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Academia Ciencia

Aclimatarse, clave de la supervivencia de los árboles

22/04/2020
Por: Carlos Olimpo Restrepo S.- Periodista

Científicos de la Universidad de Antioquia adelantan un estudio que empieza a mostrar los efectos del incremento de las temperaturas en el bosque andino, que se extiende desde Perú y Bolivia hasta Venezuela. La aclimatación es la clave de este fenómeno global. A propósito del Día del Árbol, #VuelveALeer este artículo publicado en nuestra edición de febrero de 2020 del Periódico Alma Mater. 

Los investigadores les hacen mediciones permanentes a los árboles transplantados en los municipios de Támesis y Fredonia. Fotos: cortesía Zorayda Restrepo Correa.

Bosques de guama. Ese puede ser el escenario dominante a finales de este siglo en las montañas andinas por encima de los 2400 metros de altura sobre el nivel del mar, si la temperatura en los Andes tropicales es superior en 5 °C a la actual, como se prevé con el ritmo acelerado del actual periodo de calentamiento terrestre, que no le da tiempo de aclimatarse —y menos de adaptarse— a algunas especies vegetales de esta región del planeta.

Este es uno de los primeros resultados que se desprenden de un estudio a mediano plazo propuesto por la ingeniera forestal Zorayda Restrepo, doctoranda de la Escuela Ambiental de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia, quien cuenta también con el acompañamiento científico de la Universidad de Exeter, Reino Unido.

«Pensamos que era importante trabajar un programa de aclimatación, porque los bosques andinos deben responder de alguna manera a los incrementos de la temperatura», explicó Restrepo. «Si estas 14 especies se afectan —con el cambio de temperatura—, eso va a afectar todo el bosque tropical. El experimento lo que pretende es predecir lo que va a pasar con el bosque», añadió. 

Este proyecto, planteado en 2016, empezó su marcha en noviembre de 2018. Partió de la selección de 14 de las especies vegetales dominantes del bosque andino: guamo (tres diferentes), chagualo (dos diferentes), sietecueros, nigüito, chiriguaco o cardagua, encenillo, cucharo, carguero, cardenillo, candelo y roble.

La investigadora y su grupo de trabajo tomaron semillas en Caramanta, a 2450 msnm y una temperatura media de 14.5 °C. Un grupo las sembraron en San Pablo, Támesis, a 1300 msnm y temperatura de 20 °C, y otro en Puente Iglesias, Fredonia, a 671 msnm y temperatura de 25 °C.

El cultivo se hizo en sitios con topografía similar, en condiciones de pendiente y posición del sol lo más parecido al sitio de procedencia. «Para el suelo, como es tan variable, lo que hicimos fue tomarlo de Caramanta y llevarlo al sitio de cultivo. Cambiamos más o menos un metro cúbico de tierra por cada árbol y ahí sembramos, para no alterar la fertilidad. También les proporcionamos agua para que el régimen hídrico fuera el mismo que en el bosque madre».

En resumen, el único cambio al que buscan someter a estos árboles es al de calor, para observar su comportamiento en temperaturas superiores a 5 y 10 °C con respecto al lugar de procedencia, y deducir así cómo puede ser su comportamiento en el escenario del calentamiento global en las próximas décadas. Las previsiones científicas más pesimistas estiman que en los próximos 50 años puede haber un incremento máximo de 5 °C en la temperatura de la Tierra.


Los investigadores les hacen mediciones permanentes a los árboles transplantados en los municipios de Támesis y Fredonia. Fotos: cortesía Zorayda Restrepo Correa.

En cada uno de los sitios seleccionados —incluido el bosque «madre» en Caramanta—, se adecuaron cuatro parcelas de unos 1600 metros cuadrados para la siembra, y en cada una de ellas se sembraron 24 individuos, es decir, 336 en cada lugar, para un total de 1008 individuos observados.

«Lo primero que miramos es si crecen, y vemos que sí lo están haciendo, pero ¿se van a reproducir? Para eso necesitan que sus bichos polinizadores o los que las dispersan también se muevan. Los individuos están empezando a dar flores. Con el tiempo queremos evaluar si los bichos también se van a mover», indicó Zorayda Restrepo.

De las observaciones realizadas en 2019 se deduce que «a los guamos santafereño y macheto les va mejor en la zona baja (temperatura alta), a otras especies les va bien en la zona media —no están supremamente felices, pero podrían aclimatarse a una temperatura superior a 5 °C —; al cardenillo abajo no le fue bien, el encenillo está más acondicionado a la zona alta, las temperaturas altas parece que no lo van a favorecer. El roble es interesante: tiene una tendencia a crecer en temperaturas más bajas, pero en las zonas medias le va bien», explica la experta.

«Lo que sabemos hasta ahora —agregó Juan Camilo Villegas, asesor de este proyecto—, es que esto implica cambios en la manera como el bosque está compuesto y como funciona. ¿Esos cambios son benéficos o nocivos para la gente? Depende. Muchas de estas especies que a lo mejor no logran sobrevivir a las altas temperaturas tienen asociación muy importante con microorganismos del suelo. Si ellas no lo logran, esos microorganismos también se pierden y la descomposición y fertilización se ve afectada. Entonces las aves y los insectos especialistas en polinizar algunas de estas también van a sufrir».

Ante el incremento de las temperaturas en el planeta, las diferentes especies se enfrentan a cuatro posibilidades:

Migrar: moverse del sitio donde hoy se encuentran. Por lo general, se da hacia lugares más altos, donde la competencia por el espacio se hace cada vez más dura.

Aclimatarse: cambio fenotípico (de forma, comportamiento y otros rasgos) gracias al cual siguen haciendo sus funciones para establecerse, crecer y reproducirse en una nueva condición de temperatura. No implica cambio genético y se puede dar en corto tiempo.

Adaptarse: presentan cambios genéticos, los cuales se producen a lo largo de siglos y milenios y no son reversibles, es decir, hay una evolución.

Extinguirse: Es la desaparición total de una especie, lo cual trae consecuencias para otras y el entorno. Se produce cuando no puede moverse, aclimatarse y , mucho menos, adaptarse.

El largo viaje de las especies

En cada hectárea de bosque Andino se encuentran, en promedio, unas 150 especies de árboles, 40 de las cuales se pueden llamar dominantes y de estas se tomaron las 14 para el estudio, por ser las que representan el 90 % de la biomasa de este ecosistema. Algunas son nativas —sietecueros, nigüito—, pero otras caminaron miles de kilómetros para subirse a las montañas tropicales que se extienden desde Bolivia y Perú hasta Venezuela.

El ingeniero ambiental y doctor en Recursos Naturales, Juan Camilo Villegas, explicó que «la colonización vegetal de los Andes se ha dado por etapas: Cuando ha habido glaciaciones en el norte de la Tierra, que duran mucho tiempo, cientos de miles de años, las especies tienen tiempo de migrar. Con las glaciaciones los robles empezaron a caminar al sur, pero las tierras bajas del istmo de Panamá son muy calientes para ellos y entonces se treparon a los Andes. Las que vienen del sur, lo hacen sobre todo porque allá hay tan poco espacio, tanta competencia entre especies, que algunas buscan vivir más arriba. Esa historia migratoria les juega a favor o en contra en el pedazo de la zona montañosa que ocupan hoy en los Andes. Las que vienen del Amazonas —como los Inga (guamas)— se «acuerdan» genéticamente que pueden vivir en clima caliente, pero los que tienen memoria de clima más frío —los Quercus humboldtii (robles)—, no saben qué hacer en tan corto tiempo con el actual cambio climático».

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