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Opinión

Un juicio harto injusto

14/11/2018
Por: Juan Pablo Muñoz Patiño, estudiante de Maestría en Ciencia Política UdeA

"El Instituto de Estudios Políticos de la UdeA invitó a cinco de los directores que ha tenido durante estos 30 años para rendirles homenaje en esta efeméride, sin embargo, el homenaje fue precedido por una inusual formulación de cargos por parte del director del Instituto a los ex directores..."

El Instituto de Estudios Políticos de la UdeA invitó a cinco de los directores que ha tenido durante estos 30 años para rendirles homenaje en esta efeméride, sin embargo, el homenaje fue precedido por una inusual formulación de cargos por parte del director del Instituto a los ex directores.

En su discurso conmemorativo, a manera de juicio, William Fredy Pérez, director del Instituto, se dirigió a los cinco directores como una “banda, o mejor dicho, los cabecillas”, imputados de una presunta y muy extraña culpabilidad. Adriana González Gil, William Restrepo Riaza, Fabio Giraldo Jiménez, Juan Carlos Vélez Rendón, y Manuel Alonso Espinal; comparecieron para responder por los cargos de, según Pérez:

“…haber sostenido en el tiempo el Instituto, y por ende de que el Instituto escudriñara el devenir histórico de una sociedad que todavía deambula tratando de superar fracturas históricas, y que no logra aún aceptar la política como un mundo complejo en el que la fuerza de la razón pueda prevalecer y no como un campo elemental en el que prevalezca la razón simple de la fuerza o la extorsión o el mercado sin condiciones”.

También dijo que era necesario formular algunas imputaciones al maestro Carlos Gaviria, quien fuera el primer director, semejante director, del Instituto.

Pérez señaló también a los “cabecillas” del Instituto, como presuntos responsables de que la estrategia del IEP sea pertinente y sostenible para producir conocimiento relevante en un campo especifico, para participar en la construcción y ejecución de la cultura política democrática, para formar ciudadanos y profesionales capaces de enfrentar los desafíos del entorno y de contribuir a su transformación.

“Son responsable de haber defendido un lugar para los estudios políticos, sobre la base de los compromisos de la Universidad de Antioquia, de que esta no se haya marginado del debate público y son responsables de la producción de conocimiento y de su divulgación en tiempos especialmente críticos”, juzgó el director.

Acusó también Pérez, que los implicados y su organización, han contado con la complicidad de una persona que ha sido determinante en sus “planes y fechorías”, María Tersa Uribe de Hincapié.

Por el bien de la sociedad, Pérez sentenció además que con gusto, y de ser posible, los confinaría a purgar cadena perpetua en la Universidad de Antioquia.

Durante todo el discurso, o mejor, a medida que se leyeron los cargos, los ex directores asintieron ante cada una de las acusaciones, así que en el auditorio no quedó lugar a duda sobre la aceptación de la responsabilidad.

Pese a esa claridad, posterior a las acusaciones, los cinco acusados rindieron indagatoria y cada uno de ellos se allanó a los cargos. Entre las réplicas sobresalió la del profesor William Restrepo Riaza, quien ejerciendo su derecho a la defensa, justificó su participación en el génesis de la “fechoría” denominada Instituto de Estudios Políticos, Instituto cuya dirección le fuera delegada más tarde por Carlos Gaviria Díaz, sin explicación alguna, según narró Restrepo.

Parecía que el profesor Restrepo había reservado para esa ocasión cada palabra no dicha al Instituto durante los veinte años de ausencia. Y aunque se hizo tarde y había que evacuar el auditorio, nadie se atrevió a interrumpir al maestro, que concluyó explicando las diferencias entre el contexto político en el cual nació el Instituto y el escenario político actual, y que por lo tanto, el país requiere un tipo de Instituto de Estudios Políticos diferente al que hoy tenemos. Uno más audaz tal vez, le entendí yo.

Al finalizar el encuentro me acerqué a uno de los ex directores para felicitarlo y aprovechar para preguntarle qué opinaba sobre cuál era el tipo de Instituto que necesitaba la sociedad. Fabio Giraldo subió una de sus tupidas cejas e interrumpió su sonrisa de viejo bonachón para dejar escapar unas palabras:  “¿Qué le pareció el sablazo?”, contrapreguntó Giraldo y salió corriendo.

Esa palabra me retumbó como el eco mismo del agudo timbre que con seguridad hace ese aparejo al golpear una roca. “¡Sablazo!”, fue inevitable recordar la primera vez que escuché esa palabra en la casa museo de José María Córdova, en el municipio del El Santuario, luego las imágenes se vinieron en tropel hasta que me quedé suspendido en una: encerrado en una vitrina se ve el sombrero del General, roto por los sablazos que le propinó Ruperto Hand.

Coda
Al director del Instituto, William Fredy Pérez, me lo había encontrado en una cafetería de la Universidad un par de días antes de la celebración. Estaba acompañado por los profesores Germán Valencia y Juan Carlos Escobar.A los tres los felicité por la efeméride: “¡felicitaciones profesores por los 30 años del Instituto, felicitaciones!”, “y para mí, felicitaciones también”, dije.

“¡Felicitaciones Juan Pablo!”, dijo Juan Carlos Escobar y me estrechó la mano sin saber muy bien por qué me felicitaba, el caso es que me siguió la corriente. Ha de haber interpretado la excéntrica situación como un lapsus Beckettiano de uno de sus estudiantes de la maestría.

Lo que el profesor no imaginó es que sí se trató de una auto adjudicación de reconocimiento, reconocimiento a la valentía de haber tomado por fin la determinación de buscar en la maestría en ciencia política del IEP de la Universidad, las respuestas que me ayuden a entender la paradójica escena política de Colombia.

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Nota

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