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Desde el inicio de mi carrera tuve el deseo de, además de formarme profesionalmente, expandir mis conocimientos y crecer personal y culturalmente. La idea de un intercambio, siempre estuvo latente en mí, sin embargo, nunca lo consideré mientras realizaba mi formación teórica. Esto, por dos principales motivos, el primero es que una estadía de 6 meses en un país extranjero requiere de un gran esfuerzo económico y segundo, que tenía el temor de cambiar el plan de estudios que me brindó la universidad con su nueva versión del pensum, ya que me parecía original y diferente a lo desarrollado en otras universidades.

La idea de realizar una pasantía de prácticas se ajustaba mucho más a mis necesidades, y fue entonces cuando terminé el plan de estudios teóricos y vi la oportunidad de realizarlo, que no lo pensé dos veces.

Siempre me llamó la atención desempeñarme profesionalmente como médica veterinaria de animales no convencionales y cuando vi la opción de realizar mis prácticas durante 10 semanas en un centro de rescate de fauna silvestre, ubicado en el bosque amazónico de Perú. Éste brindaba todo lo que yo quería profesionalmente así que no dudé en tomarlo. Fue luego de haber aceptado locamente la propuesta, que me senté a analizar el viaje, dónde era, cuánto podrí costar, cómo lo iba a desarrollar. Eran muchas características a tener en cuenta, y fue toda una aventura.

Ahora que tenía mis bases teóricas finalizadas, quería aprovechar al máximo esta experiencia, el único desafío sería la cuestión económica. En Perú se usa como moneda el sol, el cual tiene el mismo valor que el peso.  No obstante, todo lo que conocía sobre el lugar al que iba, indicaba que el pago era en dólares, debido al alto flujo de extranjeros, lo cual modificaba bastante el presupuesto del viaje. Por tal motivo, a pesar de tener algún dinero ahorrado para éste fin, empecé a buscar opciones de ayuda económica por parte de la Universidad de Antioquia. 

Gracias al apoyo del Fondo de Movilidad de la Faculta de Ciencias Agrarias, tuve la oportunidad de viajar de forma segura, tener la tranquilidad de que estaba alguien al tanto de mi situación financiera y que además ésta ayuda tuviera un gran talento humano.

Cuando inició la pandemia, pensé que solo sería una situación de unos cuantos días, máximo semanas. Pero a medida que la cuarentena se alargaba, la incertidumbre también. Sin embargo, siempre estuve acompañada, e informada sobre la situación fronteriza y de repatriación.

En Perú tuve la oportunidad de conocer miles de cosas maravillosas, que no podría resumir en una página. Pero puedo hacer mi mayor esfuerzo por honrarlos, mencionando sus detalles más importantes. La selva amazónica es majestuosa, mágica y está llena de vida. La región de Madre de Dios, con su calor, su comida, sus lugares maravillosos, me dio a conocer a las personas más amables, lo mejor que un viajero se pueda encontrar. Cusco, con su belleza y magia ancestral en cada esquina.

Por eso a pesar de que siempre tuve ganas de realizar un viaje de este tipo, nunca lo había hecho por ciertos temores… que al final igualmente terminé afrontando, y me di cuenta que eran peor en mi cabeza que en la vida real. Estoy inmensamente agradecida con todas las personas que permitieron que este sueño se hiciera realidad, por permitirme crecer, renacer y reinventarme. Gracias por permitirme el viaje de mi vida.

Por: Sara Pérez Restrepo