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Opinión

Es mejor con su voz, profe

12/06/2020
Por: Judith Nieto López, escritora y profesora Escuela de Microbiología UdeA

«... los actuales son tiempos difíciles para la humanidad, que no obstante el peligro de la enfermedad, pide presencias de voces, así sea a la distancia, que nos recuerdan que la palabra vale, y, en ese sentido, es justo el reclamo por ser escuchada...»

Si salimos de esta es el encabezado de los mensajes de dos muy buenas amigas con quienes cultivo la compañía impuesta por esta distancia inédita, que se prolonga al paso de este singular 2020. “Y si salimos de esta”, compartiremos muchas experiencias quienes, en poco tiempo, pasamos a ser seres virtuales en una “nueva normalidad”.

Así fue el comienzo de una inesperada cotidianidad caracterizada por la falta de presencialidad e impuesta por los alcances del virus que cobró sus primeras víctimas en China, y que, desde allí, empezó a propagarse por todo el planeta, obligándonos a todos a la asepsia y la distancia extremas.

Desde entonces empezamos a vivir en completo retiro, mediado solamente por interacciones a través de una pantalla. Así, el virus y el miedo se hicieron uno y consiguieron mantenernos a todos en un particular y sumiso nomadismo.

Ahora como “profesora virtual” vivo originales experiencias, entre ellas la siguiente, que espero poder pasarla por la palabra:

El último día de clase del curso denominado Comunicación e Interacciones Humanas, que imparto en la Escuela de Microbiología, ingresé a la plataforma Meet y, como es propio de tantos “finales”, no pude conseguir que funcionara el micrófono de mi equipo, inconveniente que me permitía escuchar a los estudiantes, pero que impedía el retorno de mi voz.

Entonces acudí al chat y les propuse a mis interlocutores: “Como yo los escucho, entonces hagamos la clase con dos registros; el de la voz de ustedes y, vía chat, el de mis palabras”. Luego de esta iniciativa, se oyó la voz de una estudiante, quien no del todo conforme con la propuesta, exclamó: “Pero, es mejor con su voz, profe”.

Recibí estas palabras con estupor, del otro lado de la pantalla, no por el tono de implícito elogio que en ellas había, sino porque pude entender que los estudiantes que continuaban sus estudios vía electrónica o virtual en aras de cuidar su salud, ¡no soportaban una privación más! Se les impidió el ingreso al campus, se les limitó la cercanía con sus compañeros, se les clausuró la ceremonia de grado, se les negó el ingreso a las aulas… Y ahora, por inconvenientes técnicos, se les obstaculizaba escuchar la voz de la profesora.

No es fortuito el hecho de que la estudiante invocara la voz de la profesora; tal vez ella, consciente o inconscientemente, reconocía que la voz es la que garantiza que seamos auditorio. Esto es lo que se aprende al leer el texto de Hans Georg Gadamer bellamente titulado Sobre los que enseñan y los que aprenden.

Porque ser auditorio es tener el beneficio directo de la palabra emitida por un maestro a sus estudiantes, pero dicha expresión también alude, como lo indica el autor en su texto, “a todos nosotros”, dispuestos a escuchar a quien lo anima el afán de comunicar, además del saber que imparte, y del don del extrañamiento, legado invaluable del deseo de enseñar.

La idea de auditorio, entregada por el pensador de Marburg, no es otra que disponer la escucha para la palabra proferida por quien atiende al maestro, integrante esencial del auditorio o del salón de clases, espacio físico que hoy extrañan quienes tuvieron que empezar a escuchar y a aprender a través de la distancia dispuesta por la quieta pantalla.

Una experiencia como la que acabo de narrar nos hace pensar que los actuales son tiempos difíciles para la humanidad, que no obstante el peligro de la enfermedad, pide presencias de voces, así sea a la distancia, que nos recuerdan que la palabra vale, y, en ese sentido, es justo el reclamo por ser escuchada.

Si salimos de esta, como la anterior, muchas historias producto de las experiencias vividas quedarán con nosotros y serán por siempre compañía en la memoria. Se recordarán significativos hechos de una guerra extraña de esas que nadie olvida, pues el horror hace huella y conduce a la constante rememoración.

Sin duda, los recuerdos de la contingencia generada por covid-19 —nombre que apenas repetimos entre la conmoción y la incomprensión de su sentido— serán capitalizados por la memoria, que muy seguramente dará lugar a tantas narrativas como gentes que salgan de esta y pasen a ser los sobrevivientes de una pandemia que obligó a revisar los días porfiados en su seco detenimiento.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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