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Opinión

La hipoteca inversa, una patraña de Estado que envilece al adulto mayor

26/06/2020
Por: César A. Orozco R., profesor titular pensionado, UdeA., pediátra neonatólogo y perinatólogo, especialista en Docencia Investigativa Universitaria.

«... Este desprecio por la adultez, pareciere como si estuviéremos en la Edad Media, el Renacimiento o la Grecia clásica, en las que hubo un rechazo a todo lo que se pudiera considerar viejo y una revalorización de la juventud y la belleza como idea de perfección y veneración...»

En los tiempos del padrino o mentor político del presidente colombiano actual, promulgaron la ley 100 de 1993, en la que legalizan algo aparentemente ilegal, y mediante la cual entregaron a personas privadas los dineros públicos de la salud para su manejo y usufructo en desmedro de calidad, oportunidad y cobertura de las demandas de salud de la población y, como también, del debilitamiento de la salud pública, ahora más visible en tiempos de la preconcebida plandemia COVID-19.

Con el fin de enfrentar los tiempos aciagos del coronavirus y mitigar los impactos sobre la economía del país del aislamiento preventivo obligatorio y de entregar beneficios económicos al adulto mayor el Gobierno nacional trae a colación de otros países la llamada hipoteca inversa, cuyo único requisito para tener acceso es que debe figurar como propietario de una vivienda; una asistencia fraudulenta que beneficia la banca con falsos visos de un Estado protector.

La hipoteca inversa es una operación o argucia financiera promocionada por el monigote presidente colombiano, y que la impulsa con un manto de humanismo para desvalijar los adultos de la tercera o cuarta edad de la casa que ha conseguido una propiedad con los esfuerzos económicos inmensos de toda la vida para entregársela a las entidades financieras.

La intención de la hipoteca revertida es que los bancos paguen mensualmente a los adultos propietarios una cantidad porcentual acorde al costo de la vivienda hasta el ocaso de su vida; es decir, convierte en dinero el valor que representa su vivienda y se lo entrega en un pago mensual para que el adulto no presente afugias económicas en sus años restantes de la fugaz y transitoria existencia sin perder los derechos de titularidad.

Ello se interpreta como una mesada de supervivencia para los adultos mayores que no alcanzaron el derecho a la pensión o que sus ingresos no alcanzar a cumplir un mínimo vital o renta para cubrir sus necesidades básicas, como si estuviere acorde disimuladamente como un principio constitucional.

Bajo los parámetros establecidos de un Estado Social de Derecho toda persona tiene derecho a la pensión en Colombia para asegurar el descanso remunerado y digno de una persona como producto de largos años de trabajo continuo y prolongado.

Pero a sabiendas que los políticos conocen bien que son cada día son más pocos los colombianos que logran acceder al derecho de pensión a raíz del empleo precario, la informalidad de la economía del rebusque, el desempleo creciente y al trabajo por horas o al trabajo por prestación de servicios promovido las élites capitalistas o simplemente sino no tiene el tiempo para un plan de pensiones, entonces, como salvavidas el gobierno saca a la luz la oropelizada hipoteca revertida o hipoteca pensión para que la población en su vejez obtenga la calidad de vida afín con la dignidad humana,

La trampa consiste en que, al momento de morir el adulto como propietario, es la entidad financiera, muy oronda y desvergonzada, pasa a ser la nueva dueña del inmueble, esquilmando al finado y herederos llevándose de golpe y sin misericordia el fruto de toda una vida, a menos que los herederos paguen el dinero al banco que dio en vida al titular fallecido y volver a recaer en el sempiterno sueño de poseer vivienda propia y el ciclo de la pobreza.

La hipoteca a la inversa figura como un préstamo o crédito hipotecario con el que el propietario de la vivienda realiza disposiciones periódicas hasta un importe máximo determinado por un porcentaje del valor de tasación el momento de la constitución, y al alcanzarse dicho porcentaje se deja de disponer de la renta, aunque la deuda sigue generando intereses.

En una hipoteca normal la deuda va disminuyendo con el tiempo y, al revés, en la hipoteca inversa continúa aumentando. Al morir el adulto los herederos del inmueble pueden optar por asumir la deuda como propia y, así mantener la propiedad del inmueble, que por condición pobreza y dependencia ocasionalmente ocurriría; y en su defecto, el banco se queda con la propiedad.

