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Acciones¿Dónde están los referentes de los niños?
Acciones¿Dónde están los referentes de los niños?
« ... En la infancia, la familia esculpe; en la niñez, la escuela forma y, luego, las demás instituciones aleccionan en un arte o técnica para la masa laboral, al empresarismo o la innovación ... »
Los valores no se enseñan, se inculcan, se imitan y se viven. El ser humano vive en sociedad, y los valores potencian la convivencia agradable, el bienestar y el desarrollo social. Un ser humano comienza a educar sus valores desde la infancia a través del contacto directo con el entorno familiar, social y educativo; si falla o se rompe un apoyo de este trípode formador de valores, se pierde la armonía, el equilibrio en la construcción de un ser humano íntegro e integrado a la sociedad.
En la infancia, la familia esculpe; en la niñez, la escuela forma y, luego, las demás instituciones aleccionan en un arte o técnica para la masa laboral, al empresarismo o la innovación. Todos se orienta hacia la producción, réditos y crecimiento económico, pero no al desarrollo de las personas ni a la trasmisión de valores, omitiendo que los valores es lo que gobierna las conductas de las personas.
Ahora ya no se da el debido valor a las ciencias humanas y sociales y, si mucho, los docentes los han limitado a la educación de los planes de estudio elaborados a la medida de intereses políticos o económicos para el mantenimiento y soporte de quienes han poseído arbitrariamente el poder; pero no debe negarse el empoderamiento en su rol subsidiario de educadores y formadores en valores, con criticidad y humanidad.
Pero el buen camino de los cambios en la sociedad y de transformación cultural, más que docente o profesores, se necesita de maestros a través del ciclo vital humano. Un maestro es algo más allá de un docente y de un profesor; es un modelo de vida, pleno de conocimiento y sabiduría, de experiencias y de contactos con lo humano y lo social. El maestro, es un modelador, inspira, es compañero de sueños, un forjador de las vocaciones, un escéptico, promotor de dudas, trasmite emociones, sentimientos y valores; traspasa a los cambios en lo social y la trasformación cultural.
Se sale de este laberinto social imperante, de este atolladero desparramado, es con un Estado protector de los derechos del menor, con una sociedad apegada a la constitución e invirtiendo en los sitios en donde deben estar los maestros de los niños, en la familia, la educación, la cultura, el deportes y la recreación; y es así, y sólo así, como las cárceles se vuelven liceos; las inspecciones, teatros; los batallones, estadios; los reformatorios en albercas; los orfanatos en galerías, los asilos en salones de guateques y los hogares sustitutos en museos.
Pero si la familia está en crisis, si los empresarios tornan venales las misiones institucionales, los padres de la patria y quienes hacen política se descarriaron; los que nos vigila, protege y controla se han corrompido, ¿qué nos espera?, ¿dónde queda la esperanza?
Precisamos de maestros, de muchas generaciones y de líderes sensibles, ajenos a este sistema material, trivial, insensible y sin sentido. Si no es un propósito infundir los valores, entonces, ¿cuáles son los referentes icónicos que dan los ejemplos que emularán los niños y adolescentes para la sociedad anhelada?
En este mundo monetizado, en donde la sociedad como activo la convierten en moneda, todo es tendencias de crecimiento macroeconómicos, competitividad, tecnología, innovación, mercadeo y rentabilidad, y los valores ponen en entredicho; es una sociedad donde todo galopa a gran velocidad, todo está impregnado de inmediatismo y facilismo, el gasto se dirige en la formación del talento humano en metaespecialistas deshumanizados y con conocimiento que para llegar a una sociedad con valores precisa de varias generaciones, más maestros y sin tantos “doctores”.
Entonces, para romper el ciclo de violencia y delincuencia imperante en todas las esferas sociales, se necesita una revolución urgente dentro de las políticas de Estado y contemplar la inversión en los niños como el centro de atención, y la familia el eje de intervención, para obtener las grandes trasformaciones; hay que honrar a los niños como la cuna de una nueva sociedad y la familia como su núcleo. Todas las políticas y programas dirigidas desde las fases tempranas de la vida disminuyen el caos y el gasto social en el tiempo.
Si se tiene un poco de visión de futuro y de planificación, cuando se invierte en la niñez y la adolescencia, se previene de forma más barata las enfermedades psicosomáticas y socioambientales comparado con los grandes costos que conlleva los procesos de rehabilitación, resocialización, restauración y de recuperación. Si el medio ambiente es frágil y vulnerable, el ser humano también lo es y, el niño aún más. Traigo a colación el aforismo “sale más barato prevenir que curar”, pero por la miopía de políticos, de los dirigentes y gobernantes ha pasado inadvertido.
Propender por el desarrollo y la felicidad del niño es barato; el niño para ser feliz solamente precisa de un Estado protector de sus derechos, lactancia materna, amor, juego y una familia, vital para su crianza.
El ejemplo adquirido desde la niñez y adolescencia es cuando se forman los seres humanos honestos, responsables, sinceros, gratos, respetuosos, humildes, solidarios y empáticos; alejados de las orientaciones ambiciosas de poder, fama, dinero, vanidad y lujuria de los adultos en la sociedad moderna; así también, la niñez es el mejor período de la vida de convertirse en personas ecoamigables, más amables y cuidadosas con el entorno. El niño es un ser humano en ciernes en su desarrollo, está en el paso al constructo social y es el futuro guardián medioambiental.
Los padres y los educadores son los grandes maestros. Los niños y adolescentes necesitan de maestros para forjar una sociedad nueva, a sabiendas de que los valores no se enseñan, se infunden, se suscitan como ejemplo a seguir con impulso moral y ético reflejado en las actitudes, comportamientos, el obrar virtuoso y la práctica del bien.
Nota
Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.
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