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Treinta años sin Luis Fernando Vélez Vélez

15/12/2017
Por: Julio González Zapata, profesor Facultad de Derecho y Ciencias Políticas UdeA

"...La evocación de Luis Fernando, es el reconocimiento a uno de los egresados más ilustre y más comprometido de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia. Pero también es un ejercicio de memoria que nos permita tener presente los horrores a los que lleva la intolerancia con la ilusión de evitarlos en el presente y en el futuro."

Esta semana de diciembre es paradójica para la comunidad de la Facultad de Derecho y Ciencias Política de la Universidad de Antioquia. El 12 se vistió de gala para celebrar los 190 años de su creación y el 17, se recoge para recordar que hace treinta años, las balas asesinas la privaron de la presencia física, que era casi omnipresente, de uno de sus egresados y profesores que mejor ha encarnado los valores, las luchas y su presencia en la sociedad: LUIS FERNANDO VÉLEZ VÉLEZ.

En estos tiempos en que la memoria se ha convertido, según Enzo Traverso, en una especie de religión civil, la facultad quiere evocarlo en un ejercicio que no pretende mantener vivos los odios, la barbarie y la intolerancia que cegaron su vida, sino como una manera de no olvidar la tragedia que esa intolerancia política, las inequidades económicas y las injusticias sociales le han producido sobre generaciones enteras de colombianos y también con el propósito que su recuerdo sirva como una manera de que esta tragedia no se repita o que por lo menos cese, y por fin los colombianos puedan vivir en un país decente.

A Luís Fernando le costó su vida su gran compromiso nacido de la manera en que entendía y luchaba por los derechos humanos y que dejó magníficamente plasmado en su discurso de aceptación de la Presidencia del Comité Permanente de Derechos Humanos de Antioquia:
Conocemos por la evidencia histórica que hay sectores ciudadanos más propensos que otros a sufrir el atropello en sus derechos. Con relación a ellos debemos velar con más cuidado y mayor fervor porque no se conculquen sus derechos. Aliados como estamos con la causa de todos los hombres, no creemos pecar cuando declaramos nuestra predilección por aquellos aliados más indefensos, por los humildes, por los perseguidos, por los discriminados, por los niños, por los ancianos, por las mujeres, por los enfermos, por los indígenas, por los cautivos.

Los derechos humanos, concebidos como patrimonio de todos los hombres, deben defenderse frente a cualquier persona u organización que los violente y cualquiera que sea el móvil que esgrima para hacerlo. También en este caso sabemos por evidencia histórica que hay organizaciones, agrupaciones e individuos más propensos a violar, más asiduos en violar los derechos humanos. Sin atropellar a su turno los derechos de esas personas o de las personas que conforman esas organizaciones, consideramos como deber ineludible, ejercitar con toda ponderación, ecuanimidad y rectitud, las más serena y severa vigilancia sobre todos sus actos que puedan significar quebrantamiento del derecho ajeno…”
Hablar de LUIS FERNANDO, treinta años después de su muerte, representa un gran desafío. Para quienes tuvieron la oportunidad de conocerle y el privilegio de ser sus amigos, cualquier palabra sobra. Para quienes no pudieron conocerlo, quizá valga la pena repetir una pequeña semblanza de esa persona excepcional que al decir de su gran amigo Carlos Gaviria, vivió entre tres grandes preocupaciones: Dios, como lo insondable, el Hombre como lo efímero, y la sociedad como ese lugar donde se encuentran los intereses, las aspiraciones y los deseos de las personas y que hace necesario el derecho para permitir la vida en común.

Pensando en aquellos que no lo conocieron, no resisto la tentación de repetir unas pequeñas notas que nos permiten situarlo en su dimensión terrenal. Fue abogado de la Universidad de Antioquia (y de ahí su preocupación por la sociedad), antropólogo honoris causa de esta misma casa (su interés por el hombre), teólogo de la Universidad Pontificia Bolivariana ( su permanente búsqueda de Dios), profesor de derecho en su facultad y al momento de su muerte, era presidente del Comité Permanente de los Derechos Humanos. Fue un gran escritor y un gran conversador. Se preocupó siempre por los más débiles: los indígenas, los trabajadores, los sindicalistas, los estudiantes, los menesterosos, tal como reflejan sus palabras, citadas antes.

Es de destacar que su preocupación era básicamente evitar que le fueran conculcados los derechos a los más débiles, a los vulnerables, a los más marginados. Es demasiado arriesgado suponer qué pensaría hoy sobre ciertas visiones punitivistas sobre los derechos humanos, que parecen agotarse en la búsqueda del castigo de los victimarios pero supongo que descreería de esas soluciones retributivas, tan evocadoras del ojo por ojo, diente por diente, y más bien se interesaría por buscar aquellas condiciones que permitieran que esa tragedia que ha sido la historia de Colombia en este campo, no se repitiera y sobre todo, que a partir del respeto de los derechos humanos, se pudiera evitar tanto dolor y tanta tragedia.

¿Qué nos podría decir hoy LUIS FERNANDO? ¡Cómo han cambiado el mundo y la Universidad de Antioquia en estos treinta años!
Si pudiéramos devolver el tiempo y buscarlo nuevamente en su oficina del cuarto piso del bloque 14, lo encontraríamos atendiendo a alguna persona, que seguramente fue a pedirle su consejo y hasta una ayuda material; estaría leyendo o escribiendo febrilmente con su estilógrafo, el borrador, que casi siempre se constituía en la versión definitiva de alguna de sus cartas, sus cuentos, sus comunicados o partes de sus libros.

No faltarían los avisos visibles sobre los servicios que ofrecía: un tajalápiz para quien lo necesitara, la hora o la temperatura para los más despalomados, cigarrillos o confites, según las necesidades del visitante. El único servicio que decía que no se prestaba en su oficina, era decir dónde estaban algunos profesores o por qué algunos de ellos eran tan difíciles de encontrar en la universidad. Sólo si estaba sumamente apresurado, con lo dientes apretados, se quejaba ante juguete, su perro imaginario, para que el interlocutor entendiera que no se podía extender mucho en su visita.

Para hoy ya tendría más que tiempo para jubilarse, pero dudo que hubiera cesado en su febril actividad que empezaba al amanecer y que casi siempre terminaba en la noche, en una alegre tertulia en algún bar. No sé como hubiera sido de traumático su ingreso al mundo de celulares, computadores, a las redes sociales, tantas actividades en línea que minimizan el contacto cara a cara, tantos formatos para cada cosa, tantos procesos productivos y competitivos, etc. No creo que haya simpatizado con tantas tablas e indicadores, porque si algo respetaba en los demás, era su diferencia y ésta difícilmente se puede apreciar en un gráfico, una estadística, o un informe ejecutivo, todos ellos tan homogenizantes.

Pero no tengo la menor duda que los estudiantes, los trabajadores, los profesores, los indígenas o cualquier otro necesitado, lo irían a buscar copiosamente, porque era imposible salir de una clase o de una visita a su oficina sin que algo hubiera cambiado: algo se aprendía, algo se aclaraba, algo se podía ver de otra manera y muchos problemas se resolvían. Su fino sarcasmo colocaba al interlocutor con los pies en la tierra. Ese sarcasmo operaba casi siempre como un antídoto ante la ignorancia, la arrogancia y la irracionalidad.

La evocación de LUIS FERNANDO, es el reconocimiento a uno de los egresados más ilustre y más comprometido de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia. Pero también es un ejercicio de memoria que nos permita tener presente los horrores a los que lleva la intolerancia con la ilusión de evitarlos en el presente y en el futuro.


Nota

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