Hipoteca inversa es una forma solapada de pasar cándidamente quienes la toman de algo que es heredable a un adeudo y de activo a un pasivo; una política de Estado falaz en la que halaga y atrae con falsas apariencias de una pensión hipotecaria o vitalicia para que los bancos atesoren más en sus arcas mientras la gente más se pauperiza.

Es una medida politiquera y populista, plena de bajeza, ligera, superficial y de intenciones turbias, alejada del altruismo y de proyección social que atenta contra el patrimonio familiar y en el que el Estado no vela por el envejecimiento de la población como un tema de derechos humanos y no genera las condiciones para facilitar la garantía de éstos ni considera el capital social activo que representan las personas mayores.

El adulto, de no tomar tal propuesta, se torna como un cachivache, terminan en el cuarto de rebujos, un depósito donde se quedan las cosas viejas y mal queridas, los chécheres, los recuerdos, los temores y los miedos.

El geronte en la sociedad occidental se ha considerado peyorativamente como un perfecto inútil, incapaz, estorbo, antiguo, desvencijado, enfermo y feo; no ha tenido la acogida dentro de las políticas de Estado para ofrecerle una vida digna y protección hasta el último día de sus vidas y ha desconocido que en la vejez no se pierden, sino que ganan derechos.

Con este tipo de hipoteca del gobierno, considera al adulto como una fuente de ganancia y capital para el sector financiero y devela la mínima valoración de los saberes del adulto mayor para la sociedad al desperdiciar la fuente de riqueza por su cúmulo de sabiduría, la suma de tiempo, experiencia y conocimientos, que podrían traspasarse a niñas, niños, adolescentes y a la comunidad; y omite la oportunidad que redundaría en ventaja o provecho del desarrollo económica y social del país.

La sociedad occidental se aprovecha de su condición y poca valía para ofrecerle esta infame hipoteca reversa. Espejo de una sociedad capitalista, al ser las personas mayores no productivas, pasan a ser escorias sociales; y con esta medida, más lo acaban de tumbar, lo hieren gravemente de muerte.

Este desprecio por la adultez, pareciere como si estuviéremos en la Edad Media, el Renacimiento o la Grecia clásica, en las que hubo un rechazo a todo lo que se pudiera considerar viejo y una revalorización de la juventud y la belleza como idea de perfección y veneración.

Pero hay en la historia y otras culturas el aprecio merecido por los mayores sexalescentes. En la prehistoria eran consideradas casi sobrenaturales y concebidos como la esencia de la sabiduría y pilares de la cultura. En los países musulmanes su cuidado en familia es considerado como un honor y una oportunidad para crecer espiritualmente. Las culturas orientales China, India y Japón son las culturas donde a los ancianos más se respeta y son más compasivos y veneran desde las escuelas.

La sociedad guerrera espartana encargaba a los mayores de 60 años del orden y el poder. Platón pensaba que la virtud se adquiere con el conocimiento a partir de los 50 años. Hipócrates, que desterró la idea ateniense que la vejez se equipara con enfermedad. En el Imperio Romano todo el poder se concentraba en el Senado, formado por ancianos considerados sabios y virtuosos.

Con el aumento de la esperanza de vida a partir del siglo XVI, la población anciana se visualizó y, más aún con la industrialización y el retroceso de las grandes pandemias, gracias al descubrimiento de las vacunas y los antibióticos. No obstante, a partir del siglo XX con los avances de la industria y la tecnología provocaron que las personas mayores dejaran de ser tenidas en cuenta como transmisores de sabiduría y pasaron en la actualidad a ser equiparados a niños por su dependencia.

Por nontreras, ante la situación de abandono social y la ausencia de Estado por el bienestar de los adultos mayores, la hipoteca inversa es una medida camaleónica en la que un bien heredable se canjea por una deuda a la banca y el Estado soslaya los deberes con las personas que se encuentran en los años dorados de la vejez de brindar apoyo y ayuda de manera preferente en su condición de vulnerabilidad; al contrario, es una gestión ladina y ratera que sepulta los sueños y pujanza de toda una vida de la población mayor.


Nota

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