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Acciones«Si no me hubieran llamado, no sería famoso»
Acciones«Si no me hubieran llamado, no sería famoso»
Después de 50 años, Édgar Jaime Isaza Isaza, quien formó parte del equipo de arquitectos gestores del Campus de la Universidad de Antioquia, contó algunos hechos y anécdotas alrededor de su construcción.
Arquitecto Edgar Jaime Isaza Isaza. Foto Fredy Ramírez Calle.
Desde la comodidad de su oficina, Édgar Jaime Isaza Isaza, quien era el más joven de el equipo de arquitectos conformado por César Valencia Duque, Juan José Posada, Raúl Fajardo, Ariel Escobar y Augusto González contó con simpatía, pasajes vividos durante al proyecto de construcción de la Ciudad Universitaria.
Su llegada al proyecto se debió a que Isaza había trabajado en la oficina de Planeación de Medellín, allí se conoció con el entonces concejal, Ignacio Vélez Escobar.
«El doctor Vélez me invitó a formar parte del equipo; por suerte me llamó». Entre risas dice: «¡Si no me hubiera llamado, no sería famoso!».
Campus en construcción. Foto archivo Museo Universitario.
¿Cómo transcurrían esos días de trabajo en equipo?
«Iniciamos trabajando en la Plazuela San Ignacio y cuando se pudo hacer una ramada en el terreno donde es hoy la Universidad, nos encontrábamos todos los día en la mañana a laborar en equipo, cada uno hacía su aporte y no teníamos una instrucción de que usted planee esto, yo esto… no, el trabajo siempre se hizo en conjunto».
¿Pero recibían recomendaciones o directrices de Ignacio Vélez?
«Una sola directriz: respeto por los principios de economía, funcionalidad a la estética, pero dentro de los parámetros de la austeridad, nada de cosas suntuosas y con todo el criterio arquitectónico».
El Campus de la Universidad de Antioquia se edificó en un terreno que el municipio de Medellín vendió al Instituto de Crédito Territorial para construir un programa de vivienda, pero luego de algunos estudios manifestaron que «era un lodazal, que no servía para nada». Pidieron revertir el negocio, pero el Municipio no aceptó. Esto se fue a un pleito jurídico, ganado por el Instituto y obligándolos a devolver el dinero.
«En realidad sí eran unos pantaneros pero bajo ese terreno había un suelo muy firme. Nos encontramos con un sitio privilegiado para el Campus, era un lugar óptimo. Lo hicimos convencidos de que iba a ser algo que marcaría a la ciudad; esta obra rubricó un nuevo derrotero para Medellín».
«Si uno piensa hoy, dónde pudo haber sido construida la Universidad, esta era la ubicación perfecta por estar al lado de la avenida Regional, la calle Barranquilla y la avenida Ferrocarril, lo que le da una connotación metropolitana».
Panorámica del campus en construcción. Foto archivo Museo Universitario.
La construcción del Campus se realizó con materiales producidos en Medellín: teja de barro, cubiertas y ladrillos. Materiales como el cascajo, gravilla y arena se extrajeron del subsuelo del terreno. La piedra se trajo de El Hatillo, de los terrenos que iban a ser de la Facultad de Veterinaria.
Al son de un café y con el centro de la Ciudad como testigo asomándose por los grandes ventanales de la oficina de aquel decimoquinto piso, Edgar Jaime expresó con felicidad: «He tenido proyectos muy importantes en mi vida: el Metro, la Universidad de Medellín, el Politécnico y grandes edificios, pero el que más me llena de orgullo fue haber construido el Campus de la Universidad de Antioquia».
Por cada recuerdo que menciona de los años 60, Édgar, dibujó una sonrisa en su rostro, más aún cuando se refirió a los 130 millones de pesos que costó la Ciudad Universitaria.
«Hubo diferentes aportes, como los del Departamento, un 25% de la venta del Ferrocarril de Antioquia lo dieron para la construcción, aportes del Municipio de Medellín y unos empréstitos muy blandos de la Fundación Ford; ¡ah!, y la Nación aportó también. Fue un valor irrisorio para la magnitud de la obra, y todo se le debe al doctor Vélez, quien nos ‘tallaba’ para que no fuéramos a gastar más de lo debido».
¿La tarea entonces que les pusieron fue construir algo arquitectónicamente muy bueno, pero con el parámetro de la austeridad?
«No nos podíamos enloquecer a hacer cosas bonitas y costosas, con enchapes en mármol, ni cosas deslumbrantes, el doctor Ignacio controlaba mucho el presupuesto, era una cosa brava, le proponíamos algo novedoso estéticamente hablando y preguntaba ´¿Cuánto vale?… no, no, no, no nos podemos enloquecer, tenemos que hacer esto con criterios rígidos y sanos'. Por eso el resultado fue una obra muy limpia y funcional».
