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Opinión

Venezuela: los juegos de guerra

12/03/2019
Por: Marco Antonio Vélez, profesor Departamento de Sociología UdeA

« ...Colombia ha sido el peón de brega de la estrategia gringa. Como lo dijo Antonio Caballero, la noción de “patio trasero” emitida por el presidente Trump, ni siquiera produjo una mínima señal de protesta por parte de Iván Duque. Parece que nos conformamos como lo hemos hecho históricamente con ser el vagón de cola del imperio...»

La situación de Venezuela es el tema de mayor importancia en la agenda geo-política regional en Suramérica. La realidad venezolana hoy a comienzos de 2019 es de incertidumbre, es el lugar de una puja y de juegos de guerra de numerosos intereses. En primer lugar los Estados Unidos en su estrategia de desestabilizar el gobierno de Maduro y apuntar a los ingentes recursos naturales del vecino país. Su agente interno es la oposición venezolana encabezada por el autoproclamado presidente Juan Guaidó.

Encontró la oposición un líder fresco para apostarle a una estrategia que no había ensayado. Fatigada de los diálogos, se trataba de crear una situación de hecho, que ha desencadenado una alternativa de doble poder. Este mecanismo, como ocurrió en la Rusia de 1917 posibilita un desenlace que depende de la fuerza relativa de los actores en pugna. En Rusia, los bolcheviques le ganaron de mano a Kerensky y sus aliados mencheviques y eseristas.

El doble poder llama a una resolución, pues una nación no soporta dos fuerzas que reclaman la titularidad del poder político. Y eso es lo que ocurre en Venezuela hoy. La definición dependerá de las iniciativas políticas y de la legitimidad que ganen las partes en contienda.  

Como lo han puesto de presente los comentaristas, Colombia ha sido el peón de brega de la estrategia gringa. Como lo dijo Antonio Caballero, la noción de “patio trasero” emitida por el presidente Trump, ni siquiera produjo una mínima señal de protesta por parte de Iván Duque. Parece que nos conformamos como lo hemos hecho históricamente con ser el vagón de cola del imperio.

El réspice polum aún resuena en los oídos de los colombianos, luego de que en los comienzos del siglo xx, Marco Fidel Suárez mostrara cuál sería nuestro norte en el campo internacional. La denominada ayuda humanitaria fue más un show mediático, un espectáculo de lo humanitario-sin desconocer la realidad de la crisis de subsistencias-, que un verdadero ejercicio de humanidad. Habría que preguntarse, también, por los intereses del millonario Richard Branson al financiar el concierto que acompañó al  promocionado show.

Los países latinoamericanos han jugado en distintos tableros, el Grupo de Lima, encabezado e impulsado por Colombia, está detrás del aspirante al trono. Su encuentro en Bogotá no avanzó mucho en la intención de propiciar el asalto al poder por parte del aspirante. Mike Pence vino a dirigir la avanzada de este grupo, que por lo tanto se ha quedado sin alternativa independiente frente al juego estratégico de los Estados Unidos.

Es decir, el Grupo de Lima no es más que la correa de transmisión de la política de la nación del Norte. México y Uruguay han mantenido una opción de diálogo entre las partes y de mediación, quizá una posición más sensata para la coyuntura. Se trata de poder jugar unas cartas más allá de la guerra o del asalto simple y llano al poder de Maduro. De esto se ha privado el Grupo de Lima. La ONU no parece querer inmiscuirse demasiado, para no violar su pretendida neutralidad, después de todo en el Consejo de Seguridad están Rusia y China que tienen poder de veto.  

Entretanto, Guaidó el aspirante, plantea su retorno a Venezuela, que es el único lugar donde puede jugarse su pretensión de ser el titular del poder. Se espera que Maduro no se trague el anzuelo de la detención que pondría a la comunidad internacional contra él. Eso lo sabe la oposición venezolana que acompaña a Guaidó. El doble poder se sigue jugando con movimientos cada vez más abiertos, y con posibilidades de confrontación que no dejarán de ser letales para todos, incluida Colombia, si es el caso de una resolución violenta.

La opción de la guerra, de una intervención militar está allí, de hecho sectores de la oposición venezolana la invocan como última carta- como la definitiva, la que cerraría el proceso-. Una salida que sería  sangrienta –que lo digan Siria, Afganistán e Irak-y con coletazos imprevisibles para nuestro país y toda la región.  Rusia y China, hacen también sus apuestas. Los chinos pensando más en el tamaño de la deuda con Venezuela -70 mil millones de dólares-.

Los rusos generando la posibilidad de intervenir en el “patio trasero” gringo. De todas formas tienen enfeudado al presidente de la potencia del Norte –las denuncias sobre la participación Rusa en la elección de Trump-. Para Rusia es una ganancia geo-política lo que se ve en el panorama. De nuevo gran potencia con incidencia más allá del eje euroasiático.       

Jugar a la guerra, como lo hacen muchos hoy, no deja de ser irresponsable. El Grupo de Lima en su declaración de Bogotá -25 de Febrero de 2019-, parece querer retractarse de una salida violenta, aunque el director de orquesta haya dicho “todas las opciones están sobre la mesa”.

Claman por la “transición a la democracia”. Cuenta, además, en esta coyuntura el proceso electoral en los Estados Unidos. Una aventura de Trump en América del Sur podría salirle costosa en sus pretensiones de reelección. Y no se ha contado con los pueblos latinoamericanos que seguramente no se quedaran impávidos ante una opción militar intervencionista. Grandes movilizaciones en sus propios países podrían detener los ánimos subidos de los miembros del Grupo de Lima.  


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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