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Opinión

Por un emprendimiento crítico

17/05/2019
Por: Ernesto Solano León, estudiante de Maestría UdeA

« ...Colombia, que si bien no consumó su proyecto industrializador y de hecho está en un proceso de des-industrialización, entró al neoliberalismo privatizando todo. El bienestar y la realización, así como la ampliación del desarrollo económico, ya no son responsabilidades estatales sino de cada individuo...»

La apertura del Centro para la Cuarta Revolución Industrial en Medellín pone sobre la mesa la cuestión laboral y del emprendimiento. ¿Cómo promover una economía de servicios que no contribuya a acentuar las condiciones de precarización laboral? ¿Qué inequidades sociales se enmascaran con el discurso emotivo del emprendimiento y la innovación?

El capitalismo industrial del siglo XX supuso un avance sin precedentes en las condiciones de vida de los trabajadores. Surgen los sistemas de seguridad social que realmente son una invención muy reciente. La brecha salarial se redujo y emergieron las clases medias. Pero, como diría Marx, el capitalismo revoluciona permanentemente contra sí mismo.

La revolución digital (la tercera), transformó profundamente la economía, automatizando grandes zonas de trabajo industrial, arrojando al desempleo a gran parte de la clase media. Muchos fueron absorbidos por los nuevos dos polos: trabajo muy bien pagado, pero con altas exigencias de formación; y el trabajo de servicios, precario, temporal, cada vez más inestable y peor pagado.

Esta nueva organización del trabajo pone un énfasis enorme sobre las emociones humanas como algo capitalizable. Según Hochschild, esta economía lleva a la hegemonía del trabajo emocional. Wright Mills estudió el surgimiento del mercado de la personalidad en los cargos de ventas. Richard Sennet en La Corrosión del Carácter nombra el trabajo en equipo como superficialidad degradante, necesaria para sobrevivir en la excesiva flexibilización del trabajo. Sin duda, esta nueva organización económica y laboral lleva a formas hegemónicas de control, ya no del comportamiento, sino de las emociones del individuo y sus interacciones sociales         

El emprendimiento de hoy está acompañado de discursos que promueven un determinado estilo emocional. Sólo es necesario abrir cualquier red social y encontrar emotivos mensajes que exhortan a la persistencia, al direccionamiento épico de la propia vida, al correr riesgos, a la culpabilización de la víctima (se es pobre porque se quiere), al culto al yo, a una suerte de individualismo ingenuo derivado de la autoayuda. No son malos valores, pero esa ingenuidad tiene connotaciones políticas.

La discusión sobre el neoliberalismo y la subjetividad insisten en que esta forma de pensar despolitiza: ya no somos una clase que lucha por sus derechos sociales, sino un montón de actores, ensimismados y alucinados, a quienes no le queda tiempo para reclamar mayor equidad y protección social. Por lo tanto, es conveniente para el statu quo que ha permitido esta configuración de la precariedad.

Colombia, que si bien no consumó su proyecto industrializador y de hecho está en un proceso de des-industrialización, entró al neoliberalismo privatizando todo. El bienestar y la realización, así como la ampliación del desarrollo económico, ya no son responsabilidades estatales sino de cada individuo.

Los nuevos programas sociales parten de este supuesto; por ejemplo, la actual política de empleo busca la transformación del individuo sin el necesario cuestionamiento del sistema. Es normal que el emprendimiento, ya de por sí difícil por la inseguridad y los altos costos de la formalización, aparezca como opción válida para quienes no pueden transitar de los empleos precarios a los empleos seguros teniendo cierto nivel de educación.

No es infrecuente escuchar a un egresado quejándose de que “no aprendió nada en la universidad”, en la frustración de no poder dar ese salto. Muchos aún mantienen el sueño de la clase media de aprender un oficio para ejecutarlo de la misma manera toda la vida; algo que ya no sucederá en la nueva economía, que demanda estrategias flexibles.

Pero las carreras universitarias son un acercamiento a las ciencias y las ciencias son para entender. Muchos buscan la educación universitaria por su contraparte material, que es la técnica, y no es que la universidad no ofrezca también conocimientos técnicos. Pero las ciencias son teorías sobre las cosas, y una teoría permite entender un ámbito del mundo y, si se quiere, innovar en él. Es posible, a pesar de todo, convertir esas innovaciones no sólo en una fuente de desarrollo sino en una opción individual de vida.

Por esta razón, es esta clase formada la que mejor puede aprovechar este énfasis social en el emprendimiento, pero sin aceptar el régimen emocional narcisista y despolitizante de la cultura que le acompaña; es posible y es necesario un emprendimiento consciente de su papel en la transformación económica y social. Más que respuestas, la presente opinión busca suscitar la inquietud y plantear la pregunta: ¿Cómo hacerlo?


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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