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Opinión

La cuestión animal

10/12/2020
Por: José David Ruiz Álvarez, Docente - Investigador Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UdeA

«... Todo aquel que haya en realidad establecido relaciones profundas y significativas con animales entiende que buena parte de dicha relación no pasa por las palabras, así las usemos para darle algo de sentido racional. Buena parte de ese relacionamiento está mediado por señales, por códigos que se establecen sin necesidad de que medie palabra,...»

Algún pintor dijo que si lo pudiera expresar con palabras no tendría motivo para pintarlo. Y algún músico también dijo que si no fuera por la música habría elementos de la vida y existencia humana que serían simplemente inexpresables. Aquí intentaré explicar con palabras algo que normalmente no ocurre en el ámbito de la expresión escrita.

Entre esas cosas que decimos que quedamos cortos con las palabras, o al menos la palabra narrada y no poética, está por ejemplo el amor que podemos llegar a sentir por otra persona, en cualquiera de sus variedades. Como diría algún tautólogo no muy profundo, el amor es lo que es el amor.

Si detallamos ese sentir tal vez se quiere decir que el amor es una expresión del ser humano, una expresión de una parte importante de lo que significa existir como humano. Así como la música, como la pintura, como el arte. Y en ese sentido las palabras pueden ayudarnos a tratar de comunicar lo que es el amor pero no a expresarlo, al menos no en toda su dimensión. Dicha expresión completa sólo se halla en la cosa en sí, es decir para expresar el amor hay que sentir y llevar a cabo el amor.

La relación del hombre con los animales es otra de esas expresiones. Solo se expresa en el momento en que establecemos relaciones con ellos. Como el amor o como la música. Y sin embargo tampoco se reduce al amor o a la música.

Todo aquel que haya en realidad establecido relaciones profundas y significativas con animales entiende que buena parte de dicha relación no pasa por las palabras, así las usemos para darle algo de sentido racional. Buena parte de ese relacionamiento está mediado por señales, por códigos que se establecen sin necesidad de que medie palabra, sin necesidad de que entre en juego un lenguaje humanamente establecido. Con ellos sabemos comunicarnos y establecer relaciones por el simple hecho de ser, de estar vivos.

Y aún más creo que sabemos leernos porque ambos sentimos dolor, miedo, alegría, amor, el calor de la compañía, y todos esos sentimientos que normalmente en la discursiva occidental se los reconocemos sólo al hombre. Lo que experimentamos con los animales no lo podemos experimentar con otros humanos. Con nuestro compañeros de especie tenemos la lengua y otras herramientas que facilitan, o dificultan, la comunicación. Con los animales somos capaces de establecer vínculos afectivos tan fuertes como con los humanos pero sin necesidad de ponerle nombre y etiqueta.

Es más, somos capaces de entablar todas esas relaciones, sin necesidad. Relaciones establecidas sobre la base de una total gratuidad, sin ningún motivo aparente. En esto radica la absoluta diferencia de la relación con los animales y con los humanos. No necesitan ellos ser nuestros padres, hermanos, hijos para que los amemos como a tales. No necesitan ser compañeros de trabajo para que nos preocupemos por ellos. No necesitan ser amigos nuestros, en el sentido social, para que pongamos en juego nuestro patrimonio económico y emotivo. Y son por tanto los animales una dimensión inexpresable de lo que significa ser humano que no se puede alcanzar por otros medios.

En diciembre deberíamos estar llamados todos nosotros a repensar nuestra relación con ellos. Los matamos el 24 simplemente por un momento de alegría entre los mismos de nuestra especie. Ritual que repetimos el 31. Y todos los días hacemos que millones de animales sufran con explosiones absurdas. Que mueran de formas horribles y sin sentido alguno.

Todas nuestras necesidades las ponemos por encima de la vida y bienestar de aquellos que en buena parte están a nuestra merced. En esta relación, que yo llamaría la forma más íntima e inocente de amistad, podemos cultivar los sentidos más puros del amor o de la crueldad, de la convivencia o del despotismo, de la paz o de la violencia. ¿Queremos seguir haciendo lo mismo que venimos haciendo como sociedad?

Este texto está dedicado a Pelusa, una hermosa gata que compartió su existencia con mi familia por 18 maravillosos años y que murió el 27 de noviembre presa de la violencia de la ignorancia humana.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia. 

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