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Opinión

Sobre la retórica de retrete, la crítica desde la prensa y Luis Tejada

03/04/2024
Por: Santiago Pérez Parra. Estudiante de Ciencia Política de la UdeA

«Lo que resta es preguntarse ¿dónde quedó consignada la crítica de los estudiantes, en especial de aquellos científicos sociales? ¿Dónde queda la prensa que, no solo consigna opiniones y asuntos institucionales, sino que también reta y cuestiona los discursos de aquellos candidatos? ¿Y, cómo espera la comunidad estudiantil darse a entender, si los mismos estudiantes no se comunican mediante una crítica escrita que también se realice en la prensa o en los diversos espacios de opinión?».

El 20 de febrero de 1924, hace ya cien años, se publicó en el diario El Espectador (1924) de Bogotá, un artículo titulado El periódico del pueblo. Al inicio, el autor narra que, producto de una lectura de los partes de policía de la época, llegó a su atención que el día anterior un muchacho de pueblo había sido encarcelado tras haber llevado a cabo el «reprobo» delito de escribir en un inodoro público. Aquel autor sería Luis Tejada, literato, cronista y adepto comunista antioqueño de principios del siglo XX. El, desde el periodismo —y la ironía— se opuso a los convencionalismos morales propios de un entorno conservador y católico como lo es el colombiano. Además, reflexionó acerca del nuevo tipo de relación entre literatura y sociedad, producto del modernismo impulsado por Baldomero Sanín Cano y encarnado por José Asunción Silva.

La época en la que Tejada escribió coincide con el periodo político regeneracionista y, en general, con la supresión de las libertades de prensa y expresión, mediante lo consagrado en la constitución de 1886, para aquel entonces vigente. En otras letras, Tejada vivió en un entorno y en una gestión política con una acentuación clerical que encontró sus raíces en gobiernos como los de Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro; que, por herencia, perpetuaron una dinámica estatal en la que se apelaba a las tradiciones y costumbres tanto hispánicas como católicas. Por aquello último, es que el cronista colombiano advirtió de que lo narrado en aquel artículo no sucedió por ventura. Es decir, tras la lectura —atendida— de Tejada, no solo se encuentra un trabajo literario, sino un análisis de los asuntos públicos en relación con la conformación política de la Colombia recién entrada al siglo XX. 

Con respecto al artículo ya aquí mencionado, la crítica no solo se dirige a una forma de represión estatal. Para el escritor, se refiere a una represión hacia la misma palabra escrita. Aunque parezca rayar en lo ridículo, para aquel joven desesperado del que Tejada nos narra, el baño público parece ser la última instancia de escape a la censura del Estado. En lo específico, de unas prácticas estatales que difuminaron la línea entre Estado y sociedad. Una fantasía creada en la que, si la policía arresta a un joven dentro de un baño público, el Estado no entiende de fronteras o límites. Tejada advirtió de un contexto en el que, debido a la censura, decae todo tipo de actitud crítica.

Si bien aquellas cuatro paredes, usualmente sucias e insalubres, tienden a prestarse solo para impudicias, también, de vez en cuando, es el lienzo de un lenguaje violento, crítico, pero también honesto, que consigna opiniones sociales y políticas que usualmente no se ven en la opinión pública. Lo que se podría denominar como la «retórica de retrete», es una sintaxis lacónica que, ciertamente, solo suele ser concebible desde los baños, porque allí no se es temeroso de poder alguno. Para Tejada, el retrete público se convierte en una «torre de marfil», en la que, como dice, «se está en la posibilidad de ser absolutamente sincero, de expresar la verdad pura, tal como se la siente bullir en sí mismo».