¿Hubo algunas premisas?
«Una, que la ciudad universitaria debía tener obras de arte de artistas antioqueños, por ello se pensó en Pedro Nel Gómez y Rodrigo Arenas Betancur, quien estaba recién llegado de México.
Dos. Desde un principio se dijo que la biblioteca iba a ser el símbolo, a esa sí le podíamos meter un poquito más de cariñito y más pesitos.
Tres. Lo que hoy llaman plazoleta Barrientos, se pensó como un gran bulevar, desde la entrada de Barranquilla hasta la plazoleta central; un lugar de encuentro y para compartir».
Don Édgar se para de su silla y se dirigió a su biblioteca personal. Trae consigo una cartilla, la cual mostró con un esbozo de alegría; era un folleto publicado en 1968 cuando iban a inaugurar el campus, una publicación que conserva como un tesoro y en donde divulgaron una carta enviada por Harold B. Gores, presidente del Educational Facilities Laboratories Inc., entidad patrocinada por la Fundación Ford, que vino a ver la obra.
En aquella carta había un fragmento que decía: «Después de mi visita a la Universidad de Antioquia, digo que allá he visto una universidad que será clave para el diseño de universidades en todo el mundo».
¿Después de haber construido todos los bloques, el equipo de arquitectos también fue el encargado de la arborización?
«Sí. Plantamos bastantes especies nativas para arborizar rápidamente, más de lo que habíamos planeado en lo paisajístico, para luego a los 5 años observar cuáles estaban creciendo mejor y cuáles estaban mejor ubicados, y cortar los que no lo estaban haciendo.
Cuando fuimos a los 5 años, señalamos con pintura los que íbamos a cortar, pero los estudiantes se dieron cuenta de esto. Me llamó el Rector y me dijo, 'Édgar, vamos a tener que aplazar esto porque los estudiantes no van a dejar tocar ni un árbol, yo lo llamo cuando podamos hacerlo' - se ríe a carcajadas y dice - ¡aún estoy esperando la llamada!».
Después de una larga conversación, mucha cordialidad, varias risas y dos cafés, el arquitecto contó que al terminar la obra fue una satisfacción enorme. «Nos elogiaron bastante. Muchos años después de terminada nos tocó volver porque mandaban grupos de arquitectos y de ingenieros de otros países a conocer el campus».
Anécdotas con los maestros Gómez y Betancur
Isaza recuerda con lucidez plena, algunas anécdotas personales con los maestros Pedro Nel Gómez y Rodrigo Arenas Betancur en los años que estuvieron juntos en la configuración del Campus de la Universidad.
Relató, que en las tardes, ocasionalmente, el maestro Pedro Nel Gómez, quien estaba encargado del mural de la biblioteca al que él llamó originalmente ‘La Lucha de la vida y de la muerte’, invitaba a todos los arquitectos y al maestro Rodrigo Arenas Betancur a su casa en el barrio Aranjuez, allí les mostraba sus bocetos.
«Él decía que nos los quería mostrar, pero que como era muy difícil transportarlos, que fuéramos a su casa. Ese era el pretexto para irnos para allá a tomarnos unos traguitos – vino, otras veces ron – y comíamos (lo dice riéndose a carcajadas) galletas de soda con sardina. Estas reuniones las denominamos 'las jornadas ocasionales'... ¡eran un poquito parrandeaditas!».
También acostumbraban ir al taller del maestro Arenas Betancur, ubicado cerca de la Facultad de Salud Pública, en donde él estaba elaborando 'Los Lanceros del Pantano de Vargas'; jocosamente expresó don Edgar, «desde allá hubo que embarcar todos esos caballos hacia Boyacá».
¿Algún recuerdo triste?
«Sí, cuando quemaron el edificio administrativo – asintió con un gesto afligido en su rostro - me llamó el rector Luis Fernando Duque Ramírez para que le ayudara en ese primer reconocimiento, para preparar el trabajo de reclamos y seguros, y mirar qué podíamos hacer para recuperarlo. Al ver cómo había quedado todo destruido, lloré».
En la actualidad, el señor Isaza visita con frecuencia al Museo Universitario porque le gustan las exposiciones de arte, también viene a las ferias del libro, a las exposiciones de arqueología y a actividades en el Teatro Universitario.
Luego de más de una hora de conversar con el arquitecto Isaza, y digo conversar porque mas que una entrevista, eso fue, una conversación agradable enmarcada por la notable sencillez y disposición de Édgar Jaime Isaza Isaza.
Con la efusividad como quien despide a un amigo de toda la vida, y con un estrechón de manos, el arquitecto Isaza expresó exultante «el lugar donde está el Campus parecía como escogido a dedo. Si uno piensa ¿dónde pudo haber sido construido?... ¡esta fue la ubicación perfecta!».
Campus recién terminado. Foto archivo Museo Universitario.
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