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Opinión

Visita de Mike Pompeo y la política de EE.UU en Latinoamérica

30/01/2020
Por: Marco Antonio Vélez Vélez, profesor titular, Departamento de Sociología, UdeA

« ...Cuando los movimientos sociales en cada país reclaman mejoras en las condiciones de vida, no es posible ocuparse de los asuntos de los vecinos y menos cuando se juegan el derrocamiento de un gobierno con apoyos importantes, como es el caso de Venezuela...» 

La reciente visita a comienzos de año del Secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo a Colombia, al III Encuentro contra el terrorismo organizado por el gobierno colombiano, permite visibilizar el que se puede denominar interés renovado de la potencia del Norte sobre Latinoamérica.

Renovado, dado que desde fines del pasado siglo y comienzos del nuevo, los Estados Unidos habían dejado en suspenso la hegemonía fuerte en estas latitudes. La presencia estratégica en el Medio Oriente, la intención de controlar el petróleo allí presente, hicieron que su despliegue y potencia militar se ubicaran en dichas regiones.

El “patio trasero” quedó disponible para los ejercicios y acción política de los gobiernos progresistas de la primera década del siglo. Con el repliegue relativo de algunos de estos gobiernos (en Ecuador con Moreno, en la Argentina de Macri, en Brasil con Bolsonaro), la potencia gringa pretende reinstalar su hegemonía histórica: desde la llegada de Donald Trump al poder ésta ha sido la intención y el propósito estratégico.

Aunque este accionar político tiene nombre propio: Venezuela y el derrocamiento del gobierno de Nicolás Maduro en tanto herencia y continuidad del chavismo. Con John Bolton, ex asesor de Seguridad Nacional de Trump la idea del derrocamiento del gobierno Maduro tomó ribetes de intervención directa, la amenaza del envío de tropas estuvo allí latente.

Fue evidente el fallo de los elementos tácticos de la acción anti-Maduro: fracaso de la ayuda humanitaria, ineficacia del grupo de Lima encabezado por Colombia, fracaso de la estrategia de la autoproclamación de Guaidó. Estos elementos de ineficacia en una política sesgada de derrumbe de un gobierno, precipitaron la salida de Bolton por el desencanto de Trump. Mike Pompeo, como Secretario de Estado, tiene la misión de remediar estos reiterados traspiés ocurridos en Venezuela. 

La promoción de Guaidó como eje del derrumbe de Maduro tuvo su cuarto de hora durante unos meses del 2019, pero la figura de relevo presidencial se fue destiñendo. La oposición venezolana no lograba cuajar una estrategia unitaria desde la Asamblea Nacional por ellos copada y además de ello subestimaron la capacidad política y de sobrevivencia del heredero de Chávez.   

El gobierno colombiano en cabeza de Iván Duque, apostó fuerte por la estrategia del gobierno Trump, puso sus bazas organizativas en el Grupo de Lima y en términos tácticos, inicialmente, en la idea de la ayuda humanitaria con concierto incluido. El fracaso  fue evidente ante el cierre de la frontera por Maduro- lo que no lleva a negar la crisis de subsistencias por las que atraviesa Venezuela-.

El otro eje político de más largo plazo fue jugarse con el apoyo decidido a la figura del relevo presidencial a través de Juan Guaidó. Sí Maduro caía, el poder le llegaría de carambola al autoproclamado pretendiente. Las fuerzas armadas bolivarianas respaldaron a Maduro y el relevo presidencial no se produjo. A fines de 2019, escasamente se sabía algo de Guaidó. Se perfil político se fue desinflando a pesar del respaldo de 50 países según proclama la oposición venezolana.

El nuevo año trajo las elecciones para la presidencia de la Asamblea Nacional en cabeza del pretendiente. El Gobierno Maduro jugó a la cooptación de figuras de la oposición que tenían mayoría en dicha institución y logró elegir a un opositor cooptado: Luis Parra. Este asume el cargo, luego de un forcejo entre Guaidó y los parlamentarios opositores y las fuerzas armadas bolivarianas.

A su vez la oposición afecta al pretendiente lo reelige como presidente de una asamblea paralela. La figura de relevo queda como autoproclamado presidente y como cabeza del parlamento alterno. Una doble institucionalidad que se respalda en los Estados Unidos y los países del Grupo de Lima y en las bases sociales de la oposición.   

A este escenario confrontacional y de desafíos institucionales llegó Mike Pompeo a la III cumbre contra el terrorismo. Guaidó hace presencia en la misma buscando recuperar el protagonismo que tuvo en los inicios de su autoproclamación. Quiere insuflarse un nuevo aire con el respaldo norteamericano y con el protagonismo anti-maduro del gobierno colombiano.

El cual en el ínterin, denuncia las acciones y presencia en Venezuela del ELN y de las disidencias de las FARC, -y novedad: la de Hezbolá-;  Pompeo ratifica en sus declaraciones “la lucha por la democracia” en Venezuela y la continuidad de la acción de socavamiento del régimen del chavismo. Los Estados Unidos no desestiman el apoyo que Rusia, China y Cuba dan a Maduro.

Quizás, esto forma parte de sus preocupaciones de cara al escenario latinoamericano. No ven viable el protagonismo continental ruso y chino en su proximidad. No ven viable el control posible por parte de estas naciones de las reservas de petróleo venezolano- aun a pesar de ser hoy los Estados Unidos el mayor productor mundial de petróleo, gracias al fracking-.  

El factor de incertidumbre de la política de los Estados Unidos frente a Latinoamérica viene de la dinámica interna de algunas de las naciones soporte del Grupo de Lima. La crisis ecuatoriana, chilena y las marchas del paro colombiano han complejizado la situación. Ya el bloque unificado anti-Maduro debe contar con su propio escenario interno.

Cuando los movimientos sociales en cada país reclaman mejoras en las condiciones de vida, no es posible ocuparse de los asuntos de los vecinos y menos cuando se juegan el derrocamiento de un gobierno con apoyos importantes, como es el caso de Venezuela. La apuesta estratégica sigue, las alternativas están abiertas y cada quien debe, al parecer, cuidar sus propias dinámicas sociales y políticas.

Para Trump, la caída de Maduro puede ser un trofeo preciado de cara a las elecciones de noviembre – por ello la visita y las presiones de Pompeo-, así como la muerte de Qasem Soleimani entró a formar parte de la estrategia contra el impeachment, aunque también cuenta en perspectiva de noviembre, dado que Trump busca no aparecer como demasiado blando frente a Irán. Pompeo fue el artífice de dicho ataque.   


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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