Opinión

¿Qué se pierde cuando alguien se muere? Al perder a una persona perdemos a la vez lo que esa persona sabía. Y más aún, la forma en que amasaba ese saber, el modo en que lo entregaba y vivía con él.

Esta pérdida es más perentoria si ese que muere es un profesor. Profesaba el amor por la verdad. Acaba de morir y esa muerte suya, absurda, terrible, nos hace pensar en las palabras que no le volveremos a oír.

Era un profesor, a lo mejor hoy iba al aula.

Ya los estudiantes no lo verán, no pondrán su atención en sus énfasis. Eso se ha perdido para siempre.

Pues la verdad que no sale de unos labios no es acaso ni eso. La verdad encarnada. El amor por lo que se sabe. El miedo de ese amor, a que el saber caiga en lo desconocido y se vaya y no vuelva.

Pues un profesor es también la incertidumbre. No la certeza que es una pasajera celebración. El corazón del saber late desde lo que uno no sabe. Y eso es la dicha de buscar, preguntarse, incubar y contagiar un problema.

El gusano del conocimiento es la duda. Y un profesor comparte su perplejidad y sus ansias. Hay algo nuevo, pero, ¿dónde está? Existe una forma en alguna parte pero, ¿cómo buscarla? Y si ese profesor es un platónico indaga por una idea, conjura el caos con una forma que crea.

Esa forma es lo imperturbable en medio de tanta corruptibilidad. Es lo uno que quiere quedarse. Una ilusión pero cuán duradera, una utopía pero qué consuelo el que sale de ella.

Ahora sabemos –terrible certeza– que lo que este profesor sabía se pierde del todo. La combinación de sus ideas y su respiración deja de estar en nosotros. Sus preguntas, sus interjecciones, su intensidad. La muerte apaga todo, sus lenguas y sus palabras, el griego que sabe y el alemán en el que piensa. Y el español, lengua con la que de seguro, combatía la muerte.

Yo pienso, ¿en qué pensaba él por estos días? ¿De qué se trata todo esto? Este corte, esta suspensión, el golpe artero y terrible y sin misericordia. ¿Qué ideas incubaba este profesor, hacia dónde se encaminaba? Es cruel tener que pensar en él en pasado. No sé hacerlo.

Hasta ayer estaba la confianza de tiempos que se cruzan. Acciones coordinadas, planes con un mismo interés, sueños entre varios. Somos profesores de la U y ahora la mano siniestra de la muerte lo arrebata y nos roba esa confianza y en su lugar queda un hueco, una insaciable carencia.

Para cada uno y para muchos. El profesor se ha muerto. ¿Acaso puede uno morirse? A uno lo muere la muerte. Lo borra. Lo arranca. A uno la muerte lo mata. ¿Tuvo tiempo de pensar en algo? ¿Se dio cuenta? ¿Estaba solo y pensó en una persona? Es su mundo pero, a la vez, ahora que lo ha muerto la muerte, uno puede preguntar eso y sentir la rabia de que nadie estuviera con él. Pero, ¿puede alguien estar con uno cuando a uno lo mueren?

Para Jairo Escobar Moncada
In Memoriam

Ver comunicado 001 del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia

Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia. Escriba y envíenos sus columnas de opinión al correo electrónico: udeanoticias@udea.edu.co.