Opinión

Me sorprende que otra vez los capuchos visiten la Universidad. Sobretodo en un momento en el cual la toma del poder por las armas está cada vez más relegada a ciertas islas del Pacífico o a pequeños países africanos sin mayor interés estratégico.

Después de la caída del muro y la explosión de la Unión Soviética las revoluciones épicas como antaño (al ritmo de un son) ya no se darán más. Y en lo local, después del Tratado de Paz, la selva es más el refugio de un delincuente que de un revolucionario. ¿Qué busca un capucho?

Hoy le pregunté a uno y me contesto que era por la Minga…¡casi ocho días después de su finalización!. ¿Y qué buscan los capuchos de Bogotá o los de Cali (que querían tumbar un helicóptero), muchos vestidos con los mismos overoles? ¿Cuál es la estrategia de este grupo de acción nacional? Es una incógnita para la inmensa mayoría de la comunidad universitaria, incluidos aquellos jóvenes que los apoyan detrás de la cerca.

Quisiera que todos los niveles de la administración le dieran una orden de evacuación a los capuchos y a los vendedores de drogas, para que nosotros los académicos pudiésemos dedicarnos a nuestra labor.

También me sorprende que el Sr. Rector y sus decanos no nos comuniquen su postura y su plan de acción frente a esta problemática y que por el contrario, con su indiferencia quieran convencernos de que no existe tal, pues “eso” hace parte de nuestra realidad y que –de manera contextualizada- debe ser visto como parte del paisaje del campus (como el gusano de pollo en el cafetal). O como dice la mayoría: normal.

Normal quiere decir que es la norma, lo aceptado. Me parece que lo que comenzó como una giro de humor negro se fue convirtiendo poco a poco en la expresión de una depresión colectiva. También me parece que decir normal frente a la acción violenta de unos desconocidos organizados es un mecanismo de defensa para no hundirnos en una depresión aun más específica.

Pero existe de la misma manera un grupo de profesores para quienes el capucho posconflicto y la versión más temida de la delincuencia organizada jamás entrarán en nuestro diccionario de valores.

No nos parece normal en lo absoluto. Ni que no exista un equipo permanente de trabajo frente a una situación cuya permanencia nadie discute. No me parece normal que frente a una situación más delincuencial que otra cosa no se pueda emplear ni la ley ni el cacumen de los académicos.

Posdata: ¿quién responde por los cientos de millones en pérdidas en los comercios en la calle Barranquilla y por las incomodidades de los inquilinos de los bloques residenciales del mismo sector? ¿esto entra dentro de lo normal en Medellín?

Nota

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