El artículo del antioqueño invita a reflexionar: ¿no es en ese refugio cotidiano, donde todo poder parece distante, invisible e imaginado, y en consideración de ello, se piensa libremente? O, a propósito de la cuestión universitaria: ¿no será allí donde el estudiante no teme errar o ser juzgado por sus compañeros? ¿O donde el funcionario y el profesor no temen perder su cargo por lo que opinen? Después de todo, ¿qué tipo de opiniones, artículos y clases se promueven bajo una dinámica en la que los profesores y estudiantes son temerosos del cuerpo colegiado y de la figura del Estado?

Ahora bien, mi tesis es la siguiente: la «retórica de retrete» no es privativa de los baños. Hay que abogar por una salida del retrete: hay que materializar aquel estilo crítico desde las aulas pero en especial desde la prensa. El mismo Tejada advierte de esta última posibilidad al rememorar el estilo satírico de Francisco de Quevedo y del siglo de oro español. En las Gracias y desgracias del ojo del culo —lectura recomendada encarecidamente—, Quevedo defiende punto por punto, la superioridad natural del «culo» sobre las otras partes del cuerpo, mediante una argumentación osada y casi filosófica que, por obvias razones, no es recomendable comentar en este espacio. Pero cualquiera que lo lea encontrará en el papel un estilo crítico absoluto: suelto, sin reticencias o eufemismos. Quevedo, mediante la sátira, se opuso a los convencionalismos de la época mediante la literatura. Lucha semejante manifiesta Luis Tejada en diversos escritos, donde redujo las ideas religiosas a cavilaciones metafísicas, defendió la necesidad de que el diablo exista, criticó a los símbolos patrios y, sin temor, refutó públicamente los discursos y declaraciones del aquel entonces presidente Marco Fidel Suarez; a la vez que también escribía correcciones, punto por punto, de los proyectos de ley presentados en el Senado.

Para Tejada, la prensa —recalcada como un poder soberano— debe tener como una de sus misiones, cuestionar sin miedo a los funcionarios y representantes «cuando se observa que están perdiendo un tiempo demasiado costoso en discursos malos, largos e inútiles». ¿En tal orden de ideas, no tendrán las reflexiones de Tejada algo que decirnos acerca de nuestra sociedad universitaria tras las campañas para la elección de rector? Y es que, debido a que el debate no se incentivó fuera de las columnas de opinión de selectos profesores y de los mismos foros de los candidatos a rectores, la discusión se estancó en trasvases de la misma lógica protocolaria y reticente. Lo mismo es, de discusiones que si bien no dejan de ser importantes —como las centradas en gobierno universitario y formas de representación—, no proponen ninguna mirada confrontadora, formalizada en prensa, respecto a las propuestas y las visiones de la universidad de los candidatos a la rectoría. 

Lo que resta es preguntarse ¿dónde quedó consignada la crítica de los estudiantes, en especial de aquellos científicos sociales? ¿Dónde queda la prensa que, no solo consigna opiniones y asuntos institucionales, sino que también reta y cuestiona los discursos de aquellos candidatos? ¿Y, cómo espera la comunidad estudiantil darse a entender, si los mismos estudiantes no se comunican mediante una crítica escrita que también se realice en la prensa o en los diversos espacios de opinión? Porque si el único nivel de debate y de visibilidad que se incentiva es el de la tradición protocolaria y oral —como el de las discusiones que los candidatos respondieron en los foros—, las respuestas que obtendremos posiblemente serán de la misma naturaleza: no solo deshonestas, sino fatuas.


Referencias
Francisco de Quevedo y Villegas. (1901). Gracias y desgracias del ojo del culo. Sevilla. Administración de la Biblioteca Humorística.
Víctor Bustamante. (1994). Luis Tejada. Medellín. Editorial Babel.
John Byron Orrego Álzate. (1993). Luis Tejada Cano y el inicio de la modernidad literaria. Medellín. Concejo de Medellín.
Gilberto Loaiza Cano. (2019). Nueva antología de Luis Tejada. Medellín. Editorial Universidad de Antioquia.

 


Notas:

1. Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia. Los autores son responsables social y legalmente por sus opiniones.

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