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    La educación ya no será la misma

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    ¡La educación ya no será la misma!

    Por: Elvia María González Agudelo

     

    El coronavirus —ese ser microscópico que invade el cuerpo humano y lo enferma—, fue identificado en diciembre de 2019. Desde entonces, tras declarar la pandemia, la vida no ha sido la misma: una guerra biológica nos ataca a todos y nos hace reflexionar sobre el ser humano, sus familias, sus comunidades y su dignidad.

     

    En el caso de las comunidades académicas, en horas se han tomado decisiones que se venían discutiendo hace más de cinco décadas. Por ejemplo, mediante la Directiva Ministerial N.° 04-22 de marzo de 2020 se dispuso para la educación superior colombiana que, mientras dure el estado de emergencia sanitaria, se les dará continuidad mediante el uso de las TIC a los programas académicos con registro calificado para la modalidad presencial. ¿Qué está sucediendo cuando profesores y estudiantes nos tenemos que comunicar mediante el uso de las TIC para continuar con los procesos de enseñanza y aprendizaje?

     

    Múltiples son los problemas que han emergido desde la educación, si la concebimos como un derecho. A saber, hablemos sobre la disponibilidad de los recursos para que la educación pueda llevarse a cabo: todo estaba dispuesto para el espacio físico universitario, no en los profesores, ni en los estudiantes, ni siquiera en la ciudad como un gran ambiente de aprendizaje —Medellín no cuenta con suficiente infraestructura digital que permita la conectividad de todos—; menos aún en algunos sectores urbanos, donde habitan las personas más vulnerables y muchos de nuestros estudiantes, donde tampoco hay suficientes aparatos digitales para cada quien.

     

    Además, si las familias no cuentan con espacios para una vida digna, mucho menos con espacios adecuados para el aprendizaje: escritorios, computadores, celulares, bibliotecas, iluminación y un ambiente de paz y tranquilidad para estudiar. En términos del derecho a la educación, también se afectará la permanencia, pues los problemas económicos, de salud física y mental y la malnutrición, incrementarán probablemente los niveles de deserción. También se vislumbra un fuerte impacto en la educación de calidad, pues muchos profesores y estudiantes no están capacitados en el manejo técnico y didáctico de las TIC, mucho menos en la producción de contenidos innovadores para dichos canales de comunicación.

     

    Pero cada crisis es una oportunidad. Tanto en el Plan Nacional Decenal de Educación como en el Plan Educativo Municipal —PEM—, se aboga por un cambio de paradigma en la educación. La pedagogía ya nos lo había enseñado: el estudiante es el centro del proceso, hay que potenciar sus múltiples inteligencias, se le debe enseñar a pensar, a resolver problemas, se educa en la vida misma; el currículo es cultura, la didáctica se concibe como un proyecto que el estudiante mismo debe realizar y los medios como las TIC&SID lo posibilitan, es una oportunidad para la autonomía del ser.

     

    El virus que nos está modificando la cotidianidad debe servir para que la educación memorística, monológica y autoritaria desaparezca. Para que se transforme en una educación para la incertidumbre, que resuelva problemas como esta pandemia que se vuelve un asunto interdisciplinario.

     

    Nosotros, los profesores, debemos dejar atrás el dictar clase, pues así como la imprenta revolucionó la educación en el siglo XV imprimiendo libros y el estudiante pasó del oficio de escribiente al de lector —cosa que aún no hemos asimilado—, en el siglo XX los salones, los libros, la tiza y el tablero son subvertidos por las TIC, las tecnologías de la información y su multitud de datos, las telecomunicaciones con sus señales remotas, las comunicaciones con sus audiovisuales y nuevas estéticas.

    Todo ello altera no solo el tiempo y el espacio para el desarrollo de las clases, no solo los contenidos —que están ahí en la nube con acceso abierto—. También una nueva inteligencia —llamada artificial— invade el mundo, automatizando las actividades mecánicas, así como muchas otras de tipo cognitivo, pues su capacidad de actualización y conectividad va más allá del poder de un solo ser humano. Es la era digital, la economía del conocimiento, en donde la educación ya no puede ser la misma.

     

    La flexibilidad del currículo toma aún más fuerza, los contenidos serán un pretexto para la solución de problemas. Lo dijo Ismail: «El aprendizaje debe basarse en proyectos […] los estudiantes tomarán minicursos en donde desarrollarán los proyectos específicos que tengan una aplicación real». Los estudiantes construirán un artefacto para asegurar su proyecto de vida.

     

    El virus que nos está modificando la cotidianidad debe servir para que la educación memorística, monológica y autoritaria desaparezca. Para que se transforme en una educación para la incertidumbre, que resuelva problemas como esta pandemia que se vuelve un asunto interdisciplinario, donde todos los saberes convergen: las ciencias de la salud, las sociales, humanas, económicas, exactas, naturales, las ingenierías y las artes; a través de la única comunicación posible en este momento de cuarentena: la virtualidad.

     

    Se necesita liberar los currículos prescritos, los tiempos y espacios predeterminados, para que los profesores y sus estudiantes problematicen estas circunstancias desde su saber; y a través del diálogo virtual propongan una nueva vida llena de acciones que impulsen el desarrollo humano, cuando volvamos a encontrarnos cara a cara.

     

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