulas Mesamphiagrion solo se encuentra en Ecuador, Colombia y Venezuela. Son especies altoandinas, pues viven encima de los 1400 metros en bosques montanos y páramos como Sonsón, Santurbán, Puracé, Chingaza y El Cocuy.

La especie M. gaudiimontanum solo se ha detectado en los páramos de Belmira, San José de la Montaña y Las Baldías, el único del Valle de Aburrá. Pero en este último lugar ya desapareció por la acción —y la inacción— de los humanos.

“En 2015 la población en Las Baldías estaba en perfecto estado. Pero en 2016 había desaparecido completamente. Cuando nos fijamos bien, vimos que en la pequeña laguna donde se reproducían habían sido introducidas carpas, uno de los peces más voraces”, señala el investigador. Los investigadores supieron que la introducción de estos peces fue una decisión del jefe de la estación de policía que queda cerca de la laguna, que consideró interesante hacer acuicultura en el cuerpo de agua.

“Los policías de la estación no sabían lo que ocurre cuando se introducen carpas; y es normal pues en nuestro país poco nos enseñan de ecología y menos de humedales. El problema es que no solo se acaban las libélulas, sino muchas otras especies de artrópodos y plantas, y con esto las funciones del humedal, como recoger y purificar el agua, se pierden”, comenta Bota Sierra. Por ello informaron a Corantioquia, entidad que justamente declaró zona protegida a Las Baldías, con la esperanza de que haya alguna acción para repoblar el lugar con esta especie y evitar que desaparezca de los otros puntos donde se ha detectado.

“La gente ve los humedales como un recurso que debe ser explotado”, afirma el biólogo, quien también enfatiza en que las aguas donde viven las larvas de Odonata son también muy susceptibles a los agrotóxicos, la ganadería,  la minería y el cambio climático. “En Belmira se estaban haciendo estudios mineros que comenzaron a afectar la población”, comenta. En resumen, las libélulas de páramo de todo el país están en grave riesgo.

En el 2014, cuando aun existía la población de Las Baldías, la especie fue evaluada como una especie “en peligro de extinción” (EN) en la lista roja de la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza —IUCN, por sus siglas en inglés—, que mantiene y actualiza la lista de la conservación. 

Con este evento, es posible que la especie pase a la categoría “en peligro crítico de extinción (CR)”, condición de la que difícilmente se puede recuperar sin intervención humana. “Aún no se ha hecho nada en Las Baldías para remediar el problema de las carpas; quizá sea muy tarde para ‘La alegría de las montañas’, pero tal vez otros habitantes del humedal se puedan recuperar si se erradica esta especie invasora; quien sabe, tal vez con el tiempo y con medidas claras por parte de Corantioquia, se recupere la población”, alerta el entomólogo. 

Las joyas desconocidas 

Cornelio Bota menciona que una de las cosas más complicadas en este trabajo taxonómico es la falta de información que hay en Colombia sobre las libélulas, debido principalmente a la escasez de colecciones y de registros. Como triste ejemplo, la colección que Apolinar María reunió a inicios del siglo XX para el Museo de La Salle, en la capital del país, fue destruida en un incendio durante el Bogotazo. 

“La mayoría de la especies colombianas fueron descritas por europeos en el siglo XIX y por estadounidenses en el siglo XX, que se llevaban los especímenes y los analizaban en sus países”, comenta Bota Sierra; “luego dejaron de venir por la violencia y por tanto quedo todo por explorar, una oportunidad para los colombianos”.

Así, desde la década de 1920 prácticamente no se hacían registros de especies de libélulas, pero el trabajo se retomó poco a poca en los años 80. Desde 2005, gracias a la cantidad de información que se fue liberando en Internet se pudo trabajar mejor en varias partes del país. “Poco a poco vamos poniéndonos a la altura de Ecuador en número de registros taxonómicos, pero aún falta para llegar al nivel de Venezuela y Perú”, afirma el biólogo.

Cuando localizó por primera vez la libélula, Cornelio no tenía como determinar que especie era. La colección de Entomología de la Alma Máter le permitió iniciar el trabajo, pero los especímenes solo estaban identificadas hasta el género. Así que escribió a especialistas en Venezuela y Estados Unidos, quienes lo apoyaron mucho enviándole artículos. “Incluso de la Universidad de Michigan, donde está la mayor parte de la colección, devolvieron al país algunos especímenes llevados por una expedición que en 1917 sacó 10000 ejemplares de libélulas, especialmente del valle del Magdalena, con muchas especies endémicas”, comenta el investigador.

Con esta estrecha colaboración internacional, especialmente de los investigadores Rosser Garrison y Natalia von Ellenrieder, Bota Sierra y su equipo pudieron identificar la especie en 2012 y saber que era una nueva para la ciencia. Pero todo ese trabajo y la dicha de tanta diversidad pueden arruinarse si no se toman las medidas apropiadas para evitar que se pierdan centenares de especies que ni siquiera conocemos.

El llamado a Corantioquia y a demás autoridades ambientales del país es para que tomen medidas que protejan de verdad nuestros ecosistemas, en este caso los páramos, y eviten intervenciones devastadoras. También hay que concientizar y capacitar a los habitantes y visitantes de reservas naturales, incluso a poblaciones temporales como los policías y militares, para que cuando conozcan la importancia de cada especie se conviertan en cuidadores de estos ecosistemas que nos dan agua, diversidad y belleza. 

Z7_89C21A40L06460A6P4572G3385
Z7_89C21A40L06460A6P4572G3387
Z7_89C21A40L06460A6P4572G33O4
Z7_89C21A40L06460A6P4572G33O6
Lo más popular
Z7_89C21A40L06460A6P4572G3340
 
Universidad de Antioquia | Vigilada Mineducación | Acreditación institucional hasta el 2033 | NIT 890980040-8
Recepción de correspondencia: calle 70 No. 52 - 21 | Apartado Aéreo 1226 | Dirección: calle 67 No. 53 - 108 | Horario de atención
Conmutador: [57 + 604] 219 8332 | Línea gratuita de atención al ciudadano: 018000 416384 | Fax: [57 + 604] 263 8282
Peticiones, quejas, reclamos, sugerencias, denuncias, consultas y felicitaciones
Política de tratamiento de datos personales
Medellín - Colombia | Todos los Derechos Reservados © 2020