Opinión

Educar a los hijos resulta ser una de las más difíciles tareas y se convierte con el tiempo en uno de los más grandes retos, toda vez que nos damos cuenta que existen barreras, como lo son por ejemplo las diferencias generacionales. Aceptar sus gustos, sus tendencias, sus decisiones, entre otras cosas, no resulta nada fácil.

No obstante, se convierte en algo placentero cuando nos proponemos a ayudarles a superar dificultades, aunque nuestros esfuerzos no siempre darán los mismos resultados.

Existen varios modelos a seguir:  en:  https://www.familias.com/la-noble-tarea-de-educar-a-nuestros-hijos/   Cindy Peterson, nos proporciona una práctica guía: 

1. Ser tolerante, pero no permisivo 
2. Evitar controlarles la vida 
3. Saber cuándo decir NO 
4. Armarse de paciencia 
5. Aprender a conocerlos

Casi siempre es empíricamente que tenemos que enfrentarnos a ese gran reto de educar a nuestros hijos… Aún para un (a) maestro (a), la tarea se pone difícil, porque se genera un mayor compromiso con la sociedad. La gente espera que seas un modelo a seguir si tuviste la oportunidad de estudiar la ciencia de la educación…

Lo que no ven las personas de tu entorno es que tienes varios competidores en la escuela, que suelen ser tus pares, los maestros de tu(s) hijo(s). Sin embargo, esta formación nos pone en ventaja cuando se presentan los conflictos de adolescencia con nuestros hijos, para ayudarles a superar esas dificultades bien sea conductuales o académicas.

Desde la infancia aprendemos principios y valores. En eso mis padres fueron muy claros con todos nosotros sus hijos, el que no estuviera de acuerdo tenía que decidir si quedarse en esa pequeña organización o lograr su independencia. A medida que crecía pude observar como cada uno de mis hermanos y hermanas iban dejando la casa para formar sus propios hogares, o realizar sus propios proyectos. Fui la última en tomar esa decisión y para entonces mi hijo ya tenía once años. 

Mi hermano mayor muy pronto se independizó del núcleo familiar a sus 18 años, por esa época de los setentas en que no solo en el campo, también en los barrios de las ciudades reclutaban jóvenes, principalmente bachilleres, para apoyar las guerrillas. En una época en la cual el comunismo estaba marcado por unos ideales altamente románticos relacionados con la igualdad de condiciones y los derechos humanos.

Después en los ochentas todo cambió porque la guerrilla se vinculó con el secuestro y el narcotráfico. Para entonces mi hermano ya había muerto por una causa perdida.

Mis padres hicieron todo lo posible por convencerlo de desistir, porque ellos no le habían dado ese ejemplo. ¡Fue muy triste su partida! Pero así es la vida, él quiso seguir ese tortuoso camino hasta el final. Además de esos ideales, él amaba el arte, era pintor y poeta, tenía una gran inteligencia, bachiller y técnico en Diseño Textil, un título que le otorgó Fabricato, la fábrica en la cual mi padre se jubiló. 

Con visitas restringidas en mi casa por parte de mi padre, cada dos o tres años venía a visitarnos. Sus escritos según me informé fueron recopilados y publicados con un nombre pseudónimo en un país extranjero… Después de su muerte este bello y triste poema fue encontrado en un manuscrito que dejó dentro de un viejo libro de su propiedad en su última visita:

Flores de octubre

Hablo a las flores de octubre, hablo a la luna,
Alzo mi voz desde un silencio anhelante…y mi voz se pierde.

La esperanza tiembla en las noches octubrinas: amor y fe, ¡todo perdido!
Yo soy ave cautiva, soy urna de cristal ahora,
¡Libertad, mi grito; ¡amor y fe, todo perdido!

Noche: Me voy en tus alas, el frío bate sus alas relativas, un sirio vierte su llanto de luz entre mis manos. Mi pasión, ella, voy de prisa con mis lágrimas, llevo un poema para quien lo quiera. Amor y fe, ¡todo perdido!

¡Tengo muchas flores para comer de tristeza!
Amor y fe, ¡todo perdido!
Me inunda una luz extraña, ella, más y más brilla en el canto de mis lágrimas”

Escrito por Rubén Darío Zapata Gutiérrez

Con el tiempo todos mis hermanos mayores también dejaron la casa para formar sus propias familias. Finalmente, por mucho tiempo nos quedamos con mis padres los cinco últimos hijos, después crecimos y poco a poco sucedió lo mismo, que cada uno emprendió el vuelo.

En conclusión, los hijos crecen y toman su propio rumbo, por eso hay que vivir intensamente cada momento en familia. Cada oportunidad que tengas de estar con tus hijos ¡aprovéchala! Imprímele calidad a ese tiempo compartido.  

Enséñales a ser independientes en la medida de lo posible y sobre todo enséñales la autoestima, para que ese amor propio se revierta desde su propio ser hacia el mundo que los rodea. Considero que la educación y la autoestima son el mejor legado que le podemos dejar a nuestros hijos.

Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.