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Opinión

Retos en salud y el papel de la Universidad

19/09/2017
Por: Luz María Agudelo Suárez, médica, Facultad de Medicina UdeA, especialista en Epidemiología e investigación social.

"...el sistema de salud tiene la responsabilidad de contribuir a elevar la calidad de vida de la población, atender la enfermedad y mitigar el dolor y el sufrimiento humano con acciones que promuevan la salud y la vida, prevengan la enfermedad y brinden atención con calidad y pertinencia social..."

Establecer los retos que debe enfrentar la sociedad colombiana en salud supone entenderla como un derecho humano fundamental, como un valor social que garantiza el disfrute de la vida y como un servicio que permite restituir la salud cuando esta se ha perdido: esto es, identificar los principales problemas de salud de acuerdo con el perfil epidemiológico, las causas determinantes de dichos problemas y la respuesta social dada por las políticas de salud y el sistema de salud.

Hay consenso en que el país presenta un perfil epidemiológico acumulativo, es decir, donde persisten las enfermedades infectocontagiosas, y las relacionadas con la reproducción humana, mientras en forma simultánea se convierten en un verdadero desafío las enfermedades crónicas y degenerativas como cardiocerebrovasculares, el cáncer y la diabetes, además de un aumento considerable de los accidentes de tránsito y las enfermedades relacionadas con la salud mental.

Bastante preocupantes son las relacionadas con el deterioro de la salud mental en un país como el nuestro, donde la larga guerra vivida ha afectado todos los órdenes de la vida social y personal; sus efectos no solo se evidencian en el número de víctimas, lesionados y pérdida de vidas humanas y sobre el medio ambiente, estableciendo profundas alteraciones de la vida sobre la tierra. La guerra produce sin lugar a dudas una afectación del espíritu humano que llega a límites insospechados del horror, y genera dolor y sufrimiento. 

Es incalculable el inmenso daño al tejido social que la guerra ha producido y es aún inicial la comprensión que logramos sobre los efectos en torno a la salud mental y social de la población, tanto de quienes la han vivido en forma directa, como quienes han vivido sus efectos colaterales. Muy probablemente las relaciones de desconfianza, intolerancia, exclusión y la eliminación de todo aquello que se percibe como diferente, sean el producto de lo que la guerra nos ha enseñado como forma de relacionamiento.  

Este perfil epidemiológico acumulativo se explica no solo por la guerra que hemos padecido por más de cincuenta años. Los cambios demográficos derivados de la disminución de las tasas de natalidad y mortalidad, el aumento en la esperanza de vida, el deterioro considerable del medio ambiente, el cambio climático, las grandes desigualdades en la distribución de la riqueza social y el acceso a bienes y servicios, los procesos de urbanización en la vida moderna y la concentración de la población en los grandes centros urbanos y un modelo desarrollo económico y social que aún no logra poner al alcance de toda la población condiciones de bienestar y calidad de vida y del disfrute de la salud, también hacen parte del modelo explicativo.

Los grandes retos en materia de salud serán entonces enfrentar las grandes inequidades en salud y muy especialmente en garantizar mejores condiciones vida y salud en las zonas rurales y marginales de las grandes urbes donde son más precarias. Paralelamente debemos avanzar en el conocimiento y la intervención de las llamadas enfermedades del desarrollo: las enfermedades crónicas y degenerativas, los accidentes de tránsito, y las relacionadas con la salud mental que, como se anotó anteriormente, constituirán un capítulo especial en el posconflicto.

En consecuencia, el sistema de salud tiene la responsabilidad de contribuir a elevar la calidad de vida de la población, atender la enfermedad y mitigar el dolor y el sufrimiento humano con acciones que promuevan la salud y la vida, prevengan la enfermedad y brinden atención con calidad y pertinencia social.

Ello se ve obstaculizado por problemas de acceso, oportunidad y calidad en la prestación de los servicios, a pesar de la alta cobertura del aseguramiento; la corrupción imperante en todos los niveles del sistema, el debilitamiento de la red pública de servicios, la falta de resolución de los primeros niveles de atención, el desarrollo preferencial de los niveles de atención de mayor complejidad, con un uso en ocasiones irracional de la tecnología y los medicamentos, y la concentración de estos servicios en las grandes ciudades, así como la baja inversión y continuidad de los programas de promoción de la salud y prevención de la enfermedad. 

Además de los problemas de financiamiento, el sector requiere un manejo más eficiente de los recursos y mayor inversión social para afrontar la carga de enfermedad acumulada. 

En este panoram, ¿cuál es el papel de la universidad como formadora de recurso humano en salud, y gestora del conocimiento? La universidad, en particular la universidad pública, cumple un papel primordial para transformar y mejorar la salud de la población. Su papel como integrante privilegiado del sistema de educación superior y formadora de profesionales, y técnicos en salud es desarrollar el talento humano, principal recurso del sistema de salud, con pertinencia social, claros ideales éticos, compromiso con los grandes problemas del país y una formación holística donde no sólo se procure un elevado nivel de formación científicotécnica, sino en artes y humanidades. Al fin y al cabo, las profesiones del campo de la salud en tanto la complejidad de su objeto, la salud y la vida humana, son profesión y arte.

Enfrentar los desafíos descritos supone no solo formación adecuada sino creatividad, imaginación, innovación y sentido crítico. Formación científico técnica y humanística pero también ciudadana. 

La universidad, espacio autónomo y de deliberación por excelencia, debe recuperar su papel de liderazgo y participación democrática en los grandes debates de salud del país desde su conocimiento y experticia. Para proponer alternativas, debatirlas y enriquecerlas desde los avances en el conocimiento y en la práctica social. Debe ganar voz y escucha en los grandes escenarios de decisión ciudadana, para influir en aquellas políticas públicas que propician y abogan por el bienestar, y la calidad de vida de la población, la tolerancia, la inclusión y la disminución de las grandes inequidades en salud. 

La universidad no puede ser inferior a los grandes problemas y necesidades que en materia de salud enfrenta el país, debe sumar voluntades y es la llamada a ganar la confianza de la ciudadanía en la institucionalidad pública gracias a su autonomía y al poder que le confieren el uso de la libertad de pensamiento y argumentación.

Los planes de desarrollo de la Institución deben acompañar los grandes objetivos de desarrollo local, regional y nacional, de tal manera que puedan sumar a estos la autoridad que da el conocimiento acumulado que posee la institución universitaria y ser capaz de ponerlos al servicio de la población.

Pero sobre todo, los planes y proyectos de la universidad y su liderazgo, deben ser producto de la deliberación y argumentación de la comunidad universitaria para potenciar la multiplicidad de miradas y perspectivas que fortalezcan el espíritu democrático, como ejemplo para un país que requiere con urgencia la construcción de una sociedad justa equitativa y en paz.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia. Escriba y envíenos sus columnas de opinión al correo electrónico: udeanoticias@udea.edu.co

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