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Superar la depresión llevará años

11/09/2020
Por: Germán Darío Valencia Agudelo, profesor Instituto de Estudios Políticos UdeA

«...Los cálculos de la gente, según la Encuesta de Pulso Social del DANE, habla de que por un año los hogares se verán limitados en el consumo necesario de alimentos o ropa; y por dos años, en bienes suntuarios como autos usados, viajes o casas...»

La economía colombiana está en tiempos de depresión. Las razones que la causan son evidentes. El encierro prolongado, debido a la pandemia, ha afectado todas sus variables. El desempleo supera hoy los 20 puntos, la producción cae 15,7% en el último trimestre y la pobreza se ubicará, según pronósticos de la CEPAL, en un 34 por ciento (siete puntos por encima de lo que estaba hace un par de años).

Ante este catastrófico momento es normal que los economistas, quienes se comportan de manera similar a los médicos, se realicen dos preguntas. La primera, es sobre la cura, es decir, sobre cuáles deben ser las acciones de política que es necesario tomar e implementar para normalizar las actividades económicas. Y la segunda, es sobre el tiempo que durará el tratamiento, sobre los meses o años que se tomará tener efecto la vacuna para salir de la crisis y volver a la normalidad que se traía.

Las respuestas, como es habitual, las buscan los hacedores de políticas en las teorías económicas. Una mirada retrospectiva a la historia de su disciplina les hace ver que existe un rico portafolio de medidas que pueden tomar. Entre ellas, las ortodoxas que defienden las bondades del mercado y las fortalezas de las empresas privadas para sacarnos del hueco. También están las cuasi-heterodoxas, que entregan al gobierno la salvaguarda de la economía, a través de un incremento en el gasto público.

En esta columna quiero destacar una de las teorías más populares entre los economistas. Se trata de la teoría macroeconómica keynesiana. Hace 85 años, John Maynard Keynes, en medio de la gran depresión que se vivía en los años treinta, propuso una serie de fórmulas para salir de ésta. La situación por la que pasaba la economía mundial era, en ese entonces, muy similar a la actual, en especial en las variables de desempleo, que estuvieron por encima del 25%, la caída de la producción, en especial de la gran industria y la construcción, y la pobreza generalizada.

Ante esta situación la fórmula económica que propuso Keynes fue afectar positivamente la demanda efectiva. Es decir, consideró que era necesario trabajar en los componentes de la Demanda Agregada: en los niveles de Consumo, de Inversión, de Gasto del gobierno y de las Exportaciones Netas. Esta es una receta económica, que funciona como fórmula médica, para reactivar la producción, promover el empleo y aumentar los ingresos de todos los agentes de la economía.  

Esta receta, aunque fue realizada para enfrentar una crisis de sobreproducción, muy distinta a la actual, continúa siendo una fórmula muy valorada en la economía mundial para reanimar la demanda agregada. Remedio que en Colombia podría tener efectos positivos en el enfermo cuerpo económico; aunque la recuperación y normalización podría tardar varios años. Veamos cómo operaría la fórmula keynesiana en nuestro contexto.

En primer lugar, el modelo pone la esperanza de reactivación en el Consumo de los hogares. Sin embargo, como bien lo mostró esta semana el DANE en la Encuesta de Pulso Social en Colombia solo 17, 9 millones de personas tiene un trabajo. La crisis destruyó 4.2 millones de empleos y la tasa de desempleo está en 20.2%. Lo que significa que los hogares han visto reducida su capacidad de consumo y mientras no tengan empleo, que es la principal fuente de ingresos de la gran mayoría de los colombianos, no tendrá posibilidades este actor de aumentar la demanda efectiva.

Le sigue en su orden, la Inversión de las empresas. Pero estas tampoco están incentivadas a invertir en estos momentos. Miles de empresas han cerrado sus puertas de forma definitiva, en especial, las pequeñas y medianas. Y las que se han mantenido en tiempo de pandemia han permanecido casi paralizadas, asumiendo grandes costos laborales y endeudándose para sobrevivir. Además, en los próximos meses, muchos negocios funcionarán a media marcha, debido a los protocolos de bioseguridad. De allí que, en estos momentos el sector privado no tiene incentivos para invertir y jalonar la demanda.

En tercer lugar, está el Gasto del gobierno. La propuesta keynesiana argumenta que, en épocas de vacas flacas como la actual, el gobierno debería ampliar el gasto público. Lo que, precisamente, ha hecho el gobierno Duque, al promover la construcción de infraestructura pública y apoyar el consumo de los hogares más pobres. Pero los efectos para la reactivación han sido pocas. Además, se espera que el gasto no aumente mucho. El déficit fiscal de 2020 será de 8,2% del PIB y los recursos cada vez más escasos.

Finalmente, está el incremento en las Exportaciones nacionales. Situación que es muy poco probable. La crisis generalizada en el contexto mundial ha puesto el nivel de demanda de productos a las economías externas en un último plano. El énfasis actual de la mayoría de gobiernos es similar al que se esta adoptando en Colombia: que los consumidores demanden y compren productos nacionales. Esto como forma de compensar la baja demanda externa y de incentivar a las empresas locales.

En definitiva, el modelo keynesiano, aunque bien concebido, tiene problemas de efectividad en corto y mediano plazo en Colombia. Los consumidores, quienes dependen en gran parte de los ingresos de los trabajadores para demandar, tienen la expectativa de que sus ingresos sean bajos en los próximos años. Los cálculos de la gente, según la Encuesta de Pulso Social del DANE, habla de que por un año los hogares se verán limitados en el consumo necesario de alimentos o ropa; y por dos años, en bienes suntuarios como autos usados, viajes o casas.

La misma encuesta del DANE nos dice que en los próximos dos años el 86.1% de las personas no piensan adquirir vivienda. En esta lógica, industrias tan importantes como la construcción, claves para la generación de empleos y reactivación económica, no están incentivados a producir viviendas por el momento, esperarán que pase el tiempo y los hogares comiencen a ahorrar. Esperarán que tengan la posibilidad de pagar las primeras cuotas para cubrir el punto de equilibrio para el inicio de obras.

Finalmente, el incremento del gasto público estará en manos de los mandatarios locales y regionales. Estos tendrán la tarea de crear empleos e ingresos, si quieren que sus territorios no se llenen de pobreza. Sus planes de desarrollo, que apenas están estrenando, están siendo adaptados para que logren impactar con la inversión gubernamental las cifras de empleo y bienestar. Ahora, como lo sugieren los keynesianos, es tiempo de utilizar las finanzas públicas abriendo zanjas y aplanando vías terciarias. O como pasa en Bogotá, subsidiando el consumo a través de las rentas básicas.

En conclusión, la salida que propone la teoría keynesiana para salir de la recesión podría tener efecto positivo sobre la economía. En especial, el papel tan importante que tiene el gasto público local y regional para incentivar el empleo y luchar contra la pobreza. Pero el efecto que se espera con este tipo de acciones, dirigidas a incentivar la demanda efectiva de los actores, tendría efecto en el mediano y largo plazo. Lo que significa que deberán pasar varios años para estar de nuevo en una economía como se traía en los últimos tiempos.

Este texto fue publicado en la página de la Fundación Paz y Reconciliación 


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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