Tránsitos del sonido y la luz
Tránsitos del sonido y la luz
La instalación Espacio dócil, del artista plástico Germán Sánchez Restrepo, propone ocho piezas sobre la interacción entre movimiento—luz—sonido. El espectador es el encargado de activar todas las reflexiones.
Instalación 'Espacio dócil', Museo Universitario de la Universidad de Antioquia: Foto: Juan Pablo Hernández Sánchez.
Uno de los compositores vanguardistas que más se preocupó por el fenómeno del sonido fue John Cage. A través de músicas y ruidos, dejó algunas reflexiones: «Ni estando en un cuarto aislado ni quedándonos estáticos podemos lograr que haya un silencio total; el latido del corazón, el sonido de nuestra respiración o el simple andar del viento lo impiden», anotó en 1952, después de haber visitado la cámara anecoica —herméticamente sellada— de la Universidad de Harvard.
La visita de Cage al lugar estuvo motivada por sus estudios sobre el silencio en una época en la que abundaban las propuestas musicales. De allí nació 4’33”, una obra que evidencia que el silencio es cercano a la utopía. Estas referencias llegaron a los oídos del artista plástico Germán Sánchez Restrepo y se cruzaron con sus indagaciones sobre los espacios privado y público. Fue la génesis de Espacio dócil: un estudio sobre la sonoridad de la quietud, obra que se expone hasta el 30 de mayo en el Museo Universitario de la Universidad de Antioquia —Muua—, que propone la sinestesia como puente sensorial a los espectadores —oler un sonido, observar un olor, palpar un color, oír un sabor—.
Los sonidos que se activan en la sala están construidos a partir de ruidos, uno de ellos el televisivo, con el cual el artista propone una reflexión sobre los paradigmas que moldean el espacio: «La televisión genera espectadores pasivos, que asimilan la luz, el sonido y el movimiento sin cuestionar mucho; asimismo el espacio público se ha convertido en un fantasma que todos deben soportar, está ahí a pesar de que nos guste o no», explicó Sánchez.
El individuo establece valores luminosos y acústicos sobre su experiencia de lo deseable y lo no deseable, que Sánchez Restrepo denomina lugares y no lugares. «En los no lugares todos somos desconocidos y sospechosos». Los no lugares son, entonces, los espacios urbanos, donde todo es de todos pero de nadie, ellos causan la búsqueda del sujeto por un espacio «más íntimo y seguro», un comportamiento «claustrofílico».
La instalación —cuadros blancos, sensores, luces ledes y sonido— es uno de los trabajos de investigación financiado por el Fondo de apoyo a trabajos de grado de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia; y está compuesta por ocho piezas experimentales que invitan a caminar, danzar, observar, activar, según la sensibilidad del espectador.
«Todo cambia todo el tiempo, por ello, aunque la obra nazca de una reflexión, no tiene una pretensión diferente a la que despierte en el espectador», dijo el artista Sánchez Restrepo.
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