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Academia Sociedad Vida

Más de 1000 suicidios en cárceles sudamericanas

26/02/2021
Por: Stiven Arias Henao- Periodista

Un estudio reciente calculó 1324 suicidios en población carcelaria de cinco países ocurridos entre 2000 y 2017, con un crecimiento preocupante en mujeres que reclama atención.

El suicidio en población carcelaria requiere atención de las autoridades estatales, dicen investigadores. Foto: Free Images. 

Rodeado por los suyos, llenando sus pulmones de aire veraniego y surcando su mirada a través de la ventana de su alcoba hacia el primer y el último recuerdo… estando en paz consigo mismo y sin deberle nada a nadie. Así deberían ser las últimas horas de todas las personas, antes de su encuentro con la posteridad. Debería, pero no siempre es así. La muerte es una realidad difícil de aceptar; y si se trata de alguien que provocó su propio deceso, la paradoja es todavía más inconmensurable.

Muchos de los suicidios ocurridos en 10 países sudamericanos, entre los años 2000 y 2017, tuvieron lugar en confinamiento, y no precisamente el pandémico. En ese periodo, 1324 personas cortaron su existencia frente a los barrotes de hierro y la gélida sombra de una celda que les echaba en cara que su vida ya no era tan suya. Sí, 1324 hombres y mujeres le pusieron el más lúgubre de los puntos finales a sus vidas en las cárceles.

Así lo reveló un estudio en el que participaron académicos de diferentes países, incluida Natalia Trujillo Orrego, investigadora del Grupo de Investigación en Salud Mental, Gisame, de la Universidad de Antioquia. El análisis concluyó que, en promedio, cada año ocurrieron 40 suicidios por cada 100 000 prisioneros en centros penitenciaros de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Paraguay y Uruguay.

Trujillo explicó lo que esto implica en términos del riesgo relativo de suicidio —un indicador epidemiológico— para hombres y mujeres privados de la libertad. Según ese índice, un hombre en la cárcel es 2.4 veces más propenso a quitarse la vida que uno en libertad, mientras que una mujer confinada tiene 13.5 veces más riesgo de suicidarse que una libre.

Según la investigadora, es preciso explorar más a fondo este fenómeno a fin de comprender mejor sus causas. Para ella, dicho hallazgo llama la atención porque «generalmente los hombres tienen más riesgo de consumar el suicidio que las mujeres, pues estas usan instrumentos de menor letalidad», señaló. Y agregó que esto parece sugerir que las cárceles para mujeres podrían tener más deficiencias en atención en salud mental que las que están destinadas para hombres, aunque también pudiera ser el resultado de que haya más vigilancia estatal sobre la población carcelaria masculina debido al riesgo de amotinamiento y otras formas de violencia.

Causas

En el suicidio convergen múltiples factores, no solo su permanencia en reclusión. Pueden haber enfermedades preexistentes previas al confinamiento, abuso de drogas y alcohol, el fracaso en el desempeño de roles familiares o sociales, enfermedades crónicas, algunos rasgos de personalidad e, incluso, «un componente de heredabilidad de enfermedad mental». Así lo explicó Antonio Toro Obando, médico psiquiatra y profesor de la Facultad de Medicina de la Alma Máter, quien agregó que la población carcelaria generalmente ostenta todos esos factores de riesgo, siendo las enfermedades mentales el más importante.

«El 95 % de las personas que piensan en suicidarse, lo intentan o lo hacen, tienen una enfermedad mental, principalmente del estado de ánimo», aseguró Toro. Precisamente la hipótesis en la que se fundamentó el estudio fue que muchas personas con trastornos psiquiátricos no recibieron la atención que necesitaban debido al cierre progresivo de hospitales especializados, sumado a la poca cobertura de atención en salud. Esto, a su vez, influyó para que muchos cometieran delitos y, tras ser encerradas, recibieran atención.

«Encontramos que la alta ocupación carcelaria parece limitar un poco la prevalencia de suicidio, porque permitiría crear redes sociales de apoyo. Proponemos que se evalúe en mayor detalle ese efecto potencialmente protector, aunque paradójico, del hacinamiento», dijo Trujillo. La investigadora recalcó que es necesario que los gobiernos tomen acciones frente a la atención en salud mental de la población carcelaria, priorizando a las mujeres, y que se evalúe a los nuevos reclusos para identificar factores de riesgo asociados a la posibilidad de suicidio.

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