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AccionesA un año de la pandemia: ¿Luz al final del túnel?
AccionesA un año de la pandemia: ¿Luz al final del túnel?
«... Las personas, seguramente, relajaron los cuidados, hubo falsa confianza con su aparición. Es necesario que los gobiernos avancen de una manera decidida en el proceso de inmunización en busca de la socorrida inmunidad de rebaño. Solo así, podremos alejar temporalmente, la sombra de un virus que ha transformado la vida de todos...»
Escribo este texto en el momento en que en el país y, particularmente, en Antioquia, pasamos por el tercer pico de la pandemia de la covid-19, luego de año de su declaración, pareciera que deberíamos estar camino a una resolución de la misma, según previsiones del año previo. Pero no es así, es como si empezáramos de nuevo. Se habla de relajamiento de la población falsamente confiada, tras el advenimiento de las vacunas. Se invoca reiteradamente la disciplina ciudadana y al llamado al autocuidado. Se enfatiza sobre todo en la responsabilidad individual.
Pero es momento de hacer algunos balances sobre el desarrollo de la pandemia —o, sindemia, según un neologismo de moda—,y presentar los “efectos de estructura” que ha dejado, lo haré abordando los niveles: económico, político y cultural de la vida social.
En lo económico, el coronavirus ha dejado una gran crisis sistémica de las estructuras económicas. Una caída vertical y abrumadora del crecimiento de las economías, con impactos, se dice, mayores que los de la Gran Depresión de 1929. En América Latina, el descenso de la producción fue en promedio del 7%, fenómeno inédito en épocas recientes. Los gobiernos confiaban en una recuperación en —lo que se llama el rebote de las economías—, para este año; pero, dadas las circunstancias de nuevas cepas y falta de control del virus, las expectativas no son del todo halagüeñas, aunque los países crecerán.
En el mundo de la producción parece que no hemos aprendido mucho, se insiste en que la situación de crisis del coronavirus debe dejar enseñanzas. Pero no aparecen las lecciones aprendidas. Los empresarios, buscan para recuperarse la flexibilización del trabajo (por ejemplo, trabajo por horas), menores garantías laborales, reducción de nómina, etcétera. Es decir, ahondar el carácter desigualitario del sistema capitalista. Se sabe además, que el decrecimiento económico y los desarrollos de la economía digital sólo han beneficiado a grandes corporaciones y a las grandes concentraciones de capital. Los pequeños y medianos empresarios han sucumbido al embate de la crisis.
En lo político, se ha afianzado el efecto autoritario de medidas tomadas por los gobiernos centrales y por los gobiernos locales, en función de promulgar medidas sanitarias con el carácter de prohibición. Es como si la exigencia de control de los contagios, permitiera todo tipo de restricción de las libertades individuales. Esto ha permitido desde los controles y disciplinamiento tecnológico (países asiáticos), hasta coacciones normativas en las democracias.
El intervencionismo de Estado se ha hecho presente, dada la necesidad de salir al rescate de las poblaciones vulnerables. El gasto estatal se convierte en medida compensatoria ante la crisis, aun en aquellos gobernantes de talante neoliberal —en Colombia el gasto en relación con el PIB, no supera el 2.5%, cuando en países avanzados se habla de un 12% en promedio—.
En lo cultural, se insiste mucho en invocar la responsabilidad individual del ciudadano, sin embargo, pareciera que con ello se busca desresponsabilizar a los gobernantes de sus acciones ineficaces para controlar el virus y sus contagios. Es cierto, que ante las afugias económicas y los largos confinamientos, las poblaciones están agotadas y con grandes cargas de desesperanza. Exigir de nuevo conductas de disciplina va contra su interés económico de subsistencia.
No debemos dejar de encomiar que cuando se ha pedido encerrarse y asumir conductas de no riesgo, los ciudadanos han respondido, pero en el límite del riesgo de sobrevivencia (en los picos de la pandemia). Sorprende incluso que en los países llamados avanzados, las actitudes de despreocupación frente a los contagios sean mayores, es decir, hay más indisciplina social.
El filósofo coreano Byun Chul Han, a enunciado que en la era de la sociedad del rendimiento, el sujeto humano tiende a autoexplotarse como nueva práctica de vida. Y la pandemia nos ha colocado entonces en el lugar de una autoexplotación por interiorización; no se trata, por lo tanto, que hayamos encontrado lo fundamental (la familia, el lazo próximo, el redescubrimiento de sí), sino más bien que hemos dado el salto a una forma de subjetividad intensificada en su estado interior. Una interiorización exacerbada con efectos de angustia y depresión —disfrazada con el señuelo de la autopromoción de sí—. Lo de la autoexplotación como teoría no es novedoso. El análisis institucional ya había descubierto en la década de los setenta del siglo XX, la explotación de la imaginación como fuerza productiva.
En otra perspectiva, la vacunación introduce una nueva variable. Las personas, seguramente relajaron los cuidados, hubo falsa confianza con su aparición. Es necesario que los gobiernos avancen de una manera decidida en el proceso de inmunización, en busca de la socorrida inmunidad de rebaño. Solo así, podremos alejar temporalmente, la sombra de un virus que ha transformado la vida de todos. A la espera seguramente de nuevas formas virales. La incertidumbre es la cara del futuro más próximo. Y el coronavirus el Gran acontecimiento.
No deja de ser problemático el fenómeno del “nacionalismo de las vacunas”, cada país quiere inmunizar rápidamente a sus nacionales, en lo cual llevan la ventaja los países avanzados, en cuanto pueden acceder, en tanto productores —seis farmacéuticas controlan la producción de vacunas—, a las dosis necesarias —y más que necesarias se dice que Canadá adquirió el doble de vacunas que su población total—. Pero como se ha repetido por los epidemiólogos, si todos no salimos de la crisis pandémica, esta no encontrará resolución definitiva.
Nota
Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.
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