Opinión

En las relaciones diplomáticas el presidente Duque ha cometido graves errores. El apoyo que le dio al intento de intervención humanitaria en Venezuela, liderado por Trump y asociado con Guaidó, fue un rotundo fracaso.

No distinguir una acción humanitaria de una intervención humanitaria fue una equivocación en las relaciones entre Colombia y Venezuela, que pudo haber conducido a una guerra.

Ante esta catastrófica posibilidad el Grupo de Lima se retractó y propuso una posición fundada en la protección de los derechos humanos y el rechazo de la intervención militar humanitaria.

Otro error fue solicitarle al autoproclamado presidente interino Juan Guaidó que extradite a Aída Merlano. Es un error porque el gobierno colombiano, así estén rotas las relaciones entre los dos Estados, debe tratar al soberano estatal venezolano en los términos establecidos en el derecho internacional.

El hecho de que Guaidó sea considerado por una parte de la comunidad internacional como presidente interino no lo convierte en presidente de facto.

Él puede ser un líder opositor, como venezolano inconforme tiene todo el derecho de enfrentar y buscar cambiar el régimen dictatorial y corrupto de Maduro, pero la autoproclamación presidencial aunque se haga en una democracia fallida, no lo convierte en presidente con poder soberano.

En democracia, este es aquel que ha ganado la primera magistratura en unas elecciones libres y transparentes.

Soberano es también un dictador. En el orden internacional basado en la soberanía de los Estados, un dictador como Pinochet ejerció el poder soberano y fue respetado por los demás Estados, especialmente por los Estados Unidos. ¿Qué poder soberano tiene Guaidó? Ninguno.

¿Qué acto político es la solicitud de extradición? Un flatus vocis, un sonido que no corresponde con una realidad. ¿Qué dice la teoría sobre esto?

En el contexto del orden internacional de los Estados, del que Colombia hace parte, se afirma que la existencia de todo orden jurídico supone la realidad de un Estado con el monopolio de poder respectivo.

El argumento del estatismo es que la realización de la justicia y el aseguramiento de los derechos solamente son posibles bajo la condición de la soberanía estatal.

Todos los Estados son soberanos y cada Estado tiene su orden normativo particular, en el cual se define su propio derecho. ¿Esto qué implica?

Que cada Estado soberano exige ser respetado como un agente moral independiente. Por esta razón en cada comunidad política es inaceptable que extraños intenten intervenir en sus asuntos internos. Cada Estado compuesto por una ciudadanía —nacionalmente definida— debe asumir la responsabilidad de su pasado y construir su futuro.

Ningún mandatario de otro país puede determinar cómo los venezolanos deben resolver sus problemas. Por esto, los ciudadanos de otras nacionalidades tenemos la obligación moral de respetar el camino que los venezolanos han elegido.

No hay que olvidar, señor presidente, que una política internacional de equilibrio de poder es, en primer lugar, una política para las grandes potencias. Los Estados pequeños, como Colombia, solo pueden ser pesados en una balanza usada por otros. ¡Ojo con el gringo!.

Este texto fue publicado en el periódico El Colombiano el martes 4 de febrero de 2020

Nota

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