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Opinión

Del retrato al ícono

27/03/2017
Por: Judith Nieto López, PhD profesora Facultad de Medicina, UdeA

"Desde el umbral se ven, allí están casi con vida, de pie, a punto de retomar su marcha, las figuras de pasados y recientes mártires colombianos, quienes, sin haber hecho daño alguno, fueron sacrificados"

Desde el jueves 2 de marzo, en la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia (Sala de Arte, Centro Empresarial Aburrá Norte), está abierta la exposición Para el nuevo santoral colombiano I, de la artista antioqueña Martha Lucía Villafañe. La técnica consiste en dibujo escultórico en platina de hierro doblada y soldada, y algunas son complementadas con pergamino, mallas u otros elementos plásticos.

Asistir a esta exposición es estar invitado a detenerse ante algunas de las imágenes de mártires colombianos del pasado y de los últimos tiempos; imágenes reconstruidas con la delicadeza permitida por la maleabilidad de la platina de hierro doblada y soldada, principal material en el que fueron levantadas en dibujo escultórico las imágenes de quienes “deben” ingresar al nuevo santoral colombiano.

Al entrar a la sala, el visitante se encuentra con los nombres y las evocaciones que dichos nombres demandan a quien se dispone al recorrido de violencia, muerte y memoria al que invita la artista Villafañe.

Desde el umbral se ven, allí están casi con vida, de pie, a punto de retomar su marcha, las figuras de pasados y recientes mártires colombianos, quienes, sin haber hecho daño alguno, fueron sacrificados; son los compatriotas recuperados por la artista en dibujo escultórico, que intentan decir que sus nombres y sus vidas ejemplares no pueden tomar el rumbo de la desmemoria.

La psicóloga Marjorie Kishner, la cadete Lina Maritza Zapata, las activistas del desarraigo Yolanda Izquierdo y Ana Fabricia Córdoba, y la víctima de feminicidio Rosa Elvira Cely son revividas en la quietud del dibujo escultórico, técnica con la que Martha Lucía Villafañe las levanta, les actualiza sus rostros, les rehace sus cuerpos, expuestos con el color de la oscuridad insondable en que han quedado sumidos luego de su atroz final.

Allí están desde el 2 de marzo de 2017 estas cinco víctimas de la violencia en Colombia, hermanadas por el mismo dolor, pero acompañadas de la que fuera y, por qué no, sigue siendo la imagen y símbolo nacional de la lucha social en Colombia: el padre Camilo Torres Restrepo.

Sobre sus nombres, sus existencias, sus oficios y sus figuras, recuperados de sus lejanas pavesas y traídos al presente en forma artística, ha estado la mano de la escultora; ella, inquieta por estas aterradoras víctimas, se propuso “dar vida” a quienes sugiere para el nuevo santoral colombiano, gracias al soplo que atraviesa el frío vacío presente en los resquicios dejados por las láminas de platina de hierro.

Asisto a la exposición y en ese momento soy la única espectadora. Contemplo la obra de la artista Villafañe, trabajo que cuenta con una impecable curaduría y que ha sido instalado en la Sala de Arte del Centro Empresarial Aburrá Norte. Me desplazo lentamente de imagen en imagen, de nombre en nombre, de recuerdo en recuerdo, y aprovecho mi soledad y la de los dibujos escultóricos para preguntarme, en medio del silencio de mis palabras contenidas —quisiera hablarle a uno por uno, quisiera hacerles decir algo, que me hablen—: ¿cómo lo hará la artista?, ¿cómo consigue transformar y mezclar la platina de hierro doblada y soldada en asocio con los demás materiales en un cuerpo, en un rostro emancipado de los adoloridos momentos de su final y mortal agresión?, ¿cómo logra la artista que la imagen nocturna y ya tal vez olvidada de estos mártires colombianos reaparezca, y que sea casi devuelta a la vida por obra de una técnica que parece sembrada en sus manos?

No tengo cerca a la dibujante y escultora para que conteste mis elementales preguntas; entonces, me conformo con el embeleso provocado por el movimiento de unas láminas que se vuelven rostro, piernas, cuerpo.

Reinicio mi recorrido y la lectura de las imágenes y los textos que han sido finamente escritos junto a cada figura: dan cuenta del nombre, de la historia, de los sueños interrumpidos, de sus finales atroces, imperdonables. Vuelvo con mis ojos y busco sus rostros ferrosos, sus cuerpos helados, yertos como estarían ahora. Los miro sin descanso. Mi memoria los repasa. ¡Los contemplo hasta la consternación!

Allí están, otra vez ellos, por obra del milagro artístico: la psicóloga, la cadete, las activistas del desarraigo, la víctima de feminicidio y el cura rebelde. Allí están rehechos por obra de la platina de hierro que unas manos de mujer supieron templar y torcer; allí están vueltos a la vida del arte que no muere y por acción de un tejido de tiempo y decir, asegurados con la puntada que suelta el hilo de la memoria. Sus ojos cerrados por la fría lámina parecen mirar furtivamente, sus labios mudos se dejan contemplar, casi escrutar por quien está frente a ellos para sentirlos ahí, fijos, incapaces de contar su tribulación, su pena herida.

Allí estarán hasta el 2 de abril los escogidos Para el nuevo santoral colombiano I. Ellos, cubiertos con la pincelada única del óxido, parecen contar, anunciar que ahora son hijos profundos de la tierra, sobre la que, desprevenidos y huérfanos de memoria, nos volvemos a parar quienes asistimos a su dolorido final, recuperado hoy en la obra de arte de Martha Lucía Villafañe.

Allí están los mártires colombianos pasados y más recientes —en el nuevo santoral colombiano II debería incluirse a Yuliana Samboní Muñoz, la niña raptada, violada y asesinada que todavía me duele—, en un conmovedor trabajo plástico, que hace un relato escultórico a partir de “La serie que aborda el problema político y social de violencia generalizada mirado desde la óptica mística, ya que la religiosidad es tan fuerte en nuestra cultura”, como resume el catálogo.

Hay que asistir a la exposición para apreciar y volver a sentir el tránsito del retrato que migra hasta el ícono.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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